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Pensar en el país

Gabriel Castillo

Es cierto que en más de una ocasión he criticado al presidente de la República, pues estoy convencido que como ciudadanos no debemos callarnos ante los errores de nuestras autoridades, pero nunca le he apostado al fracaso de su gestión, porque entiendo que ello acarrearía consecuencias negativas para todos los mexicanos. Desde luego que es muy importante no confundir el necesario debate ideológico o el señalamiento de las diferencias, con un inadecuado interés porque se agudicen los conflictos o hagan crisis los problemas en nuestro país.

Pero también es cierto que quienes tienen a su cargo las instituciones del Estado mexicano y que son responsables de las políticas públicas, no han hecho su tarea como es debido. Prueba de ello es que persisten sin solución los principales problemas nacionales que fueron revisados y valorados desde el inicio de la actual administración gubernamental, la cual ofreció resolverlos sin que haya ocurrido hasta ahora.

Entre esos problemas se cuenta la narcoviolencia que se ha agudizado en algunas ciudades fronterizas, traduciéndose en centenares de ejecuciones ante la zozobra e inseguridad de los ciudadanos comunes que ven alterada su cotidianidad, su tranquilidad. Cómo no preocuparnos por ello y por el incremento de la delincuencia del desempleo y sus efectos sociales, del abandono del campo con la consiguiente emigración, así como de la falta de confianza en las instituciones y la tendencia de la gente a hacerse justicia por propia mano, entre otros asuntos que en conjunto nos ofrecen un panorama difícil y un futuro con incertidumbre para las generaciones venideras. Necesitamos pensar más en nuestro país, revisar sus potencialidades y perspectivas de desarrollo. Pero tal parece que eso no le interesa a nuestra clase política.

Es verdaderamente indignante ver el derroche que significa los anuncio televisivos o de radio y la cantidad de espectaculares de los precandidatos a la Presidencia de la República y a la gubernatura de varios estados en disputa. Pero más indigna que no encontremos en ellos un contenido que realmente refleje una seria preocupación por el país. Sólo proyectan la ambición desmedida por el poder, el interés por vender una imagen que no corresponde a la realidad y la frivolidad con la que abordan la política y los asuntos que son de importancia para la población.

De acuerdo con lo planteado hasta aquí, existen varios ejemplos de que los políticos no piensan en el país, empezando por el presidente Fox que está más preocupado por festejar el aniversario de su triunfo el dos de julio o por anunciar que hará proselitismo para su partido en 2006, que por presentar a la nación, junto a su gabinete, propuestas de solución a los problemas de atención más urgente para lo que resta de su sexenio. Otro ejemplo es que el Ejército Zapatista de Liberación nacional (EZLN), decreta una alerta roja para sus bases de apoyo y retira las Juntas De Buen Gobierno de varios municipios de Chiapas y para los responsables de la política interna como si no pasara nada, se dedican a minimizar el acontecimiento al igual que otros destacados políticos a los que solamente les pareció algo ?pintoresco?.

Sobre este último asunto vale la pena ampliar algunas reflexiones. No es cosa menor el anuncio hecho por el EZLN, pues manda varias señales: por una parte, hace notar el fracaso de la política y por otra manifiesta el hartazgo de un sector de mexicanos que han sido menospreciados sistemáticamente desde el poder. Está claro que no hay de parte del EZLN la intención de tomar la iniciativa para la reanudación de las hostilidades, sino una estrategia de repliegue defensivo ante las recientes incursiones del Ejército Mexicano con el pretexto del combate al narcotráfico. Evidentemente lo que existe es la idea de llamar la atención de la opinión pública sobre la problemática indígena, que nadie esperábamos fuera resuelta en quince minutos pero que tampoco mostrara avances sustanciales en su solución a casi cinco años del Gobierno foxista.

Los escenarios son complejos, lo cual exige que tanto los candidatos y precandidatos a puestos de elección, los dirigentes de partidos, los líderes sindicales, los empresarios, los trabajadores y los estudiantes entre otros actores políticos y sociales, dejemos de pensar sólo en nuestras parcelas de poder o en nuestros intereses particulares y de grupo, para pensar en el país, en lo que podemos hacer desde nuestros ámbitos de acción para sacarlo adelante, pensando también en los que vienen atrás. Se requiere mucha imaginación, trabajo, eficiencia, sensibilidad y voluntad política para lograr que se despejen los nubarrones, que disminuya la desconfianza y la incertidumbre, que se reoriente el rumbo y se perfilen soluciones concretas a los problemas. No es sencillo, pero tampoco es un simple sueño.

Hace falta un nuevo pacto social y un gran acuerdo político, orientado a recomponer el dañado tejido social, a utilizar las instituciones del Estado en beneficio de la población mayoritaria, a poner límites al derroche y la impunidad en el juego electoral, a hacerle justicia a la gente generando bienestar, a revalorar la educación como instrumento de desarrollo. Esto es urgente y es posible si se piensa en el país, que aunque se niegue tiene visos de ingobernabilidad. Los mexicanos tenemos que aprender de experiencias ajenas y no olvidar nuestra propia historia, para evitar que una mayor polarización social y una profundización de la crisis por falta de solución a los problemas, nos lleve a una senda de violencia generalizada y enfrentamiento entre compatriotas. No es exagerado plantearlo y estamos a tiempo para evitarlo. Por ello es fundamental el pensar y actuar en función del país.

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