Allá por los veintinueve, años en los que terminábamos nuestra primaria se nos hablaba con cierta frecuencia de Thomas Alva Edison, porque era el inventor de moda con su fonógrafo del que decía que, antes de lograrlo, le había costado más de siete mil experimentos. Y cuando alguien le preguntaba sin con buenos resultados, le contestaba que excelente, ya que había aprendido que había siete mil fórmulas que no le servían para nada.
Gozó siempre de la mejor salud. Su mujer, una vez que él se sintió mal, llamó enseguida al médico. Edison le recibió y se dejó visitar. El médico recetó algunos medicamentos. La señora Edison los compró todos. Y Edison después de leer los prospectos los tiró todos a la basura. Y un biógrafo le atribuye aquella famosa salida que a tantos otros se ha atribuido: todos hemos de vivir: el médico, el farmacéutico y yo. Y esta es la única manera de conseguirlo.
Edison frecuentaba poco la sociedad. No le daba el tiempo para tales distracciones. Y si alguna vez participaba en alguna reunión nunca hablaba de su trabajo. Prefería contar historias divertidas. Sabía muchas y las contaba con mucha gracia. Un día, en una reunión, refirió una de sus historias. Gustó mucho a todos. Y la señora de la casa, haciéndose la interesante, le preguntó:
Bueno, eso está muy bien. Pero, ¿cuál ha sido su último invento? ¿Mi último invento? Pues ha sido la historia que acabo de contar. No me refiero a esto, sino . . .
La buena señora no encontró enseguida las palabras para definir aquello a lo que se refería. Y mientras las buscaba, Edison empezó a contar otra historia, advirtiendo:
Ésta no la invento ahora, pues ya la he contado otras veces; pero está muy bien...
Edison tenía su casa de campo. Allí le visitaban sus amigos. Y uno se quejó de lo muy pesada que era la puerta y de lo mucho que costaba abrirla. ¿De veras? –le preguntó Edison fingiendo asombro.
Sí, sí, y creo que debería hacerla arreglar.
Bueno, el caso es que yo mismo la arreglé hace poco. Puse un mecanismo . . .
Que no sirve para nada. Esta vez se ha equivocado.
Sí que sirve. Cada vez que se abre la puerta, el mecanismo saca del pozo cinco litros de agua. Y así, gracias a los que entran y salen, tengo siempre lleno el depósito del jardín.