No dejan de sorprendernos los señores del gabinetazo del presidente Fox. Me llama la atención lo declarado recientemente por el señor Javier Usabiaga Arroyo, secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), en el sentido de considerar perverso el ligar la pobreza al campo mexicano. El señor Usabiaga declaró que la política agropecuaria y sus resultados “van bien, caminando; allí no hay focos rojos ni posibilidad de una insurrección social”. El flamante funcionario afirmó que ligar al campo con la pobreza es perverso, “porque la sociedad rural tiene ahora oportunidades que ante se le habían negado como el Seguro Popular, educación esparcimiento e inclusive la introducción e infraestructura para mejorar su calidad de vida”. Desde luego que no aporta datos o cifras para fundamentar su dicho y nos surge la duda: ¿De qué sociedad rural estará hablando?
Por otra parte es digno de destacar el uso de la palabra “perverso”, para calificar el hecho de vincular campo y pobreza. Según el diccionario, ese término significa “sumamente malo”, lo cual nos lleva a pensar que el señor Usabiaga retomando la jerga zedillista del sexenio pasado, quizá percibe algunos “malosos”, que buscan desprestigiar su gestión al frente de Sagarpa. O probablemente ya está siendo presa de uno de los males de este sexenio, el “sospechosismo”, según lo bautizó un polémico señor de apellido Creel. En fin, tal vez esto no sea tan importante, pero lo que sí interesa es destacar esa visión tan lejana de la realidad que ha caracterizado a distintos funcionarios de la actual administración que encabeza el presidente Fox.
El campo mexicano, pese a la perversidad que pueda ver en ello el señor Usabiaga, no puede desligarse de la situación de pobreza en que viven millones de habitantes del medio rural. No se necesita ser especialista en estos temas para conocer que los saldos del neoliberalismo y de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio (TLC), son negativos para el campo, aunque no necesariamente para la élite de productores agropecuarios a la que pertenece el señor Usabiaga. Es muy difícil que alguien se atreva a negar que una de las consecuencias de la caída de la rentabilidad en el campo sea el aumento de la pobreza, pues al recibir menos por sus productos pagar más por sus insumos, los productores se van descapitalizando y han llegado a empobrecerse.
Tampoco se desconoce que de los 25 millones de personas que viven en el campo, alrededor de quince no tienen perspectiva laboral. La gran mayoría depende de otras actividades para subsistir, como la venta de su fuerza de trabajo (recordemos que en el actual esquema del neolatifundio, los anteriores dueños de tierras volvieron a ser jornaleros agrícolas), el comercio y las artesanías. Hoy el propio Banco Mundial reconoce que los índices actuales de indigencia superan los de hace una década y que uno de cada dos habitantes del campo, en promedio vive en extrema pobreza. La pobreza es tal en buen número de familias campesinas, que incluso el consumo de tortilla ha disminuido. ¿No es acaso más perverso que este estado de cosas se mantenga o aumente, sin que se vea la voluntad política real, más allá de los anuncios de televisión, para que de verdad se resuelva?
En México existen once estados con las mayores tasas de población rural, que están amenazados por la inseguridad alimentaria y la desnutrición. Entre ellos se cuentan Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Hidalgo, Tlaxcala, Durango, San Luis Potosí y Yucatán. Y son más de 700 los municipios que están en el rango de la mínima capacidad alimentaria. Esto sí es preocupante, peor hay más un indicador grave en el campo es que la desnutrición afecta al 44 por ciento de los indígenas menores de cinco años, lo que es una proporción parecida a las naciones más pobres de África. ¿Cuál es el futuro de esos niños, que son mexicanos y viven en el campo? ¿Dónde está la perversidad, en que los ciudadanos nos demos cuenta de esta situación o en no hacer lo conducente para cambiar el modelo de desarrollo en este país?
Un último elemento a considerar: si no hubiera pobreza en el campo. ¿Tendría razón de ser el aumento de la emigración a Estados Unidos de Norteamérica? Emigran los jóvenes principalmente, provocando el envejecimiento de la población rural o dejando solos a mujeres y niños. ¿Cuántos millones han emigrado la última década? ¿Cuántos han muerto en el intento? Y aquí cabe preguntar si en los cuatro años del Gobierno foxista se ha frenado la emigración. La respuesta contundente es no, pues la pobreza sigue aumentando. En la actualidad el Gobierno nos informa casi con orgullo, aunque debiera ser con vergüenza, que las remesas de los mexicanos en el extranjero constituyen una de las principales fuentes de ingreso para el país, contribuyendo más que el Turismo, por ejemplo.
Por todo lo señalado y mucho más que se pudiera decir, bien vale la pena recordarle al señor Usabiaga la importancia de usar el lenguaje con propiedad, dando a los términos su justa dimensión o en todo caso, guardar silencio por lo menos en ocasiones. No le hará daño.