Si prever el triunfo de Humberto Moreira al interior del PRI fue cosa sencilla, lo es aún más el vaticinar el fracaso de Enrique Martínez para convertirse en el representante del Tucom.
En ocasiones, debo confesar que me gustaría tener el optimismo de un político. Para el presidente Fox, por ejemplo, vivimos en el país de las maravillas. López Obrador es tan optimista como para creerse nuestro rayo de esperanza, aunque ese rayo de esperanza permitió que siguiera abundando la inseguridad pública en el Distrito Federal, que creciera la prostitución en las calles y que se cometieran los más bajos actos corruptos durante su administración.
Si en algo admiro al gobernador Enrique Martínez, es por su enorme optimismo aún en las peores adversidades.
Durante su administración ha tenido que enfrentarse a numerosas dificultades. Una de ellas, por ejemplo, es la inseguridad pública. Sin embargo, para nuestro gobernador no existe tal problema y, pese a que todos los días nos enteramos de un nuevo asalto o de una presencia cada vez más profunda del narcotráfico, él se cura en salud comparando la situación que se vive en estados como Nuevo León o Tamaulipas.
En cuanto a la educación, nuestro gobernador es también un gran optimista. En cada uno de sus informes nos habló de haber destinado una millonada para el equipamiento de escuelas y desayunos calientes. Sin embargo, nunca nos informó que eso no bastaba para tener un buen sistema educativo. Cada vez que nos enterábamos del bajísimo lugar nacional ocupado por el estado en cuanto al aprovechamiento escolar, Enrique Martínez desmentía a toda prisa la información y mostraba sus propios datos que, aunque no se podía confiar demasiado en ellos, resultaban mucho más esperanzadores.
En cuanto al desempleo, también ha sido muy optimista. Lejos de reconocer la difícil situación laboral existente en distintas ciudades del estado, Enrique Martínez nos dice que ahora podemos estar más tranquilos por la llegada de empresas que ofrecen empleos de mayor calidad y solidez.
Pero la estadística, la peor enemiga para el optimismo, nos demuestra lo fundadas que eran las críticas a la administración estatal por su incapacidad para combatir el desempleo. Gracias a las cifras de los asegurados en el Instituto Mexicano del Seguro Social podemos saber ahora que si bien en el sexenio de Rogelio Montemayor se crearon casi 137 mil empleos formales, durante la administración de Enrique Martínez se han perdido más de 15 mil plazas laborales. Es decir, ha existido un preocupante estancamiento laboral que ha tratado de ser ocultado con datos poco fiables.
Frente a todos los ejemplos que podamos tener del optimismo de Enrique Martínez, la prueba más contundente de dicho optimismo puede encontrarse en su lucha por la candidatura del PRI a la Presidencia de México. Pese a que las encuestas demuestran su nula posibilidad de encabezar al Tucom y más aún de obtener la candidatura del PRI a la Presidencia, Enrique Martínez confía en ganar más popularidad a escasos días de que se dé a conocer el nombre del representante de Todos Unidos Contra Madrazo.
Admiro a Enrique Martínez por su optimismo. Esta cualidad hace que los seres humanos acometan empresas que se antojaban imposibles. Sin embargo, el optimismo de nuestro gobernador nos ha costado demasiado, pues desde el día en que se creyó con posibilidades de suceder a Fox en Los Pinos, ha destinado millones de pesos de nuestro presupuesto a promocionar los logros de su administración y a fortificar su imagen.
Si preveo el fracaso de Enrique Martínez al interior del Tucom no es que sea un pesimista, sino más bien un optimista bien informado. Pero aún en la derrota, nuestro gobernador ganará mucho, pues todos los millones gastados le asegurarán su continuidad en la administración pública. Entonces podremos decir que su optimismo estaba bien fundado.
javier_fuentes@hotmail.com