Podría obtener, algún día no cercano, un fallo favorable de la justicia electoral, una victoria jurídica que, sin embargo, no se traduciría en un triunfo político porque sus adversarios la expulsarían tan pronto se pretendiera poner en práctica los términos de una sentencia que invalidara la convocatoria a la reunión del Consejo Político Nacional, la reunión misma y sus resultados, entre ellos la elección de nuevo presidente. Pero aun si tal eventualidad legal ocurriera, es claro que al día de hoy Elba Ester Gordillo ha sido derrotada por Roberto Madrazo.
No sólo no pudo relevarlo en la presidencia nacional de su partido, sino que lo hizo un adversario de la dirigente magisterial, como lo es también el nuevo presidente de la Cámara de diputados. El antielbismo de Mariano Palacios Alcocer y de Heliodoro Díaz Escárrega parece haber sido requisito de su designación.
Es la segunda vez que Palacios Alcocer encabeza el PRI. Prohibida la reelección de presidente desde 2002, es opinable y litigable su elección, como lo es también el que la convocatoria a la reunión del consejo que lo eligió haya sido firmada por él mismo, en su condición de secretario técnico de ese órgano y no por el presidente del partido. El ex gobernador queretano queda por ese motivo en situación precaria, pues dependerá de la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Pero esa precariedad no es mayor que la que lo acompañó durante los 18 meses en que antes, de septiembre de 1997 a marzo de 1999, presidió el PRI. El mismo inesperado modo que lo condujo a ese cargo lo derribó de él cuando lo decidió el presidente Zedillo. Las elecciones de 1997 resultaron desastrosas para el partido dominante, que dejó entonces de serlo en la Cámara de Diputados. Además del control sobre ese órgano del Congreso, el PRI no sólo perdió los comicios locales en la ciudad de México, que incluyeron por primera vez la jefatura de Gobierno capitalino, sino que fue tajantemente abandonado por los ciudadanos del Distrito Federal.
Alguien tenía que pagar por esas derrotas y el indicado fue quien presidía el partido perdedor, Humberto Roque Villanueva. Aunque su remoción no ocurrió inmediatamente después de la tragedia electoral, fue indudable que ella causó el despido del coahuilense ahora senador y su reemplazo por Palacios Alcocer.
Con ese motivo, dije en este mismo lugar el 11 de septiembre de 1997: “No parece tener remedio el PRI. En medio de sus crisis, ha insistido en el método tradicional de remoción y nombramiento de su líder nacional... Varios grupos de militantes, unos más calificados que otros, con presencia real algunos de ellos en la vida del partido oficial, se expresaron en las semanas recientes por un procedimiento de elección que responda a la delicada hora priista. Se les ha propinado un tapaboca al recurrir al mecanismo inveterado, inherente a un partido que nació del poder presidencial: el dedazo que se asesta desde Los Pinos. Allí se dispuso el cese de Humberto Roque. Y allí se gestó la designación del diputado Mariano Palacios Alcocer como su sucesor. Ya pueden guardarse, los miembros comunes del partido, sus ganas de participar en un proceso democrático de elección. La naturaleza vertical del PRI no lo admite”.
Esa naturaleza vertical prevalece. Ya no asciende hasta la Presidencia de la República, pero subsiste la toma de decisiones en la cúpula, que en los pisos inferiores se admite sin chistar. El miércoles 31 de agosto, novecientos y tantos consejeros priistas pasaron el día esperando el momento de elegir a Manlio Fabio Beltrones, hacia donde parecía apuntar el dedo de Madrazo. Y cuando mudó el sentido de la decisión, sin ninguna dificultad, sin discusión alguna fue aclamado Palacios Alcocer, en cuyo nombre no habían reparado para ese propósito los circunstantes. Sordamente, hubo sólo una suerte de voto de protesta: en función de su interés personal, como número tres en la jerarquía priista José Ramón Martell no se avino a presidir el partido durante unos minutos (serían 14 a la postre) y dejó la secretaría de Organización Al renunciar Madrazo, como estaba previsto, inútilmente se llamó a la secretaria general a que lo reemplazara.
Como sólo el silencio respondiera, pues Gordillo cumplía su anuncio de no presentarse a una reunión que consideró ilegal (como hicieron también unos 300 consejeros más, de un total de mil doscientos y pico) y ante la ausencia de Martell, el cuarto en la línea de sucesión César Augusto Santiago, secretario de Elecciones, asumió la presidencia, apenas en el tiempo necesario para que Palacios Alcocer se convirtiera de secretario técnico del consejo (el órgano que lo elegiría) en presidente del partido. Luego que en abril se marchara a Hidalgo, David Penchyna, para integrarse al gabinete local, Palacios Alcocer fue nombrado por Madrazo para ocupar esa vacante en la secretaría técnica.
Se caracterizó por su postura firme contra las secretaria general, de cuyas ausencias llevaba cuenta puntual. Todavía el lunes hizo su último mérito de campaña, al responder a las invectivas de Gordillo contra Madrazo. Tal cercanía, tal identidad de propósitos muestra que Montiel se avino a aceptar una propuesta de su adversario. La experiencia de Palacios Alcocer en su completa vida pública (que va desde alcalde hasta secretario de Estado, pasando por la gubernatura y curules en ambas cámaras federales) le permitirá no mostrarse sesgado a favor de Madrazo. Pero lo estará.