No se trata de manipular los índices de desarrollo económico con programas de control natal como en Asia, o promoviendo una baja tasa de natalidad con riesgo de llegar al suicidio demográfico como en Europa. En México todavía estamos convencidos de que la riqueza fundamental del país radica en su gente a la que hay que preparar y ocupar.
Muchos de nuestros de industriales dejaron de producir sus artículos convirtiéndose en importadores cuando, con nuestra adhesión al GATT, se abrió la economía a artículos extranjeros más competitivos que los suyos. La realidad salta a la vista: nuestros productores no aprovecharon décadas de protección arancelaria y de los permisos de importación para consolidar sus industrias y prepararse para la competencia internacional que inevitablemente vendría. Hoy la debilidad de nuestra planta productiva y la exagerada dependencia de la actividad maquiladora nos han convertido en un país comercialmente deficitario.
Ya no pueden repetirse los beneficios fiscales y financieros que gozaron los productores mexicanos después de la II Guerra Mundial con leyes como las que fomentaban las industrias nuevas y necesarias. La Organización Mundial de Comercio que tomó el lugar del GATT no lo permite.
La pérdida de capacidad competitiva de nuestra estructura económica agravó su incapacidad para generar los empleos que necesitamos. Ni aún aceptando las tesis de los que atribuían nuestro subdesarrollo a un exceso de población, hemos podido abatir el desempleo. Se ha reducido el crecimiento demográfico del 3.2 por ciento anual que se registraba en los años cincuenta, a la cifra actual del 1.17 por ciento, estimada para este año, sin que hayamos podido alcanzar las metas de desarrollo propuestas. El desempleo actual es más del cuatro por ciento de la población económicamente activa a la que hay que añadir un estimado del 25 por ciento por concepto de subempleo.
No se trata de manipular los índices de desarrollo económico con programas de control natal como en Asia, o promoviendo una baja tasa de natalidad con riesgo de llegar al suicidio demográfico como en Europa. En México todavía estamos convencidos de que la riqueza fundamental del país radica en su gente a la que hay que preparar y ocupar.
Ocupar la fuerza de trabajo disponible, empero, no quiere decir incorporar su totalidad a nóminas de empleo. Ningún país del mundo cuenta con suficientes empresas para ofrecer trabajo a todos los que conforman la Población Económicamente Activa. Es más, las empresas más importantes no cifran su expansión en ocupar grandes contingentes de trabajadores. Por el contrario, su estrategia consiste en el uso intensivo de la tecnología para ahorrarse mano de obra. A diario nos enteramos que eficientar no significa crear más empleos, sino recortarlos.
No hay que seguir prometiendo la creación de más de 1.3 millones de puestos de trabajo al año cuando nos consta por los datos más recientes que con dificultad se crea sólo una fracción de esa meta. México requiere una política que entienda la ocupación como la suma de actividades que se desarrollan tanto en empleos de nómina ofrecidos por el empresariado, como las autogestionadas en las unidades micro y familiares. Tal política daría apoyos para que todo mexicano encuentre la oportunidad para desarrollar su potencial productivo en su propia localidad.
El futuro de México pinta muy comprometedor. Una emigración anual de más de 400 mil mexicanos a los Estados Unidos, nos recuerda nuestra incapacidad para darles oportunidades de trabajo. Ni un acuerdo migratorio con Estados Unidos que estableciera un régimen para trabajadores ?visitantes? tocaría el fondo del problema.
Una política de ocupación integral descansa en una estrategia de desarrollo regional que incluya unidades de ahorro y crédito, cooperativas y asociaciones de pequeños productores, cajas de ahorro y préstamo que están a la base de la fortaleza productiva y solidez económica de otros países como India y China, donde representan más de la mitad del producto nacional y una proporción importante de sus exportaciones.
México ya cuenta con un buen número de ejemplos exitosos que hay que multiplicar si hemos de alcanzar niveles satisfactorios de ocupación y rescatar nuestra tan deteriorada competitividad internacional.
Coyoacán, agosto 2005
juliofelipefaesler@yahoo.com