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Pequeñeces/Longevidad

Emilio Herrera

Ve tú a saber lo que los hombres del tiempo bíblico hicieron en su oportunidad al Señor para que éste determinara reducir la vida del hombre. Porque, lo que sea, el Génesis nos cuenta que Adán “vivió novecientos treinta años hasta que cansado de hacerlo (porque vivir cansa) se murió. Eso sí, antes de morir, cuando cumplió ciento treinta años le dio por tener un hijo, al que llamó Set. No sé si su padre se lo dijo, pero, lógicamente, Set era, llegara a saberlo o no, hermano de Caín y Abel, y este Set cuando cumplió ciento cinco años se ganó el título de padre haciendo a Enós, quien a los noventa tuvo a Cainán, y sólo duró novecientos cinco años. Y así hasta que llegó al mundo Matusalén que logró cumplir novecientos setenta años que yo, a los noventa no considero, de ninguna manera y sin cuentos, envidiable. Fue siempre muy responsable y no quiso engendrar un hijo hasta sus ciento ochenta años en que dio vida a Noé.

A este Noé fue al que le tocó encabezar la empresa de la famosa Arca que lleva su nombre. No había cumplido todavía los seiscientos años cuando empezó a construirla, de acuerdo con las instrucciones del Señor. El Diluvio fue una cosa como lo de Nueva Orleans, pero a lo bestia, pues la inundación se mantuvo durante cerca de dos meses.

Pero, ojalá que Noé sólo hubiera tenido problemas con el agua, lamentablemente un día se le ocurrió plantar por primera vez una viña y su mayor problema llegó a ser el vino, pues decidió ser su primer consumidor. Si con cierta experiencia en beberlo, el vino logra lo que logra con algunos, ya se imaginarán ustedes lo que logró con el pobre de Noé: acabó ebrio y desnudo en la primer cantina del mundo que fue su casa. Cam, su hijo, que fue el que lo vio primero, en lugar de ocultarlo a los demás, les fue con el chisme. Afortunadamente ellos fueron más discretos.

El resto de su vida Noé la pasa entre el agua y el vino; sin embargo, aunque a la gente le da por decir, a veces sin haber tomado antes una sola copa de vino, que una vida sin vino es más tranquila, hay que dejar constancia que Noé por poco empata, en cuanto a longevidad, a Matusalén, pues murió con novecientos cincuenta años bien cumplidos y bebidos, aunque, eso sí, con mucha discreción a la hora de echarse sus tragos.

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