Permanecen miles de personas bajo los escombros causados por un terremoto desde el sábado pasado.
EL PAÍS
ISLAMABAD, PAKISTÁN.- Pakistán pierde la esperanza de rescatar con vida a miles de sepultados por el terremoto del pasado sábado, mientras los equipos de salvamento internacionales agotan sus últimos esfuerzos por encontrar sobrevivientes y el Ejército paquistaní se moviliza en la tarea de recuperación de cadáveres. El miércoles salieron vivas de entre los escombros las últimas diez personas: seis en el pueblo de Kagan, rescatadas por un equipo iraní, y cuatro en Muzaffarabad, capital de la Cachemira paquistaní, la ciudad más dañada por el seísmo.
La niña de cinco años Larif Husein fue hallada por sus tíos que escarbaban desesperados buscando a varios familiares desaparecidos; los rescatadores rusos salvaron a la pequeña, también de cinco años, Zarabe Sha; los turcos hallaron a una mujer de 45 años y los británicos a un anciano de 80 años. Conforme pasan las horas se hace más difícil la salvación de las víctimas. Los expertos dicen que las intensas lluvias de estos días son las que han facilitado los últimos rescates, ya que los sobrevivientes bebieron del agua caída.
Desde el miércoles, sin embargo, los cielos están despejados, lo que, por otra parte, ha permitido establecer un puente aéreo de helicópteros para ayudar a cientos de miles de afectados que se encuentran en los pueblos de las montañas que han quedado aislados.
INFRUCTUOSA BÚSQUEDA
Al improvisado aeródromo de Bag, donde ha instalado su campamento el equipo español de Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF), acudió un hombre diciendo que unos vecinos habían escuchado ruidos debajo de los escombros de una escuela.
La escuela femenina Campo Primaveral de Bag, levantada con fondos de Naciones Unidas, tenía dos plantas y se construyó con cemento armado, pero sus pilares cedieron por la fuerza del temblor de 7.6 grados en la escala de Ritcher, cuando 700 niñas de entre tres y trece años asistían a clase. La mayoría tuvo tiempo de escapar pero hay decenas de desaparecidas entre estudiantes y profesoras.
Una patrulla que incluía al director de búsqueda del equipo, Antonio Rodríguez Nogales, inspeccionó los escombros hasta encontrar un hueco por el cual penetrar. Nacho, un sabueso sacado de una perrera cuyo olfato aseguran que es infalible, fue el primero en ser llamado al lugar.
Rafael Serrano, de 32 años, otro de los voluntarios, impuso silencio entre la multitud congregada. Nacho subía y bajaba rastreando la zona pero su boca no dejó escapar ningún ladrido, la ansiada señal de que había detectado vida.
Pasados unos minutos, la operación se repitió hasta cuatro veces con cuatro perros distintos, cuyos educadores se situaban en diferentes puntos de los restos de la escuela ?para que no quede ni un centímetro por batir?, afirmó Serrano. Pero tampoco esa vez pudieron cumplir el objetivo de su viaje: rescatar con vida a alguien.
