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Plaza pública/Fox en el GDF

Miguel Ángel Granados Chapa

En buena hora el presidente Fox visitará hoy la sede del Gobierno capitalino, donde despacha desde agosto pasado Alejandro Encinas. Muchas y diversas razones deberían haber promovido cercanía entre los titulares de ambas jefaturas, la del Estado y la de la Administración del DF, pero la rivalidad política se interpuso entre Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador que no contendían entre sí, pero sostuvieron posiciones que estorbaron la tersa relación a que estaban avocados en vista del origen de su mandato y su historia personal semejante, como militantes de la Oposición a quien el autoritarismo despojó de victorias electorales.

El hecho es que la llegada de Encinas al Gobierno de la Ciudad de México ha modificado radicalmente el tipo de relación que desde ese cargo se desarrolla con los estados vecinos y con el Gobierno Federal. A ese nuevo talante han contribuido la personalidad de Encinas, su identificación con López Obrador y la diferencia del entorno y el momento político en que le ha tocado gobernar.

Sin desmedro de su propia figura, a la que ha provisto de su toque personal, es claro que el Gobierno de Encinas es el Gobierno de López Obrador, de tal suerte que se comete un error no sólo si se le contrasta y hasta se compara al actual jefe del Gobierno ventajosamente con su antecesor. Es obvia la vinculación de ambos. López Obrador extendió tres nombramientos a favor de Encinas, y propuso su nombre para que la Asamblea Legislativa designara a su sucesor, todo lo cual habla de la confianza recíproca que se manifiestan. Encinas, que había sido secretario del Medio Ambiente en el trienio en que gobernaron la capital el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles, fue elegido al mismo tiempo que López Obrador, en julio de 2000, cuando el ahora jefe del Gobierno del DF buscó serlo en la delegación Álvaro Obregón. La constancia de mayoría le fue revocada por la justicia electoral y López Obrador pudo contar con él en su Gabinete, ahora como secretario de Desarrollo Económico. A poco andar, en febrero de 2002 le demandó un giro sustantivo, relevante, lo hizo subsecretario de Gobierno, una posición formalmente de menor rango a las anteriores, en las que se requería sin embargo el equipaje de que Encinas estaba bien dotado, sus capacidades de conciliación y negociación a partir de convicciones firmes. Un año después lo nombró secretario y en julio pasado propuso su nombre para que lo reemplazara.

Encinas ha resuelto con tino el dilema -falso dilema en el fondo, tratándose de él- de ejercer un Gobierno que continúe y ahonde la línea de López Obrador y en el que imprima al mismo tiempo un sello personal. Nombró un secretario de Gobierno y confirmó al resto de los colaboradores. En el delicado ámbito de las relaciones con el presidente Fox, desde el primer momento dio el tono requerido: recibió al Ejecutivo Federal y a su secretario de Salud, Julio Frenk, apenas dos semanas después del comienzo de su gestión. La cordialidad de la recepción, las buenas maneras, la decisión de implantar el Seguro Popular creado por el Gobierno Federal, a que fue renuente largo tiempo López Obrador -aunque finalmente lo aceptó- no estuvieron reñidas con la clara evocación de que la Administración capitalina estableció mucho antes que ese mecanismo, en junio de 2001 el sistema de servicios médicos y medicamentos gratuitos para población no asegurada (de lo cual se desprendía la posición del anterior jefe de Gobierno, que estimada redundante y de menor cobertura y calidad el Seguro Popular) que ahora alcanza a 740 mil familias. Desde entonces han sido frecuentes las reuniones entre los jefes de Estado y de Gobierno capitalino.

No fue ríspido en todo tiempo, el trato entre Fox y López Obrador. Si bien su relación sufrió la grave fractura del intento de desafuero, del que Fox pretendió mantenerse aparte, no protagonizaron una larga riña en los años precedentes. El tres de junio de 2001, ya iniciada la tregua unilateral que el gobernante del DF propuso para poner fin a sus intercambios verbales, echaron a andar acciones comunes relacionadas con el Centro histórico de la Ciudad de México, que incumbe a ambas instancias de Gobierno.

En febrero de 2002, con motivo de la designación de secretario de Seguridad Pública, se gestó entre los dos un nuevo conflicto, pues Fox, que tiene capacidad para nombrar y remover a ese funcionario, rechazó una primera propuesta, aunque sin dificultad aceptó la segunda y designó a Marcelo Ebrard. La ambigua situación jurídica del Gobierno capitalino, sin embargo, hizo que ese diferendo se recrudeciera en diciembre pasado cuando Fox despidió a Ebrard a causa de los linchamientos de Tláhuac. López Obrador consideró injusta la remoción y para probar su opinión en los hechos, meses después hizo a Ebrard secretario de Desarrollo Social, y lo impulsó a la candidatura que probablemente gane el próximo domingo.

Durante el largo intento de desafuero, López Obrador solicitó y con dificultad obtuvo una cita con Fox, que tuvo lugar en Los Pinos el 29 de septiembre del año pasado y que en vez de aproximar el talante de los dos hombres de Gobierno los distanció aún más. Ello no obstó para que en mayo siguiente, desmontada la aberrante operación por Fox mismo, el jefe de Gobierno volviera a la casa presidencial no para agradecer nada, pues no se le dispensó una dádiva sino a saludar por sana la decisión de Fox.

Encinas recibe hoy al presidente. En cierto modo, también lo hace López Obrador.

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