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Número uno: la seguridad pública/Hora Cero

Roberto Orozco Melo

La seguridad pública y la estricta aplicación de normas penales que corrijan los desmanes de los delincuentes es ya uno de los retos que el gobernador electo de Coahuila, Humberto Moreira, tendrá que enfrentar con mucha inteligencia y energía. La sociedad espera confiada, pues él mismo, como candidato, ofreció atender éste problema que se ha agudizado en todo el país.

Otra ingente demanda de los coahuilenses es la falta de empleo y como quiera que se vea es una verdad tangible que el desempleo y la delincuencia mantienen puntos de contacto. Yo creo en lo que decía nuestro maestro de derecho penal: nadie delinque por gusto pero sí por necesidad. El hambre tiene cara de hereje. De modo que si se atiende con eficacia la creación de empleos, la ejecución de obras públicas con ocupación de mano de obra, y la procuración de un trabajo digno para quienes, por diversas causas, no lo tienen, como es el caso de los incapacitados, los jóvenes y los adultos mayores, los índices del delito descenderán necesariamente, pues nadie se va a exponer a la cárcel si cuenta con una chamba más o menos segura.

De cualquier manera la seguridad pública contiene muchos intríngulis. No hay policías capaces y en número suficiente para formar un dique contra la inseguridad. Capacitar cuesta, y no sólo esfuerzo de organización y educación sino dinero bastante y sonante. Habría que pagar un salario decoroso a los cadetes que estudien en las academias policiales. Un buen gendarme, aunque sea el más modesto, debe estar bien remunerado, de manera que reflexione mucho antes de ceder a la tentación de convertirse en un mal policía. Y esto podría lograrse si además de que el Gobierno impulse la profesionalización de los cuerpos de seguridad cuente también con recursos fiscales suficientes para atender a un salario correcto, proporcional al costo de la vida, para cada vigilante social.

Un buen principio para garantizar la honestidad de los guardianes del orden público es conseguir jefes honestos, insobornables e intransigentes. Esto que parece un imposible, en verdad no lo es. Lo peor sería sacar a los encargados de dirigir las corporaciones de entre las filas de otras corporaciones, por más profesionales que parezcan ser. Por qué no probar, entonces, a un buen ciudadano escogido en la sociedad civil, que se haya destacado por su vocación de servicio comunitario. ¿No los hay? Yo creo que sí. Y creo que si la tendencia general en este país es ciudadanizar algunos ramos del Gobierno, ésta opción podría ser válida si el gobernador, el presidente municipal, el procurador general de justicia y la comunidad entera le otorgan el apoyo que requiere esa peliaguda comisión.

En la actualidad un jefe de Policía no debería ser como los de antes: un llanero solitario con dos o tres “toros” en persecución de los malandrines. En Torreón ha funcionado muy bien el patronato de Seguridad Pública que maneja los recursos que los ciudadanos y los gobiernos estatal y municipal aportan para tener una Policía disciplinada, más o menos honesta y bien equipada. Por qué no intentar algo así en toda la entidad, pero con jefe policiales que marchen al ritmo de los patronatos; al parejo, sin discordias y con el único deseo de organizar bien la defensa del interés comunitario....

Sin embargo debemos reconocer que una buena seguridad pública no depende solamente de un buen jefe, sino de una eficiente Ley que imponga el orden y el buen Gobierno: un código penal y su correspondiente de procedimientos que sancionen con energía y sentido de readaptación a los infractores de sus normas. Hé aquí una tarea importante para que los legisladores desquiten las abundantes dietas que perciben y aún los bonos y fiats notariales de fin de sexenio. Las normas penales son ahora ineficientes e insuficientes en contraposición con la complejidad de la vida moderna qué, a imitación de los usos y costumbres de Estados Unidos, tan exaltados en la televisión, resultan permisivas y perdonadoras. Habría que ir al fondo, al origen de nuestros males sociales y legislar medidas que sanen las heridas y no solamente las atenúen con trapos calientes.

Ruda tarea le espera a nuestro gobernador para los próximos seis años. Ya anunció el profesor Moreira que su primer acto de Gobierno, el próximo jueves uno de diciembre, será entregar al Congreso un paquete de iniciativas de Ley que tienen como objetivo atacar los problemas de seguridad pública. Apoyemos el impulso de un hombre joven, de buena voluntad y con sana intención de servicio público...

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