Cumplir, como han cumplido los Murra, 75 años consecutivos siendo parte activa y principal del comercio de nuestra ciudad, no es poco cumplir.
Vamos a ver: de aquellos tiempos o pocos años más, recuerdo a algunos negocios que ya no están: “La Popular” de los Herrero, por ejemplo, que fue una pequeña zapatería que estuvo por allí, por la Hidalgo, al otro lado de “La Ciudad de París”, donde después estaría el bar de Fructuoso Arias al que Carlos Volkhausen, propietario del localísimo Puerto de Liverpool -estamos hablando de los años cincuenta- que entonces estaba enfrente, iba diariamente, a las doce en punto a tomar su copa de whisky, para descansar de sus tres horas anteriores de trabajo, pues por aquellos tiempos el comercio se cerraba por dos o tres horas al medio día, según la estación.
Entre las calles Cepeda y Valdés Carrillo estuvo “La Francia Marítima” de don Fernando Gireud, en la que todos los estudiantes de Torreón se proveían de sus arcos para calar madera, y ésta la obtenían con los Villanueva en la Papelería Modelo, ubicada en Hidalgo y Zaragoza y en la Casa Ezquerra que estaba media cuadra más allá.
También conseguían aquello en la ferretería de don Julián Lack, a quien muchos apellidaban “Laceka”, y que era identificada como “la tienda del reloj” por tener uno muy exacto colocado en la esquina de su edificio entonces en Hidalgo y Juan Antonio de la Fuente.
La terraza del Hotel Salvador, que era al que llegaba lo mejor que nos visitaba y también nuestros políticos que la aprovechaban para, desde ella, dirigirse al pueblo en tiempo de elecciones, durante algunos años sirvió a nuestro comercio para obsequiarle al mismo al iniciarse la primavera conciertos musicales con nuestras mejores orquestas locales, la de Santiago, la de Castañeda, la del gomezpalatino Mesta y otras.
La Casa Espejo que acabó en Hidalgo y Valdés Carrillo, primero estuvo, si la memoria no me falla, en Juárez y Rodríguez y para ello don Luis tuvo que estar durante un mes o cosa así varias horas al día echando rayas en una libreta manual para saber a ciencia cierta cuál era la esquina del centro por donde más gente pasaba en aquellos años.
Luego el tiempo se encargó de decirle la realidad. Don Luis no tuvo la suerte de nuestros amigos los Murra. A él sus hijos le salieron muy dados al buen vivir “pues, para eso trabajó mi padre”, cosa que realizaron en Madrid.
En Madrid, por cierto, fue la última vez que saludé a don Luis Espejo. Hombre tan activo, ya estaba esclavizado a una silla de ruedas donde dormitaba a ratos y a ratos recordaba al Torreón de sus tiempos, es decir, al de nuestros principios.
Una de las grandes comerciantes que aquí hubo fue Melanie Volkhausen. De haber tenido hijos seguramente habría creado, para siempre, uno de los grandes comercios de nuestra ciudad.
Amén.