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Selección de Emilio Herrera M.

Invitación a la lectura.

No deja de sorprendernos el hecho al ver que en un lapso no muy grande, los ingleses primero, y los norteamericanos después, pudieran apoderarse de cerca de nueve millones de kilómetros cuadrados que estaban en poder de los pieles rojas, los indios nativos.

El proceso fue el siguiente: Cuando encontraban indígenas que se prestaban a venderles sus territorios, ciertamente se los compraban por medio de un contrato y se los pagaban, pero no en su verdadero valor sino en cualquier bagatela. Por otra parte, los pieles rojas nunca tuvieron la intención de vender la propiedad de sus tierras sino el usufructo de ellas, pues tenían la idea de que las tierras no se pueden vender, como no se puede vender el sol, el aire ni la luz por ser bienes comunes a todos los hombres.

En cambio los ingleses compraban en la inteligencia de que les pertenecerían para siempre, como se hacía y aún se hace en Europa. De ahí que, aunque exhiban documentos de compra justificando que son legítimos dueños, el contrato fue injusto, pues lo hicieron con engaño del vendedor.

Y cuando los ingleses veían que los pieles rojas se resistían a proporcionarles víveres o venderles tierras, les declaraban la guerra, persuadidos de que por tener mejores armas y mayores conocimientos bélicos, les vencerían y podrían adueñarse de los bienes de los vencidos.

En ambos casos, pues, los ingleses -dizque misioneros calvinistas-, procedieron con premeditación, alevosía y ventaja, como decimos en México. Pero de esa manera injusta y anti-evangélica adquirieron gran parte del noreste de Norteamérica.

El resto del país lo adquirieron los norteamericanos a partir de su independencia, o sea, del año 1776, pero siguiendo el mismo criterio expansionista.

El año 1803 compraron a los franceses el territorio de Lausana que tiene 125 mil 675 kilómetros cuadrados. En el año 1819 compraron a Inglaterra la Península de la Florida con sus 151 mil 670 kilómetros cuadrados, y en el año de 1867 compraron a Rusia la Península de Alaska por siete millones doscientos mil dólares, sus un millón 520 mil kilómetros.

Pero no satisfechos con haber adquirido lo dicho, aspiraban a fijar sus fronteras en el Río Bravo, para lo cual se propusieron apoderarse nada menos que de Arizona, California, Colorado, Nuevo México y Texas, inmensos territorios que España heredara a México como propiedad de la nación mexicana.

Como se puede suponer, México no estaba dispuesto a que los norteamericanos le arrebataran sus propiedades, por lo cual tan pronto como se enteró de las malas intenciones de sus vecinos, envió sus tropas para contenerlos; pero si bien los soldados mexicanos dieron grandes pruebas de valentía y patriotismo, no pudieron detener al poderoso ejército enemigo, viéndose obligados a replegarse hasta llegar a la capital, donde fueron derrotados y obligados a hacer un oneroso tratado de paz conocido con el nombre de Tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, por el cual tuvieron que ceder a los vencedores los cinco territorios mencionados con un total de un millón 983 mil 562 kilómetros cuadrados, 11 mil más del terreno que quedó para México.

Es cierto que le entregaron como recompensa veinticinco millones de dólares, pero era una verdadera bagatela si tenemos en cuenta la riqueza potencial de aquellas tierras.

De esta manera redondearon los norteamericanos su grandiosa nación, a base de atropellos, engaños e injusticias. ¡Y ahora quieren presentarse como abanderados de los derechos humanos!

LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS INDIOS. ESTEBAN ARROYO. 1983. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO. SERIE: HUMANIDADES. COLECCIÓN: HISTORIA Y SOCIOLOGÍA.

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