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Selección de Emilio Herrera M.

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Durante mil quinientos años los hombres habían combatido con armas de bronce. Ni el cobre ni el estaño, los dos metales necesarios para la fabricación del bronce, eran comunes, y su búsqueda era difícil y precaria. Los fenicios (el nombre dado por los griegos a los cananeos que habitaban en la costa) hasta enviaron a sus osados marinos fuera del Mediterráneo, al norte de lo que debe haber parecido el fin del mundo, para excavar las minas de estaño en Cornualles, en Inglaterra.

Sin embargo, se conocía un metal más duro que el bronce. Ocasionalmente, se hallaban trozos de un metal gris oscuro que, cuando se lo golpeaba para hacer espadas o puntas de lanza, permitía obtener armas más duras y resistentes que el bronce y que mantenían su filo por más tiempo. El inconveniente era que este metal, al que llamamos ?hierro?, sólo era hallado muy raramente. (Ahora sabemos que esos hallazgos serán meteoritos formados por una aleación particularmente dura de hierro con otro metal afín, el níquel).

Sin duda era posible obtener hierro de los minerales rocosos que lo contenían en combinación química con otros elementos, pero los primeros metalurgistas raramente, y aún así, por accidente. Mas aún, el hierro así obtenido era impuro y de baja calidad. El problema era que, mientras el cobre y el estaño podían ser separados de los minerales con bastante facilidad mediante un fuego corriente, era mucho más difícil separar el hierro. Se necesitaban fuegos más calientes y técnicas más complicadas.

Aun después de que se obtuviese un hierro de la calidad apropiada, era menester elaborar métodos de fusión que le añadieran una cantidad apropiada de carbón para obtener ?acero?, que era el tipo resistente de hierro que podía usarse para fabricar armas.

Alrededor de 1300 a. C., la técnica para fundir el hierro y agregarle carbón fue desarrollada en las estribaciones caucasianas de Urartu. Esta tierra se hallaba bajo la dominación del Reino Hitita, que estaba entonces en su apogeo. Los reyes hititas mantuvieron cuidadosamente el monopolio sobre la nueva técnica, pues se daban cuenta de su importancia, no sólo porque proporcionaba un metal superior al bronce, sino también porque era potencialmente mucho más común. Al principio sólo se disponía de pequeñas cantidades de hierro, y durante algunos siglos fue hasta cuarenta veces más caro que la plata. Pero antes de que los hititas lograsen aumentar su provisión de hierro y darle utilidad, fueron abatidos.

El reino Hitita fue destruido durante los desórdenes que siguieron a los movimientos de los Pueblos del Mar, y terminó su monopolio del hierro. El conocimiento de la técnica de fusión del hierro se difundió rápidamente y pasó, por cierto, a Asiria, que limitaba con el reino donde se elaboraba el hierro, Urartu.

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