Esta fotografía -estupenda, por cierto- del centro de nuestra ciudad, suscita dos reflexiones. Me doy cuenta, de pronto, que allí, en lo que el lente fotográfico atrapó, unas cuantas manzanas de construcciones habitables -por más que sean, ¿cuántas pueden ser?- ha transcurrido, casi sin darme cuenta, la totalidad de mi vida, igual que ha transcurrido y transcurre la de miles de torreoneses. Esto, tan obvio, tiene algo de increíble y de maravilloso a la vez.
Más que la fotografía del centro de nuestra ciudad, esa feliz impresión fotográfica es la fotografía biográfica de muchos torreoneses que, sin mayores esfuerzos pueden verse crecer y vagar por las calles que allí aparecen; modificarán edificios, devolviéndoles su antigua y modesta arquitectura y se verán jugar y estudiar primeras letras; reformarán algunos y se tropezarán venidos de estudios secundarios y tímidos en sus primeros amoríos; sacrificarán algunas residencias para plantar modernos edificios y se encontrarán llenos de ambiciones seguros de sí mismos. Un pellizquito y volverán a la realidad urbana de Torreón y a su particular realidad de hombres, la realidad de sus triunfos, de sus esperanzas, de sus derrotas.
La otra reflexión tiene que ver con lo poco que conocemos, a pesar de todo a este nuestro Torreón. En esta fotografía a la que me refiero, todo nos es familiar, lo mismo con sus actuales edificios que con las casas que en su lugar había. Sabemos que aquí vivían los Eppen, allá los Gireud y más allá los Cotter; los Cuatáparo acá y al otro extremo los Vega; que “La Jorobadita” vendía sus ricos tacos de papa en esta esquina y que en esta otra don Petronilo, entonces joven, pero siempre con su rostro de fauno burlón ofrecía sus ricas melcochas rellenas de nuez; que en esta casa Henry de la Croix escribió su bella canción “Marta” y que en esta otra María Ortega veía pasar los días, retirada ya de su negocio placentero.
La ciudad de la que somos hijos -adoptivos muchos- a su vez es hija nuestra y parece mentira que haya secretos entre ambos. Pero si el lente fotográfico en lugar de captar lo que captó toma otro ángulo, ¡qué de sorpresas!
¡Quién puede estar seguro de lo que más al oriente existe! ¡Y quién puede decirnos de las aspiraciones que alientan en esa larga franja de colonias proletarias que corren al sur de la ciudad? ¿Quién de su laboriosidad? ¿Quién del porqué de sus vicios?