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Pequeñeces/Instantáneas

Emilio Herrera

La mañana del viernes a la altura de la Plaza de Armas me sobraba una hora de tiempo. Hacía frío y no lo hacía; es decir, no lo hacía para la ropa que llevaba puesta y que tampoco era cuestión de empezar a quitarme para llevar al brazo como un trofeo.

Busqué, pues, una banca dónde sentarme para ver despacio, sin prisas, ese Torreón, que acostumbra a ir allí a diario por lo que sea. Sitios vacíos se veían, pero cuando se acercaba uno a ellos descubría porqué no habían sido ocupados, ni usted podía ocuparlos. Los famosos pajaritos, ¿sabe?

Yo recuerdo esta Plaza de Armas desde que en ella sólo había dos refresquerías de gaseosas, otra de agua fresca y un estanquillo de periódicos y revistas y los boleros de concesión tan necesarios en un sitio como ella, pero, ¡cuidado!, ya se empiezan a ver por allí carritos vendedores de gorditas y otros colguijes que ofrecen revistas de monitos. Si están autorizados, ni modo, pero si no lo están hay que controlarlos, recuérdese que así comenzaron hace tiempo los ambulantes de la Hidalgo.

No se puede decir que la plaza estuviera sucia, pero sí que podía estar más limpia y bonita, más disfrutable para sus asiduos. Siendo como es un jardín y en nuestra ciudad el principal de ellos, me hubiera gustado encontrarla con más flores. Es posible que esté con poco colorido por el clima, pero, si así es, no se olvide aprovechar el tiempo propicio, en cuanto aparezca, para ponerla como se debe, como un verdadero jardín. En nuestra ciudad hay muchas agrupaciones amantes de las flores que bien podrían asesorar al departamento de Parques y Jardines para plantar oportunamente lo que más conviniera y embelleciera a nuestra plaza.

De todas maneras recuerdo que llevo 80 años de ver cuando menos una vez al año los jardincillos de esta plaza y no los veo peor, pero tampoco mejor, lo que puede ser bueno, pero también muy malo. Claro que todo cuesta, pero invertir en ella dándole algún atractivo, sería bueno. Por allí andaba una chica muy activa con su cámara sacando lo poco que podía y eso me hizo recordar que en una plaza, a lo mejor fue en una de Washington, han puesto sentados en bancas o como si pasearan por los pasillos, esculturas masculinas y femeninas de tamaño natural que sirven para que los visitantes las utilicen para fotografiarse con ellas. Es decir, que a veces la cuestión más que de mucho dinero es de ingenio.

Pronto terminará el invierno. Ojalá a nuestra plaza la primavera llegue con flores.

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