Durango

Olvido y decepción en la Juan Escutia

Los techos vuelan y las enfermedades son una constante que ninguna autoridad atiende

El Cerro de Mercado vigila con sus riscos pelones la privada Juan Escutia en la colonia del mismo nombre; es lo único que hay para detener el viento que, aseguran, pega más que en otras comunidades de Durango. Hay ocasiones en que se lleva los techos de los jacales de la privada.

Es una hilera de casas de cartón y lámina, son de invasión. Ahí carecen de energía eléctrica y apenas sale agua; comparten las tomas para beber y es un verdadero lío cuando llueve. Todo se enloda, es casi imposible caminar. Eso sí, dicen los vecinos, el lugar es seguro para habitar.

Afirman que a veces los techos vuelan con el viento y las enfermedades respiratorias son una constante. La humedad habita en el lugar y a una hora de la mañana hay pocas personas; para entrar a algunos lugares se pasa por debajo de una cerca y niños solos reciben a las visitas.

La situación económica y la falta de empleos orillan a las personas a salir de casa a trabajar y a abandonar a los pequeños.

Laura pierde el tiempo recargada en un poste que detiene el alambre de su casa; para entrar a sus dominios hay que agacharse para no pincharse con las púas. Laura viste una pantalonera azul y tiene 11 años, estudia sexto año en la tarde y quiere ser enfermera.

Se pensaría que a Laura la cuida alguien; sin embargo, no es así. Está a cargo de su sobrina y su hermana menor; ella es la que ve por las pequeñas mientras trabajan sus padres.

No sabe qué van a comer, porque a veces se les dificulta en virtud de la evidente carencia de recursos económicos.

?Dicen mis papás que no hay trabajo y que nosotras comemos mucho. En Navidad hubo buñuelos, pero hay gente que no tuvo nada?, señala.

Maximina Salinas tiene diabetes y va a consulta con el doctor, pero atiende unos segundos para hablar acerca del lugar. Comenta que el Municipio ni se acerca, que los han olvidado: ?Cuando fueron las elecciones vino este Isamel y anduvo repartiendo abrazos y saludos, bien hipócrita. Ya no viene?, añade con tono de decepción.

Ya no cree en los políticos; sólo quiere que pavimenten e introduzcan el serrvicio de electrificación. Mejor, se preocupa por su salud y sus hijos. Hace media hora en camión al Seguro Social y quiere estar fuerte para estar con sus pequeños. Su ilusión es verlos crecer. Con los 500 pesos que gana su esposo Isidro en un aserradero apenas comen; empero, tiene fe en que saldrán adelante.

Teresa Rodríguez tiene de riquezas lo que Maximina: nada. La ha pasado muy mal con sus seis hijos; en su jacal sufren por las bajas temperaturas. ?Ha hecho frío en las noches y uno no tiene ni un trapito para cobijarse; está muy duro vivir así. Si tan solo nos apoyaran con cobijas?, agrega.

Su esposo es ladrillero, así que no está gran parte del día, y Teresa tiene que hacerle al hombre de la casa: clava techos, rellena hoyos, pero todo se va, se lo lleva el viento. ?Por todos lados entra el aire; se siente bien feo. Los niños nada más lloran del frío?, se queja.

Hay una pequeña brisa que se levanta a mediodía, se cuela entre la ropa. Susy, la pequeña hija de Teresa, tiene el torso desnudo; su madre sostiene que al parecer no tiene frío. Sin embargo, su ropa está humeda; la lavó y pretende que al anochecer, cuando baje la temperatura, esté seca.

Según Cecilia, el Gobierno no existe; ?sólo se acuerdan de los pobres cuando quieren el voto. Ya ve ese Ismael Hernández, nada más prometió y nada; es puro cuento, todos son iguales. Como a ellos les pagan bien?.

Cecilia dice que les hace falta una visita, pavimento, tomas de agua para todos y energía eléctrica. Cuestiona si es mucho pedir.

De acuerdo con Cecilia Ávila, se han cansado de pedir apoyos; como nunca les han dado nada, mejor se pusieron a trabajar en el drenaje. Su esposo hizo un pozo y poco a poco van a comprar material: ?Ellos nada más prometen y no hacen nada, ya estamos cansados?.

La señora Ávila ha pedido a los habitantes de la colonia que mejor ahorren y todo lo hagan por su cuenta; comenta que si no lo hacen ellos nadie lo va a hacer: ?Porque aquí ya no creemos en la autoridad; sólo se les ve cuando hay elecciones?.

Los habitantes de este asentamiento afirman que a toda la colonia le hace falta apoyo; aunque es tranquila y nunca hay problemas, necesitan drenaje y pavimento. Administraciones van y vienen; mientras tanto, la Juan Escutia sigue en el rezago.

Y el viento de ese lugar sí pega duro; aunado a la humedad que prevalece en el suelo de tierra, se hace más cruel el paso del invierno. No hay ni una barda que tape el curso que lleva el aire y Maximina corre en dirección a donde el cerro para tomar el camión. Ya se le pasaron dos.

EDUCACIÓN

En espera de la matrícula

En medio de un campo de pasto moribundo se observan cinco jacales que sirven de aulas: es la primaria José Guadalupe Aguilera, en la colonia Juan Escutia. Los profesores se quejan porque argumentan que las autoridades educativas y municipales los tienen en el abandono.

Fue hace tres años cuando un grupo de maestros decidió levantar la escuela ante la sobrepoblación de las primarias de los alrededores. Pidieron láminas, cartones, sillas, hicieron rifas y de un esfuerzo compartido vieron su sueño realizado.

Fanny Mijares, maestra, dice que todos cooperaron para levantar el plantel, pero los esfuerzos son en vano si nadie los apoya; ?dentro de lo que se puede hacemos lo más digno nuestro trabajo, pero la realidad es que los alumnos se van, no están contentos?.

Cuando comenzó la escuela eran más de 100 alumnos, pero las condiciones de sus instalaciones han influido para que desistan de estudiar y busquen otras opciones, aduce la maestra Fanny. A tal grado ha sido el éxodo que ahora sólo quedan alrededor de 60 estudiantes, y la cifra de desertores va en aumento.

Tienen dos meses esperando el drenaje; se los prometieron en Obras Públicas del Ayuntamiento, pero la respuesta ha sido nula. ?Ni siquiera han tomado medidas, ni se ve que tengan interés en venir?, ahonda Fanny Mijares.

Aquino Hernández no puede mentir sobre el tema de los recursos; viste pants y cachucha. Sus estudios son en Educación Física; por la falta de docentes se encarga del quinto año y cuando puede los saca a jugar. ?Vean nomás, hacen falta muchas cosas?.

Ha sudado la gota gorda; le han dolido la espalda y las manos. Por eso Aquino sigue en pie de lucha hasta que sus jacales o aulas improvisadas se caigan; él mismo cargó y clavó tablas. Se pone a leer los programas para enseñar bien, aunque no haya estudiado para eso. Tiene miedo de que un día todo se acabe.

Según los docentes, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha prometido erigirlos como escuela federal y apoyarlos, pero nada han visto. Los niños tienen frío y conviven en ese pasto amarillento, de olvido... de descuido.

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