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Paradójico Día de la Familia

Juan de la Borbolla

Comentábamos anteriormente la buena iniciativa propuesta por el presidente Fox en el marco del 28 aniversario del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia: (DIF) al plantear el establecimiento del Día de la Familia, el primer domingo de marzo. Esta decisión presidencial surgida de una idea lanzada por el Consejo de la Comunicación resulta sin embargo paradójica tal y como lo hacía constar nuestro buen amigo el ex gobernador de Jalisco Alberto Orozco Romero, al considerar en una colaboración a página editorial, la incongruencia que se está viviendo desde la cúpula presidencial entre los hechos personales y las palabras que se vierten en torno a la institución familiar.

Tal y como coincidentemente se contempla en el logotipo del propio Consejo de la Comunicación: en el ambiente político mexicano pareciera emerger una ondulación que se va amplificando en ese lago no tan tranquilo de la vida pública nacional, a partir de ese hecho central de la onda concretado por el presidente Fox y la señora Marta Sahagún justamente el día en que se conmemoraba el primer aniversario del triunfo electoral del primero, legalizando el rumor a voces de su relación de amasiato. A partir de esa legalización y propugnada legitimación social de su situación de “pareja presidencial” algunos otros funcionarios públicos que gozaban de una fama incluso de intransigencia en aspectos morales no tuvieron empacho en descubrir a la opinión pública su situación irregular en lo que se refiere a la vivencia de la fidelidad conyugal y por ende la ejemplaridad familiar, terminando algunas de esas apariencias en sonados divorcios.

Se puede criticar que en épocas no tan lejanas de la política mexicana se viviera la hipocresía en altas esferas públicas en lo que se refiere a la moral conyugal, al tener muchos de aquellos funcionarios varios frentes o casas chicas, sin que eso fuera óbice para presentarse en público con su legítima esposa como si fuese un matrimonio ejemplar. Durante muchas décadas del siglo pasado una causa para dejar de competir en la carrera presidencial era justamente el que aflorara a la opinión pública una situación matrimonial irregular o un divorcio previo al “destape”.

Y es que independientemente de creencias religiosas o conceptos de ética natural en torno al matrimonio como institución, se consideraba que siendo el funcionario público de alta investidura alguien que de alguna manera se constituía socialmente en un modelo de vida, un mal ejemplo publicitado podría constituirse en un medio disolvente de la ética pública y en justificación para muchos, bajo el mediocre argumento: si mi jefe lo hace; si aquel que es tan importante o tan letrado, o tan poderoso, lo hace: ¿por qué yo no?

Por ello a partir de que el presidente descaró su relación, ha permitido a muchos justificar la suya infiriendo todo ello un duro golpe a la institución familiar la cual ahora se pretende resarcir, creándole “su día”; pero paradójicamente golpeando previa y directamente uno de sus cimientos: La Fidelidad Conyugal.

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