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Paideia/Conciencia y conformismo en el magisterio

Gabriel Castillo

Dos razones me llevaron a escribir este artículo, por una parte, la reciente lectura de un libro de Marcos Roitman Rosenmann sobre el pensamiento sistémico y el social conformismo y por otra la persistencia del movimiento magisterial en los estados del centro y sur del país. Respecto a esto ultimo, los medios de comunicación han dado cuenta, por ejemplo, de la llamada “toma de Oaxaca”, que se refiere al plantón que han instalado los maestros ocupando doce calles del centro de la capital de esa entidad, con la advertencia que se incrementará la presión si no es resuelta la principal demanda que consiste en la rezonificación de 570 municipios que todavía faltan de pasar al tabulador tres, lo cual mejorará significativamente sus percepciones. Existe información que a pesar de un ofrecimiento oficial de 175 millones de pesos para iniciar la rezonificación, de cinco mil horas para secundaria, entre otras respuestas, todavía se mantiene la resistencia hasta lograr un poco más de avance en las demandas.

De igual manera se están movilizando los maestros en otros estados como Guerrero y Michoacán, donde es fuerte la presencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, (CNTE). Pero ¿qué pasa con el resto de la República? Pareciera que no pasa nada o que hay aceptación plena de las condiciones laborales, salariales y prestacionales por parte de los trabajadores agrupados en el SNTE. Me resisto a creer que esto sea cierto, pues esas condiciones distan mucho de ser las idóneas para cumplir adecuadamente con la función magisterial. Aquí es pertinente aclarar que no se trata que los maestros sean privilegiados respecto a otros sectores, sino que se dignifique esa importante profesión, para que se convierta en el soporte de un verdadero proyecto educativo orientado al desarrollo nacional. Y esto no debiera verse como un sueño guajiro, sino asumirse como una firme exigencia de nuestro sindicato a nivel central y en cada estado.

Hace algún tiempo escribí sobre la necesidad de que el magisterio recupere o desarrolle su conciencia de clase, que se asuma como sujeto histórico, con posibilidades de contribuir a la construcción de una realidad distinta a la que hoy tenemos. Esto y el qué hacer frente a lo que está mal o hace falta en nuestro sindicato, además de la irrenunciable lucha por nuestros derechos, no es un problema de pertenencia o no a la CNTE, o cualquier otro grupo. Es un problema de conciencia, esa conciencia que nos dice qué debemos y qué no debemos hacer, que nos angustia o que en ocasiones nos atormenta, pero cuya voz preferimos silenciar porque va contra los deseos e intereses que hemos hecho nuestros en una sociedad individualista y competitiva, no precisamente solidaria. Aquí recurro a Marcos Roitman, quien en su libro editado recientemente por Siglo XXI señala que lentamente se ha venido imponiendo “un orden social que anula la voluntad, inhibe la conciencia y destruye los valores éticos” y que esa destrucción tanto de principios como de voluntad es lo que va permitiendo “el surgimiento de la personalidad y del carácter conformista”. Los maestros debemos reconocer la parte de responsabilidad que nos toca en este asunto. Nos hemos adaptado al sistema, convertido en sus operadores, y abandonamos el compromiso de formar sujetos reflexivos, críticos y creativos. Es indudable que algo nos ha pasado pues somos autocomplacientes, pese a la difícil situación que vive el país y el gremio. El silencio y la falta de compromiso social nos lleva a darle la espalda a la realidad. Más aún, hay un cierto miedo a participar, a cuestionar, por no sufrir sanciones, marginación o rechazo. Ojalá los maestros entendamos y actuemos en consecuencia, que ese miedo o la dificultad para expresar una forma de pensar diferente, lo único que hace es fortalecer el autoritarismo. No contribuyamos a ello, antes bien actuemos uniendo a nuestros actos el sentido y valor éticos que hacen posible resistir ante la adversidad, criticar lo criticable e incluso rebelarse cuando sea necesario ante situaciones injustas o imposiciones arbitrarias.

Termino señalando que el mismo Roitman nos dice, que así como la voluntad y la conciencia pueden ser inhibidas y controladas, “también puede plantearse su recuperación”. Esto no debemos perderlo de vista, por el contrario, habrá que trabajar en ese sentido pues los maestros entendemos que los procesos de socialización son abiertos y muy importantes para renovar discursos y prácticas, en nuestro caso en el ámbito sindical. No se trata de proponer la copia mecánica de formas de lucha del magisterio de otros estados para aplicarse en estas latitudes, sino de darnos todos los trabajadores de la educación la oportunidad de discutir abiertamente nuestros problemas y posibles soluciones. Participar, no dejaré de insistir en ello, en la toma de decisiones, para no dejarla sólo en unos cuantos dirigentes. El sindicato somos todos los trabajadores agremiados que pagamos nuestras cuotas y gozamos (o debemos gozar) de plenos derechos, para opinar disentir, proponer y emprender acciones que de un mejor rumbo a la organización. La lucha democrática y anticonformista, dirigida a mejorar sus condiciones, debe convertirse en una prioridad para el magisterio, aunque sólo en algunos estados sea mayoritariamente, y en otras entidades se dé por sectores minoritarios. Al final habremos de ganar todos.

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