La lista de pifias de la Procuraduría General de la República (PGR) es larga, penosa y constituye en el fondo, la muestra más clara y contundente de lo que es llamado Estado de Derecho en nuestro país, y en manos de quienes se encuentra la delicada tarea de combatir a la delincuencia. El botón de muestra más reciente y hasta ridículo si no se tratase de nuestra realidad, se materializa en la figura de un arquitecto cuyo pecado capital no es otro que su parecido físico con un renombrado capo del narcotráfico y vivir en un país donde la simulación mantiene viva y creciendo, esa montaña de ineptitud y corrupción que a todos ahoga.
Joaquín Romero Aparicio fue detenido por agentes de la PGR y luego arraigado, por la “sospecha” de que en realidad se trataba del narcotraficante Vicente Carrillo Fuentes, hermano del “señor de los cielos” y presunto cabecilla del Cártel de Juárez. Quince días después quedó en libertad y hoy, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal señala que al menos se le debe ofrecer una disculpa pública por la magnitud de la afectación que la torpeza de las autoridades infringió a un ciudadano honorable y digno de todo respeto, ya que no se le pudo comprobar lo contrario.
En el discurso oficial, México es un país de leyes e instituciones, pero en la realidad, nuestro vapuleado país es territorio de la simulación, de la impunidad, del miedo. Dominan la corrupción y la ineptitud, a grado tal que un ciudadano es detenido y arraigado dos semanas sólo por su fisonomía. Tal vez todos, en algún momento, suframos el infortunio de enfrentar la justicia a la mexicana por el parecido que pudiéramos tener con algún delincuente; como cada día son más -ya que la delincuencia florece al amparo de la ineptitud y/o contubernio de distintas corporaciones- las probabilidades juegan en nuestra contra.
Lo más grave del asunto radica precisamente en que la PGR es la responsable final de frenar y eliminar al crimen organizado. Con el nivel de inteligencia demostrado, la batalla se puede anunciar desde hoy como perdida.