Entre las películas más antiguas, de mediados de la década de los veinte, que recuerdo haber visto en la pantalla del que entonces fuera nuestro cine “Princesa”, ubicado frente a la Plaza de Armas, esquina de Morelos y Valdés Carrillo, está “Entre Naranjos” que llevaba como protagonista a Ricardo Cortés, que entonces estaba de moda en el cine de Hollywood, tanto como Antonio Moreno, españoles ambos. El autor de la novela del mismo nombre que sirvió para el guión de la película es Vicente Blasco Ibáñez.
Blasco Ibáñez era valenciano. El éxito que obtuvo con aquella película le sirvió para que le filmaran, después “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” que diera su gran oportunidad a Rodolfo Valentino, quien llegaría a ser Valentino para todos. Dicen que por entonces en España se decía que “Cada español es abogado hasta que se demuestre que no lo es”, pero Blasco Ibáñez lo era por sus propios derechos, pues había estudiado la carrera.
En una carta dirigida a un su amigo sacerdote, le decía: “soy un hombre de acción, y mi vida está llena de otras muchas cosas, fuera de escribir libros; he sido un agitador político, he pasado parte de mi juventud en la cárcel. He sido desterrado. Fui gravemente herido en severos duelos. He sufrido la miseria más aguda, he padecido hambre. Fui siete años consecutivos diputado al parlamento; he conocido a los jefes de los gobiernos del país; he sido negociante, por mis manos han pasado millones; he fundado colonias en la Argentina, etc.
Viajaba continuamente. Iba y venía por todas partes. Estar en todas partes y venir de todas ellas, para él era cosa de todos los días. Tenía casa en España, lo mismo que en París, ambas llenas de libros que no leía, absorbía. Todo le interesaba: novelas, historia, arte, ciencia.
Su carrera fue tormentosa, rara. Iniciada como periodista, adquirió fama como novelista; empezada en la pobreza, murió siendo casi millonario.
Invariable, tanto en la juventud como en la vejez, en la pobreza o en el lujo de la opulencia, en Valencia, España, o en Menton, Francia, en todas partes siempre tenía causa, siendo constantemente un luchador. Los grandes escritores españoles de su época se sorprendían de que fuera el más leído. Hoy aquellos siguen teniendo lectores, pero, Blasco Ibáñez ¿tendrá alguno en estos tiempos?