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Plaza pública/Afortunado Niño Verde

Miguel Ángel Granados Chapa

Llevado por la añoranza familiar a Tamaulipas, Jorge Emilio González Torres fue elegido una vez más presidente del partido que fundó su padre y del que el Niño Verde ha vivido desde que a los 22 años ingresó en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal. Simultáneamente, la Procuraduría General de la República lo exoneró de la evidente negociación de una mordida millonaria, expuesta al público a fines de febrero de 2004, en el primer videoescándalo de la temporada el año pasado, que presentaron Carmen Aristegui y Javier Solórzano en el Canal 52. Como casi todo cuanto ocurre en el Partido Verde, la asamblea nacional del sábado pasado fue una farsa. Dígame usted si no.

Tomo los datos de la información oficial del partido, no de sus disidentes ni de sus críticos. El resumen de la situación lo ofreció el comunicado 029/05, que con su peculiar sintaxis expone: “Durante la asamblea nacional celebrada en Ciudad Victoria, Tamaulipas, los 181 delegados nacionales asistentes a la asamblea, y que fueron electos en cada estado para representar a su entidad, emitieron su voto uno a uno en una urna de manera libre y secreta frente al notario público No. 26 de Tamaulipas, Raúl Flores Morán”. No fue difícil a los delegados ejercer su libertad. Entre el ocho y el 18 de agosto se registraron cinco candidatos a presidir el Verde, luego de la depuración estatutaria ordenada por las autoridades electorales con el fin de...dejar en sus cargos a los detentadores del poder interno en esa próspera organización, que el año próximo recibirá 400 millones de pesos como financiamiento público (amén del resultado de las buscas como esa en la que el Ministerio Público Federal no halló responsabilidad alguna). Salvo González Martínez, el resto se inscribió para simular una contienda.

Dos de ellos, el diputado Alejandro Agundis Arias y el CP Marco Antonio de la Mora Torreblanca declinaron durante la asamblea en favor del Niño Verde, en nombre de la unidad partidaria. Un tercer candidato inscrito, Gerardo Cortinas Murra, ni siquiera acudió a la reunión. De haberlo hecho quizá su resultado hubiera sido igual al del cuarto presunto aspirante, Fermín Ramírez Bertaud, que quizá votó por sí mismo y obtuvo sólo ese sufragio en su favor. Un asistente más se abstuvo (imposible pensar que se tratara del propio González Martínez, pues tal gesto de elegancia no es propio de su condición). Y los restantes 179 delegados volcaron su voluntad para retener en la presidencia al hijo del fundador del negocio. Sólo ellos, los Jorge González, lo han encabezado. También fueron elegidos los 26 miembros del Consejo Político, los de la Comisión Nacional de Honor y Justicia, los de la Comisión de Procedimientos Internos y los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional.

Todos ellos han estado en esos cargos durante la gestión del Niño Verde. De ese modo las cosas han cambiado para no cambiar. De nada sirvió que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación encontrara que la legalidad interna en el PVEM era contraria a la democracia y ordenara su modificación, porque también determinó que una vez reformados los estatutos se eligieran nuevos órganos de Gobierno, mediante procedimientos regulados por los mismos dirigentes considerados espurios por los propios fallos judiciales. Eso fue lo que se consumó en Ciudad Victoria. Ahora González Martínez es un dirigente legalmente elegido. Tal vez para celebrar esa mudanza en la naturaleza de su cargo decidió que la asamblea ocurriera en el solar materno.

De ese lado, la familia del Niño Verde es tamaulipeca. Su abuelo, del que tiene el segundo nombre, fue el doctor Emilio Martínez Manautou, que se conformó con ser gobernador de su estado luego de no poder ser presidente de la República. Formaba parte de elenco de presidenciables en 1969, como secretario de la Presidencia bajo Díaz Ordaz, que se inclinó al final por Luis Echeverría. Seis años después de ese mal momento, que lo envió a la soledad política, Martínez Manautou regresó a la escena pública, como secretario de Salubridad bajo López Portillo, de quien había sido jefe, y que también lo hizo gobernador. González Martínez tenía otro motivo para festejar. El 26 de agosto el Ministerio Público Federal decidió el no ejercicio de la acción penal en su contra. Ya en abril pasado la fiscalía para asuntos electorales lo había también exonerado.

El que González Martínez salga bien librado del trance es un mal precedente para la necesidad social de combatir la corrupción. Es cierto que el video en que consta la tramitación de una mordida resultó de una trampa, pero el hecho de fondo tenía importancia por sí mismo, más allá del propósito de la grabación difundida por el canal 52. Un ex aliado del Niño Verde, Santiago León, le tendió un garlito en que González Martínez cayó redondo, lo que evidencia que el estilo de conversación grabado no le era, o es, ajeno. Sin saber que el encuentro estaba siendo registrado, recibió al presunto iniciador de un negocio inmobiliario en Quintana Roo, que necesitaba un permiso que al parecer González Martínez estaba en condiciones de conseguir. De no haber sido así, el Niño Verde lo hubiera aclarado, o hubiera despachado de mal modo a quien lo ofendía sugiriendo que habría una participación para su interlocutor si el negocio avanzaba al ser obtenido el permiso. La exploración mercantil llevó al Niño Verde a saber que podría obtener dos millones de pesos. Pero eso no es delito, dice la PGR.

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