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Oposición bajo diseño/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Si es verdad que la coalición que gobierna a Chile desde hace tres lustros se propuso construir una oposición a modo, después de lograrlo podría quedar a expensas de su obra, como el doctor Víctor Frankestein frente a su creatura. No se trata, por supuesto, de una conjura en que el Gobierno de Ricardo Lagos, incluido el propio Ejecutivo, hablara un doble lenguaje y mucho menos que haya hecho crecer al candidato del partido Renovación Nacional, Sebastián Piñera en perjuicio directo de la doctora Michelle Bachelet.

Hay indicios públicos, sin embargo, de que desde La Moneda se forjó el propósito de desplazar a Joaquín Lavín del escenario público, para evitar que sorprendiera a todos con un apoyo social inesperado, como ocurrió hace seis años. Lavín fue entonces candidato de la Alianza por Chile, formada por las dos agrupaciones que encarnan la herencia del pinochetismo, la Unión Democrática Independiente (UDI) y Renovación nacional (RN), más a la derecha aquélla, levemente más cercana al centro ésta. Cuando Piñera hizo pública su candidatura, y resolvió como primer paso romper la Alianza, pareció contar con el asentimiento de los altos círculos de la Concertación por la democracia.

El presidente Lagos fue explícito. En mayo mismo dijo a La tercera, el diario que a la luz de informaciones como esa estimó el lunes que el candidato de Renovación Nacional “recibió apoyo inicial desde La Moneda”, que Piñera “representa algo distinto dentro de la derecha. Es una derecha más liberal, más abierta, más plural... Yo prefiero una Oposición más liberal, más democrática”. Meses después, ya en plena campaña, merced a su actividad privada, no como candidato sino como empresario, el ahora único opositor de Bachelet estuvo presente en una reunión habida en Concepción encabezada por Lagos, que hizo notar la presencia del antagonista de su partido refiriéndose a él como “el amigo Sebastián Piñera”.

Lagos y Piñera se conocieron, dice La Tercera, “en la década de los setenta, cuando el actual jefe del Estado trabajaba en el programa económico de la Cepal.

Sin embargo, no fue hasta la década de los ochenta cuando sus lazos se estrecharon”. Se agrega un dato concreto, ocurrido más tarde, de esa cercanía: “...tras la noche del 23 de agosto de 1992, cuando Piñera digería el primer impacto del Piñeragate, Lagos, entonces ministro de Educación de Aylwin, llegó hasta su casa para solidarizar con él... Pero tanto en La Moneda como en el círculo más íntimo del dueño de LanChile y ChileVisión reconocen que ambos no son amigos”.

Sí lo son al parecer, y conforme al mismo diario, colaboradores de uno y otro: “dos semanas antes que Sebastián Piñera lanzara su candidatura presidencial, recibió datos de sondeos realizados por el segundo piso de La Moneda, donde su nombre aparecía bien evaluado electoralmente y acercándose al de Joaquín Lavín.

“No era la primera vez que Piñera y los asesores estratégicos del presidente Ricardo Lagos intercambiaban información sobre opinión pública. La amistad que él y su amigo Daniel Platovsky sostienen desde hace seis años con el sociólogo Ernesto Ottone, facilitaba que habitualmente comentara resultados de las encuestas de Palacio y de la Fundación Futuro. “Cercanos al empresario RN reconocen que Piñera, Platovsky, Ottone y sus respectivas esposas disfrutan de almuerzos dominicales con cierta frecuencia y que el miembro del directorio de TVN (Televisión Nacional) mantiene un fluido diálogo con quien, desde el segundo piso de La Moneda, es el principal asesor político del presidente Lagos”.

Salvo que se trate de un chisme palaciego, o que Ottone resultara un infidente, esas conversaciones habrían tenido el visto bueno del presidente: “cercanos a Lagos aseguran que su aliento a Piñera tenía otros motivos (además de debilitar a Lavín, para alejar la posibilidad de tener que entregarle la banda presidencial en marzo próximo). Un personero que ha oído las confidencias del jefe de Estado dice que el mandatario siente que hay tres personajes públicos que simbolizan avances de su Gobierno: el comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre (por la reconstrucción de las relaciones con el mundo civil), el ex timonel de los empresarios, Juan Claro (quien desideologizó a los gremios y estableció un diálogo colaborativo con un Gobierno socialista), y Piñera, que refleja la posibilidad de que la Oposición tenga como eje a una derecha más liberal y más alejada de Pinochet”.

Ciertamente, convenía a la Concertación el que la derecha se dividiera. Pero pronto surgieron los inconvenientes de esa estrategia, si en verdad era auspiciada o bien vista desde La Moneda. El principal fue expresado por el ex presidente Aylwin en junio, cuando confesó que la vieja guardia de la democracia cristiana se sentía “más cómoda” con Piñera que con Bachelet.

El nuevo candidato concentró su interés en ese sector, al que condujo a la postre a votar por él, con merma del voto presidencial, pero también con perjuicio para sus candidatos parlamentarios. La DC padeció uno de los estragos mayores en su historia, que se agrega a los de su división interna, en grupos acaudillados por la ex ministra, ex precandidata declinante y senadora más votada el domingo, Soledad Alvear, y el presidente de la agrupación, Adolfo Zaldívar. Épocas hubo, antes y después de la dictadura, en que la DC figuró como el partido dominante, y ahora ha tenido que ceder ese lugar al partido de Lagos y Bachelet (y de Salvador Allende).

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