EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Pequeñeces/Reyes y usurpadores

Emilio Herrera

El jueves, después de una junta mañanera, los licenciados Madero, Iduñate y un servidor al coincidir en el saludo de despedida comentaron las noticias de ese día sobre el último emperador, porque lo es, ¿para qué nos hacemos cándidos? Y así de uno en uno hacia atrás y eso porque vimos el reloj, nos quedamos en Felipe II.

Rota la tasa, por mi cuenta seguí el recuerdo yendo a dar hasta aquellos reyes y usurpadores que mis profesoras Hortensia y Llalla, cada una en su momento, me hicieron conocer. Así apareció Darío, Darío el Grande, que fuera rey de Persia –el Irán de hoy- hace 2,500 año más, año menos, es decir, 500 antes de Cristo, cuyo reino no es de esta tierra.

Y la coincidencia volvió a presentarse: tuvo que matar a un usurpador que se había sentado en aquel trono y que a su vez había matado al hijo de Ciro.

Darío no era de sangre real ni mucho menos, pero era valiente hasta los huesos, por lo que pudo convertirse en un verdadero héroe con todas sus consecuencias, es decir, casarse con la hija de Ciro, con la que tuvo a su hijo Jerjes y ya fue dinastía y personaje anecdótico. Nos platicó la señorita Hortensia que cuando Darío era apenas capitán en el ejército del rey Cambises, recibió la visita de Polícrates, rey de Samos, a quien acompañaba su hermano Silofone, un elegante de aquella época, en la que también los había y que sorprendió a la corte persa con una túnica roja que vestía. Darío que era muy joven y por lo tanto, inocentón, le dijo que daría cualquier cosa por tener una túnica como aquélla. Silofone que era como algunos, pocos es cierto, que siguen quitándose lo que sea para dárselo a otro y que sea feliz, no como San Martín que sólo le dio la mitad de sus túnica al que tenía frío, se quitó la dichosa túnica y se la dio. Darío se puso rojo, pero se quedó con ella.

Muchos años después, cuando Darío era ya rey de Persia, un día uno de sus mayordomos le dijo que un griego lo andaba buscando para cobrarle una deuda. Darío ni rojo se puso, con el poder se había acostumbrado a deber, fuera cual fuera la cuenta que iban a cobrarle, eso y más, así que le ordenó a su mayordomo que pasara al visitante. Al entrar éste, Darío le dijo que cómo andaba diciendo que él le debía si ni siquiera lo recordaba.

Ya en ésas, el recién llegado le dijo que no se hiciera, que sí lo conocía, que era Silofone, hermano de Polícrates y que en aquellos días le había dado una túnica roja. Darío no pudo dejar de recordar el detalle y le preguntó si iba a cobrar la túnica. Y fue entonces cuando Silofone le dijo que a cobrarle la capa, no iba; pero sí a pedirle que le ayudara a recuperar el trono que su hermano Polícrates le había dejado y que un usurpador le acababa de arrebatar. Darío le dijo que, por supuesto, le ayudaría. Y le cumplió. Y aquella fue la primera guerra de los persas contra los griegos.

Y yo pienso ahora que eso recuerdo, si dentro de dos mil quinientos años alguna profesora les contará a sus alumnos qué fue lo que hubo de por medio en la guerra de Norteamérica contra Irak, otra túnica o qué.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 131560

elsiglo.mx