El azar desempeña un papel importante en todos los descubrimientos.
Cuando Mariette caminaba por las ruinas de Sakara, a la vista de la gran pirámide escalonada, halló una esfinge de la que emergía de la arena sólo la cabeza. Mariette no fue el primero en observarla, pero sí en descubrir la semejanza de esta esfinge con las del Cairo y de Alejandría. Y cuando encontró una inscripción que llevaba una invocación a Apis, el buey sagrado de Menfis, asoció todo lo leído, lo oído y lo visto, completando así su fantasía el marco del paisaje misterioso, olvidado, de cuya pasada existencia se tenía una ligera noción, pero cuyo lugar exacto de emplazamiento nadie sabía. Tomó a sus servicios a algunos árabes, él mismo empuñó el pico y descubrió nada menos que ciento cuarenta esfinges.
Igualmente halló la parte esencial del conjunto de la antigua Sakara, tanto lo descubierto como lo enterrado bajo la arena, y el llamado ?Serapeum? en su forma latina, o ?Serapeion? en la griega, por ser un conjunto de templos en honor del dios Serapis.
También bajo la arena, la hilera de esfinges comunicaba dos templos. Y cuando Mariette dio con ellos, además de las esfinges bien conservadas había un sinfín de basamentos de otras, cuyos ?hombres leones? fueron robados, al no cubrirlos la arena que constantemente, antaño como hoy, se va depositando en toda la extensión de la comarca. Encontró otra cosa a la que se había aludido en relación con la hilera de esfinges: ¡Las tumbas de Apis, el buey sagrado! Descubrimiento que nos permite apreciar claramente algunas formas particulares del culto de los egipcios.
Como toda ceremonia religiosa extraña a nuestra mentalidad, nos parece terrible; y a los antiguos griegos les parecía tan extraña y terrible como a nosotros, pues en sus relatos de viaje se limitan a decir que es algo desacostumbrado, extravagante.
Mucho más tarde, los dioses de los egipcios adoptaron formas simples mortales. Al principio, aparecían encarnados, para la conciencia religiosa de los antiguos, bajo la forma simbólica de plantas y animales. La diosa Hator perviva en el sicomoro, el dios Nefertem en la flor de loto, la diosa Neit era venerada como escudo, en el cual aparecían dos flechas clavadas en forma de cruz. Pero la divinidad se manifestaba especialmente bajo la forma de seres irracionales. El dios Chnum era un macho cabrío, el Dios Horus un halcón, Tut un ibis, Sucos un cocodrilo, la diosa de Bubastis, un gato; la de Buto, una serpiente.
Al lado de estos dioses presentados en forma de animal, se veneraba también el animal mismo, cuando se distinguían en él ciertas características. Y el más conocido, al que se atribuía el culto más solemne, era Apis, el buey sagrado de Menfis, al cual los egipcios creían servidor del dios Ptah.
C W CERAM. DIOSES, SABIOS Y TUMBAS. LA NOVELA DE LA ARQUEOLOGÍA. EDICIONES DESTINO. BARCELONA. QUINTA EDICIÓN ENERO 1958.