Este día, el presidente Vicente Fox festejará su elección como titular del Ejecutivo Federal.
Quizá también festeje su cumpleaños y su aniversario de bodas. Pero lo que no podrá celebrar es haber realizado un Gobierno en el que se hayan cumplido las promesas que les hizo a los mexicanos.
De hecho la concentración de hoy en la Ciudad de México es una muestra más de la forma en que el Gobierno foxista se hace bolas y da palos de ciego al tratar de justificarse ante la ciudadanía del porqué actúan de esa manera, aún contra la petición expresa de muchos sectores ciudadanos de que no contaminen los procesos electorales, en especial el del Estado de México.
Tan ello es así, que comenzaron primero por afirmar que el evento lo organizaba la Presidencia de la República. Luego salieron con que lo organizaba el PAN y hasta Manuel Espino le reprochó al vocero presidencial Rubén Aguilar, el que anduviera haciendo invitaciones. Y acabaron por sostener que era una serie de organizaciones sociales (muchas de ellas fantasmas y otras beneficiarias en gran medida del Gobierno) las que en realidad convocaban al evento.
Por lo visto el presidente no ha entendido, ni lo entenderá jamás, que una de las grandes cualidades de un político es su congruencia.
Si él en el dos mil pidió al entonces presidente Zedillo que se abstuviera de hacer política y apoyar a los candidatos del PRI, ahora debería hacer lo mismo y evitar cualquier acto que pueda ser motivo de crítica de esa naturaleza.
Porque las cosas y los actos, no son malos cuando los hacen otros y buenos cuando uno los hace. Son buenos o malos en sí y eso no tiene ninguna duda.
Pero además, Fox y sus asesores deberían saber que desde un punto de vista práctico, de poco o nada servirá cualquier tipo de proselitismo político que realicen, porque los resultados de las elecciones del domingo en Nayarit y el Estado de México no variarán en nada con esa concentración.
Por ello, este festejo del supuesto “arribo de la democracia” no es sino un acto más de provocación hacia los partidos de oposición. Bueno, hasta algunos dirigentes de los sectores empresariales le solicitaron que cancelara el evento, pero ni a sus pares escucha ya el presidente.
Ser congruentes y aprender de las lecciones del pasado es fundamental en la vida de cualquier hombre, no así en el caso de Fox. Hace poco, quejándose de las críticas de los medios volvió a confundirse con el nombre de Jorge Luis Borges, pues insiste que se llama José Luis.
No entiendo entonces porqué le duele tanto la crítica y se queja sistemáticamente de ella si, por lo visto, ni siquiera la toma en cuenta para enmendar sus equivocaciones.
Es cierto que la crítica es a veces malintencionada, dolosa, tendenciosa. Pero también lo es que no se puede generalizar, pues puede suceder que la crítica sea fundada y razonada, de manera que, en tal caso, el político debe cambiar su actitud, enmendar errores y corregir desviaciones.
Cerrar los ojos a esa realizad y juzgar con igual criterio todo señalamiento crítico sólo conduce a la permanencia en la supina ignorancia o a continuar instalado en la soberbia.
Pero así pintaban las cosas desde la campaña; sólo que entonces muchos le festinaron a Fox sus terquedades, cerrazones, ignorancias y desplantes de soberbia. Y por eso, él debe haber pensado que si así había ganado la elección, de la misma forma podía gobernar. Y se equivocó.
Para colmo una renuncia más se suma esta semana a la ya larga lista de ellas. La subsecretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Olamendi, deja ese cargo en razón del mentís que le propinó el vocero de Fox, Rubén Aguilar, al sostener que el Ejército Mexicano no puede intervenir en misiones de paz de la ONU.
La verdad es que Aguilar está equivocado y él debería concretarse sólo a ser el corrector verbal de los dislates de Fox, porque para eso le pagan.
La cereza del pastel es sin duda la susceptibilidad del Gobierno norteamericano respecto de las seis estampillas postales con la caricatura de Memín Pinguín.
‘Ora resulta que los gringos blancos, que fastidiaron por cientos de años a los negros, son sus acérrimos defensores y se molestan hasta por nimiedades, al grado de generar un conflicto diplomático.
La verdad es que en eso no tienen razón los gringos y sólo quieren hacérsela de cuento al Gobierno mexicano.
No de todo tiene la culpa Fox. No de todo.