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Paideia/Las faldas de la señora, ¡vaya cambio!

Gabriel Castillo

El señor presidente de la República sigue dando de qué hablar y no precisamente para bien. Quizá no hemos entendido que, en lugar de aplicarse a resolver los graves problemas del país, su máxima preocupación sea darle materia de trabajo a los caricaturistas y a los analistas políticos, pues cada vez se supera más en sus expresiones polémicas dos ejemplos de ello son, por una parte, la acusación contra los medios de comunicación de “refritear” los casos de las muertas de Juárez, cuando desde su óptica ya están resueltos y los agresores en la cárcel y por otra, el señalar que quienes se dicen decepcionados del cambio son gentes que quieren “el plátano peladito y en la boca”. Desde luego que no es aceptable que un primer mandatario sea el que busque minimizar un asunto tan delicado como los feminicidios en la frontera de Chihuahua o que dé la impresión de querer alburear a sus detractores que cuestionan el muy pregonado cambio que no se ve.

Pero el presidente Fox nos sigue sorprendiendo: ahora resulta que, haciendo uso de su alta investifdura, nos presenta a la nación entera las faldas de su esposa (“la señora Marta”, dice él) como el nuevo paradigma del cambio en este país, en este régimen. Y lo hace señalando, lamentablemente, que hoy desde la Presidencia, entiéndase desde la posición de “la pareja presidencial”, se ha tenido el valor de demandar a una revista mexicana muy conocida “que calumnia y engaña” y a una “seudoperiodista” argentina, por atreverse a tocar, a entrar en la vida privada de la primera dama. Qué desafortunada intervención del presidente, tomando partido en un asunto que se está llevando ya en los tribunales como algo a resolver entre particulares. Además ¿por qué tanta molestia por la supuesta invasión a una vida privada que la propia Sahagún y su marido se han empeñado en mantener frente a los reflectores? ¿quién no recuerda el beso de la pareja presidencial frente a los medios, teniendo de fondo la Santa Sede en el Vaticano, en una actitud desafiante después de la negativa del Papa Juan Pablo II a recibirlos como esposos? ¿cómo olvidar el alarde que la pareja presidencial hizo con el ultrasonido de su nieto, que, a decir del presidente, venía haciendo la V de la victoria desde antes de nacer?

Es muy importante no perder de vista que la señora Marta Sahagún se viste, se enjoya, viaja y se autopromociona con recursos públicos, que aportamos los contribuyentes y que tenemos derecho a pedirle cuentas. Ella es una persona muy inteligente, bastante audaz, sin pizca de ingenuidad, que se ha tomado muy en serio el asunto del “empoderamiento” de la mujer, al grado que por momentos pareciera tomar las riendas de la Presidencia de la República. Y esto no es exagerado, pues el propio Vicente Fox ha reconocido que discute con ella los problemas del país y sus posibles soluciones, bajo la falsa o errónea concepción de que como ello se exalta la unidad de la familia. Los asuntos de Estado no son asuntos de alcoba o de sobremesa.

Es muy difícil aceptar que el ciudadano Vicente Fox, desde su posición de jefe de Estado, no entienda que elogiando las faldas de su señora y poniéndose los guantes contra los medios de comunicación debilita y vuelve blanco de ataques a la institución presidencial, pues su descalificación hacia la revista Proceso y a la periodista Olga Wornat está mandando una señal ominosa contra todos los medios que osaran atreverse a cuestionar la pareja que temporalmente ocupa la residencia oficial de Los Pinos. Además, con su dicho, el primer mandatario le está dando cuerda a una señora que no necesita mucho para encarrilarse en un exacerbado protagonismo, que puede llegar a extremos delicados si se llaga a tomar en serio el considerarse paradigma del cambio, porque así lo dijo su esposo que no es cualquier persona.

Los mexicanos no tenemos porqué padecer ese protagonismo y el Partido Acción Nacional debe tomar cartas en el asunto, pues así como fue rebasado en 2000 por Vicente Fox, ahora puede ser rebasado por su señora, quien ya logró colocarse en posición de privilegio en los órganos donde se toman las decisiones de ese partido, que aunque no lo parece es el partido en el poder. ¿Acaso el cambio consiste ahora en que la señora Marta Sahagún hable en plural, en los actos públicos, cuando se refiere a los logros (reales o supuestos) del presidente de la República, aunque enseguida corrija su lapsus? ¿o en que la misma señora de las faldas bien puestas, envalentonada por la virtual alianza con los representantes del Yunque, lance un desafiante “no estamos dispuestos a dejar el Gobierno”?, ¿o en que declare que el PAN ya no es de derecha, sino representante del Humanismo, lo cual no vemos practicado ante tanta pobreza y marginación derivadas de la política económica?

La verdad que esos desplantes y actitudes no pueden tomarse como referentes del cambio en el Gobierno, pues se requiere mayor seriedad, pero lo que preocupa es la posibilidad deque tanto el elogio presidencial de las faldas de la primera dama como el ataque a los medios de comunicación y a periodistas críticos, esté siendo promovido por los sectores duros de la ultraderecha en el Gobierno y pensado como parte de una estrategia para conservar el poder a toda costa.

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