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Pequeñeces/Glorias patrias

Emilio Herrera

No tenemos exceso de glorias patrias, pero si a ello agregamos que aquellas pocas de las que podemos enorgullecernos, los profesores y profesoras de primaria olvidan hacerlas destacar en sus clases correspondientes para que, cuando menos esto quede para siempre en la memoria de los chiquillos y les haga enorgullecerse ya hombres, de su calidad de mexicanos, ustedes estarán conmigo que andamos mal.

Que tal batalla, según me dice Irma que ha vivido quince o más años en París, no tenga la menor importancia para los franceses, es seguro; pero, para nosotros, ¡Hombre, caray! Debe tenerlo. No que se cierre el comercio ni mucho menos, que bastante necesidad tenemos de que sus puertas se abran a diario de par en par, pero, lo mejor que pudieran hacer los profesores cuando una de estas fiestas nacionales se acerca es poner a sus alumnos al tanto de lo que se festeja, recordándoles el hecho para que no queden en ridículo si es que son entrevistados por los reporteros de algún noticiero y es entonces que a lo mejor confunden, como pasó en esta ocasión, según nos da noticia Cecilia Aguilar Acuña, que no faltó quién dijo que la cosa iba con Benito Juárez, don Benito no tiene porqué usurpar a nadie hechos gloriosos, él tiene los suyos.

En este aspecto los mexicanos que viven en el extranjero, particularmente “al otro lado”, se agarran más a estas festividades patrias, que para ellos son como si con ello se metieran en su corazón al México que tuvieron que dejar para comer, o para comer mejor, o para desde allá enviar ayuda a los suyos, una ayuda que quedándose aquí no pueden darles. Y que esto no avergüence a nadie, Asia y Europa han llenado países con personas así.

Entiendo que la brillantez de la carrera militar de Zaragoza empezó en Tamaulipas, aunque él nació en Texas, nuestro todavía. Se alistó con las huestes liberales y en 1853 vencieron en Saltillo a las fuerzas que mandaba el general Woll y allí, en el propio campo de batalla fue ascendido a coronel.

Una comisión le llevó a Monterrey donde tomó notoriedad. Las fuerzas del Estado habían sido derrotadas y no había quedado un soldado en la plaza que al día siguiente sería ocupada. Zaragoza convoca al pueblo para la ciudadela: se agrupan y deciden resistir. Cuando el enemigo le intima a rendirse, le contesta: “Desde luego puede usted comenzar sus operaciones militares”. Y así fue su vida hasta conquistar la gloria el cinco de mayo.

Su triunfo salvó la honra nacional. Esta batalla dio renombre a México y le conquistó el respeto del resto del mundo, un triunfo tal nadie lo esperaba y por lo mismo fue más serio y venerable para todos.

Entonces señores, profesores, si sus alumnos no aprenden, porque ustedes no se las enseñan, cosas como éstas –y algunos por desmemoriados,- ¿cómo van a sentir mañana orgullo de ser lo que son y contribuir a ser mejores? Por eso una gran cantidad de gente suspira por ser lo que no puede ser. Lo que a los mexicanos se les debe enseñar bien es su historia, no la actual, de gente corrupta sino la anterior, la de los patriotas, la que despierte y mantenga su orgullo.

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