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Paideia/Chávez como pretexto

Gabriel Castillo

Quienes esperaban que la marcha del pasado sábado en Caracas, Venezuela, sirviera de marco para nuevas agresiones hacia el presidente de México y diera lugar al anuncio de ruptura de relaciones entre los dos países hermanos se quedaron con las ganas. Lo que se programó como un acto de apoyo al presidente Hugo Chávez, se convirtió en una oportunidad para llamar al fortalecimiento de las relaciones entre los pueblos mexicano y venezolano, así como para enfriar el reciente conflicto suscitado entre los dos mandatarios. El presidente Chávez expresó su respeto hacia el presidente Fox, declarando que no tiene nada contra él y que sólo se vio obligado a contestar lo que consideró una agresión del mandatario mexicano en el marco de la Cumbre de las Américas.

Esta actitud que manda buenas señales hacia México deja muy mal parado al Partido Acción Nacional cuyo dirigente, Manuel Espino Barrientos, ha declarado que emprenderán “todas las acciones que sean necesarias” para debilitar al presidente venezolano Hugo Chávez en el proceso de renovación de la Asamblea Nacional de ese país que tendrá lugar el próximo mes de diciembre. Más aún, el señor Espino hace alarde de ser vicepresidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) desde la cual, según él, apoyarán a la Oposición venezolana para derrotar (¿o derrocar?) al presidente Chávez en el año 2006 y lograr la alternancia en esa nación sudamericana. Qué lamentable que México exporte ahora políticos aprendices de golpistas que buscarán atentar contra un gobernante que, nos guste o no, obtuvo mayoría de votos en las urnas y fue ratificado por el pueblo venezolano en un plebiscito realizado con la participación de observadores internacionales.

Esta actitud beligerante e injerencista del presidente del Partido Acción Nacional no puede sino despertar suspicacias, pues curiosamente hace eco de las recientes declaraciones del Gobierno estadounidense respecto al supuesto peligro que para la región de América Latina representa el presidente Hugo Chávez. Al mismo tiempo lleva a dudar sobre las verdaderas razones que llevaron al Gobierno mexicano y en particular al presidente Fox, al borde del rompimiento de relaciones diplomáticas con Venezuela.

¿Realmente se estaba defendiendo la dignidad del pueblo y del presidente de México, o éste se está prestando al juego del imperio norteamericano para aislar y agredir a una nación latinoamericana que se niega a someterse a sus dictados? ¿Será cierto que el conflicto con Venezuela forma parte de una estrategia diseñada por el Gobierno mexicano, bajo la asesoría del ex presidente español José María Aznar, como parte de un plan de la derecha internacional para frenar el avance de la izquierda en América Latina? No es descabellado pensarlo en virtud de la consolidación de gobiernos progresistas en Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela y Chile, que vienen actuando en función de los intereses de sus pueblos y negándose a seguir “a pie juntillas” las recetas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Además, le preocupa seriamente a la derecha el avance de los candidatos de la izquierda en Bolivia y en México, pues tanto Evo Morales en el país andino como Andrés Manuel López Obrador en el nuestro tienen reales posibilidades de acceder al poder e impulsar un modelo de desarrollo económico distinto al Neoliberalismo. Por ello, cabe considerar el señalamiento del ex embajador Porfirio Muñoz Ledo en el sentido de que la confrontación diplomática con Venezuela es un “plan con maña” del Gobierno de Vicente Fox para intervenir en las preferencias electorales de los mexicanos, fabricando, según Muñoz Ledo, “a la usanza de la guerra fría, un enemigo artificial: Hugo Chávez, con el fin de homologarlo de manera negativa con Andrés Manuel López Obrador”. El propio presidente del PAN, el ultraderechista Manuel Espino, llegó a acusar, sin fundamento, al ex embajador de Venezuela de apoyar y financiar las actividades del Partido de la Revolución Democrática. Tal es la desesperación que priva en un partido que accedió al poder y no supo qué hacer con él, pues es más que claro que no ha sabido gobernar.

Ese partido que se dice de pensamiento humanista, no ha dudado en jugar sucio como lo prueban la filtración de videos y de información privilegiada, que seguramente proviene del Gobierno, para ser usada contra sus adversarios, así como el intento fallido de desafuero contra López Obrador. Por ello el conflicto diplomático ha servido al PAN y su candidato Felipe Calderón para denostar a Hugo Chávez, llamándolo populista autoritario, dictador, agresor de la soberanía de México y acusándolo de denigrar la política latinoamericana, para enseguida compararlo con el candidato de la izquierda mexicana que se mantiene arriba en las encuestas sobre preferencias electorales.

El propósito es confundir, generar desconfianza e infundir miedo respecto al tipo de Gobierno que se tendría de llegar López Obrador y con él la izquierda al poder. Afortunadamente el pueblo mexicano ya es mayor de edad y aprendió el valor del voto para la alternancia. No se dejará confundir ni tendrá miedo para elegir lo que le conviene, y sí tendrá confianza en las posibilidades de un cambio real, cambio que ni siquiera el pretexto de Chávez podrá frenar en 2006.

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