Matamoros|Jacales de madera y lámina son la escenografía del lugar
EL SIGLO DE TORREÓN
Aproximadamente 200 familias viven en terrenos que no son de su propiedad
MATAMOROS, COAH.- Las historias son diferentes, la necesidad es la misma. Aproximadamente 200 familias habitan terrenos que no son de su propiedad. Jacales construidos de madera, plástico y lámina, empiezan a proliferar de una manera que pareciera inevitable.
Los dueños han lanzado la advertencia: esos terrenos no serán habitados por nadie porque están contemplados para un futuro fraccionamiento. Además aseguran que los que hoy invadieron no tienen ninguna necesidad que justifique su posicionamiento.
Pero al ver las condiciones en que viven esas familias, la realidad pudiera ser otra. El predio es conocido como Santa Cecilia y se encuentra en las meloneras, frente a la ladrillera Binsa, rumbo al ejido Congregación Hidalgo.
Desde varios metros de distancia, se logra percibir la bandera mexicana. Los mismos inquilinos la izaron, como símbolo de patriotismo. El olor es penetrante, a las orillas del terreno ya delimitado por sus pobladores, una capa de humo parece ser la causante de la fetidez.
En su jacal, María Pérez permanece con sus tres hijos. Ella tiene 24 años de edad. Su esposo, Juan Ramírez, trabaja en una maquila de Matamoros, Apenas logra obtener lo necesario para que su familia se alimente. Anteriormente pagaban la renta de una casa en la colonia Las Carolinas.
?Alguien? les dijo sobre esta oportunidad. Sin pensarlo, Juan y María tomaron sus pocas pertenencias y se dirigieron al predio Santa Cecilia. Saben que ese terreno tiene dueños, pero aun así decidieron permanecer el tiempo que sea necesario.
No son invasores, dicen todos los que ya habitan el terreno. El único objetivo de los inquilinos, es que el dueño de las tierras, aparezca un día con ellos y negocie algún precio para cada uno, con facilidades de pago.
Nadie les ha dicho que sí, pero por lo pronto, ellos ya delimitaron sus terrenos con una exactitud tal, que el lugar luce cómo próximo a fraccionarse. No se puede establecer un número exacto de las familias que allí habitan, pero parecen ser alrededor de 200.
Al visitar el predio se puede percibir una particularidad que no todos los asentamientos invadidos tienen. Aproximadamente tres de cada diez familias, cuentan con un automóvil, la mayoría de éstos son de procedencia extranjera.
Las incomodidades son innumerables. No hay servicio de limpieza, no existe drenaje sanitario ni de agua potable, no se distinguen fosas o letrinas, no hay alumbrado público, no hay calles... Pero no se retirarán hasta llegar a un acuerdo con el dueño.
?Nosotros no nos vamos a ir porque queremos que nos vendan los terrenos. Si el dueño dice que no los vende, pues nosotros nos vamos, pero nuestra inquietud de venir para acá, fue porque tenemos conocimiento que desde hace 20 años más o menos, estas tierras no son aprovechadas para nada, es un basurero?, justifica Víctor.
Hay gente de todos lados: De ranchos en Matamoros como de la misma cabecera municipal, de Juárez, Chihuahua; ejidos. Todos conviven. Desde hace una semana aproximadamente, decidieron apostarse en esos terrenos.
Cada uno de ellos asegura que detrás de este movimiento no hay ningún líder y que la decisión de quedarse en las tierras es propia. Entre todos se cooperan para comprar bultos de cal y así establecer el límite que cada familia tiene: ocho metros por 20.
El calor es insoportable a mediodía, las mantas o plásticos que utilizan como techo, son insuficientes para la familia completa. Por momentos María sale y sus hijos se quedan bajo el jacal. Sobre la tierra, los niños juegan incesantemente.
A lo lejos el humo continúa y la pestilencia se incrementa. A la entrada del terreno, un grupo de cuatro hombres permanece sobre sus bicicletas, también son habitantes. En el otro extremo algunas familias conviven amenamente.
Griselda está con su madre. Desde el sábado antepasado decidieron tomar una parte de terreno para ya no tener que pagar renta. Junto a sus esposos, hace algún tiempo llegaron a Matamoros para vivir en la colonia Jaso Ayup.
Griselda ya tiene dos hijos y uno que viene en camino. En cualquier momento puede nacer. Sólo es cuestión de días para que el bebé de la joven nazca. La incertidumbre persiste, pero también la posibilidad de comprar esos terrenos.
En Juárez, los esposos de Griselda y Alejandra trabajaban en un taller de enderezado y pintura. Entre los dos pagaban una renta de mil 500 pesos mensuales. Pero las ganancias del empleo no eran superiores a las necesidades del hogar.
Cuando llegan a Matamoros, rentan una casa pequeña. Pero al igual que allá, el sueldo apenas si alcanza para comer. Como a la mayoría de los demás, ?alguien? les dijo que había terrenos libres para usar y fincar una casa.
De inmediato llegaron al lugar. Allí ya estaba Elvira con su familia. Su esposo, Isidro, no tiene empleo fijo, ?pero trabaja de lo que sale?. Antes tenían que pagar 600 pesos al mes por una casa. Mientras Isidro busca empleo, su esposa prepara bolsas llenas de churros para vender en las calles de la ciudad.
Pocos jacales tienen ?paredes?. De cuatro troncos sostienen mantas o plástico. No hay ninguna llave para tomar agua. Las heces fecales son enterradas para evitar el posible brote de alguna enfermedad, ya que no hay fosas o letrinas.
INSALUBRIDAD
El olor persiste y no es agradable. Víctor se ofrece para realizar un recorrido por el terreno. En el camino hay de todo: vegetación, moscas heces fecales, escombro y restos de reses que son tiradas presuntamente por el personal que labora en el Rastro Municipal, que se encuentra a escasos metros del predio Santa Cecilia.
Son cabezas, pieles, colmillos y un cúmulo de moscas e insectos. Algunos de estos restos parecen tener a la intemperie menos de diez días. La insalubridad es inevitable. La gente utiliza los mezquites para cubrirse de los demás cuando acude a realizar sus necesidades fisiológicas.
Casi nadie tiene cocina. Cuando piensan ingerir alimentos, encienden una fogata y utilizan discos para cocinar los alimentos. En cada jacal hay garrafones de agua purificada. No hay vasos de vidrios, mucho menos platos, apenas si tienen algunas cobijas y sombras para cubrirse de los intensos rayos del sol a medio día.
Las sombras que los meloneros hacen, han sido utilizadas por los inquilinos como estacionamiento. En el terreno se han delimitado vías de entrada y salida con cal. La gente continúa extendiendo su posición, afectando de manera directa a dos propietarios quienes reclaman les regresen de inmediato sus terrenos.
Víctor llegó solo. Anteriormente pagaba 600 pesos de renta en una casa en la colonia Las Carolinas. Es jornalero y su único objetivo es pedir al dueño una oportunidad para pagar la tierra a un ?buen precio y con facilidades?.
?Estas tierras tienen años sin ser trabajadas, no les han sacado ningún provecho durante 20 años, más o menos. Esto es ya un basurero. Allí están las pruebas con los restos de animales muertos que tiran los del Rastro Municipal.
?A ellos también deberían hacerles algo porque nosotros estamos en riesgo de contraer alguna enfermedad. Estamos aquí por necesidad, no por capricho. Porque si así fuera, no estuviésemos aguantando las carencias que hay aquí, el olor, los animales, el calor y el peligro de que cualquier día nos corran de aquí?.
Incluso algunas personas aprovechan para quemar los restos de los animales para poder asentar su jacal. Eso explica el mal olor proveniente de la parte sur del terreno. Sin embargo, los habitantes desconocen la identidad de los propietarios.
?En vez de querer sacarnos de aquí, los señores deberían venir y platicar con nosotros. Sólo deseamos un terreno para nuestra casa, no queremos adueñarnos de las tierras, las queremos comprar, no venimos a robar. Estamos dispuestos a la negociación y en caso de que no podamos llegar al acuerdo, pues nos vamos como llegamos?, asegura Víctor.
Ésta es la segunda ocasión que personas invaden terrenos en Matamoros. La primera y que todavía continúa es en los terrenos propiedad de Ferrocarriles de México (Ferromex) donde incluso sus habitantes ya construyeron casas de adobe y poco a poco van fraccionando el lugar.
Sin embargo, este caso es diferente al del predio Santa Cecilia, ya que la gente que se asentó en las tierras de Ferromex, asegura que no tienen dueño, mientras que en la invasión más reciente, saben que ese terreno tiene dueño, pero desean llegar a un acuerdo para construir sus casas.
En la calle...
Decenas de personas establecieron sus jacales en propiedad privada.
*Son aproximadamente 200 familias.
*De cada diez familias, alrededor de tres tienen vehículos de motor.
*Todos han delimitado su terreno de ocho metros por 20.
*En muy pocos jacales hay camas, aseguran que sí duermen en los terrenos pero sólo sobre colchas.
*Los habitantes cortan la vegetación y queman los desechos.
*Entre los desechos se han encontrado, heces fecales de animales así como reses muertas.
*No hay ningún tipo de servicio en la extensión territorial.
*El predio invadido es el conocido como Santa Cecilia.
*Las familias ya están habitando terrenos de dos propietarios, con apellidos Rueda y Guerrero.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón