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Selección de Emilio Herrera M.

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En una carta escrita en Tebas el 24 de noviembre de 1828, Jean Francois Champollion se expresa de la siguiente manera: ?Aquí aparece toda la magnificencia faraónica, lo más excelso que han imaginado los hombres.

Ningún pueblo antiguo ni moderno ha concebido la arquitectura a una escala tan grandiosa como lo hicieron los antiguos egipcios. Concebían como hombres de cien pies de altura, y la imaginación que en Europa se eleva por encima de nuestros pórticos, se detiene para caer, impotente, al pie de las ciento cuarenta columnas de la sala hipóstila de Karnak.

Efectivamente, el templo a Amón-Ra, rey de los dioses, es el centro de uno de los mayores imperios que ha conocido la historia. Tebas es la sede de un srey considerado, en todo momento, como de esencia cósmica, ya que su ojo brilla más que las estrellas del cielo, según dicen los textos. La región tebana alberga los templos más grandes de Egipto, las tumbas reales, magníficas esculturas de grandes personajes. Amenofis III dio directrices personales a sus artesanos sobre la construcción de los templos, manifestando así el interés que concedía a la arquitectura. En Karnak emprendió muchas obras dirigidas por Amenohtep hijo de Hapu. Crea el admirable templo de Mut, rodeado de un lago sagrado en forma de media luna que será restaurado por Ramsés III, el templo dedicado al dios-hijo de la tríada tebana, Jonsu que encarna uno de los aspectos de la fuerza lunar; el templo dedicado al dios guerrero Montu, gracias al cual consiguieron muchas victorias. También se debe a él la columna central de la gran sala hipóstila, ese bosque de piedras donde los juegos de luces revelan, según las horas del día tal o cual aspecto de las divinidades. Amenofis III es también el autor de un gran escarabajo muy famoso, instalado cerca del lago sagrado para recordar el devenir constante del ser y las necesarias transformaciones que hay que efectuar para escapar a la ?segunda muerte? y entrar en el paraíso del Más Allá.

La gran obra maestra del reinado de Amenofis III es el templo de Luxor, la morada del señor de los cielos, idéntica al horizonte del cielo. Su columnata principal es sutileza, equilibrio, serenidad. Una vez al año, Amón abandonaba Karnak para ir a Luxor, donde adoptaba la forma del dios de las fuerzas fecundadoras, Min, con el falo erecto. Una teología muy compleja justificaba la implantación de estos templos y explicaba sus vínculos. Schwaeller de Lubicz ha demostrado que los maestros de obra egipcios no dejaban nada al azar y concebían sus templos como seres vivo, portadores de un mensaje espiritual. Nadie que haya tenido la suerte de visitar Luxor lo pondrá en duda.

CHRISTIAN JACQ. EL EGIPTO DE LOS GRANDES FARAONES. COLECCIÓN ENIGMAS DE LA HISTORIA. LA HISTORIA Y LA LEYENDA. ROCA. MÉXICO, D. F. 1989.

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