Don Jesús Reyes Heroles fue también un historiador. Por eso fue muy pertinente que a modo de recordatorio de su muerte, ocurrida el sábado hace 20 años, su familia donara el archivo personal de ese mexicano ilustre a un centro de estudios de historia de México, el de Condumex. En varias acepciones de la expresión, Reyes Heroles poseyó sentido de la historia. Tuvo presente el pasado a la hora de su acción política. Y actuó con mirada larga hacia el porvenir. Igualmente, “compiló, creó y conservó infinidad de documentos relevantes producto de su vida profesional” y “atesoró un registro de los asuntos públicos que abarca un largo periodo de nuestra historia contemporánea, durante el cual redactó además notas de sus impresiones cotidianas”. Así describe el acervo la nota con que el centro dio cuenta de la entrega del archivo.
Como dijo de su admirado Mariano Otero, a partir de una expresión de Gracián, Reyes Heroles “no era gramático, sino filósofo; por consiguiente, sabía las cosas y las obraba”. Desde siempre fue un intelectual y un político al mismo tiempo. Tan pronto volvió de su posgrado en Buenos Aires, con su temprano y autoadquirido conocimiento de la economía imprimió dirección y sustancia a la Canacintra y al Instituto Mexicano del Libro, desde donde hizo política. No otra cosa fue su alegato en forma de libro sobre La Carta de La Habana, el documento pionero de la globalización, a cuyos términos adversos al interés mexicano se opuso. Comenzó a hacer política pública en la administración federal como consejero del presidente Ruiz Cortines, desde la oficina de su secretario particular Enrique Rodríguez Cano. En esos mismos años, la primera mitad de los cincuenta, se convirtió en ensayista asiduo y se aproximó al liberalismo decimonónico, al que entendió como fuente capaz de devolver aliento a la desfalleciente Revolución mexicana.
Entre 1957 y 1961 aparecieron los tres volúmenes de una de sus dos obras magnas, El liberalismo mexicano, publicados por la Universidad Nacional, donde se graduó de abogado y fue profesor durante un cuarto de siglo. Es el mismo 1961 en que fue elegido diputado federal, por el distrito veracruzano con cabecera en Tuxpam, su ciudad natal. Al mismo tiempo (no existía entonces la prohibición constitucional respectiva) era subdirector técnico del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Como legislador, sustentó la posición priista sobre los diputados de partido, la primera fórmula mexicana de la representación proporcional. Ahondó en el tema cuando estudió a Otero. La publicación de las obras del estudioso y político jalisciense, cuyos estudio preliminar y notas integrarían un libro por sí mismo dejó en claro sin lugar a dudas que Reyes Heroles era un historiador. Por eso fue propio que en 1968 ingresara en la Academia mexicana de historia.
Era entonces director de Pemex. Su visión de largo plazo lo hizo crear, adosado a la empresa nacional, el Instituto Mexicano del Petróleo, que sería capaz de dotar a la industria de la tecnología que se compra hoy a alto precio en el exterior. El 18 de marzo de 1970, orador por última vez en la recordación del decreto expropiatario y tras enumerar las cifras rituales, precisó: “No constituye empero, en esta ocasión, el monto de lo invertido el principal acto de celebración...; lo fundamental es la rescisión de los contratos-riesgo que se firmaron con compañías extranjeras”, entre 1949 y 1951. Recordaría su tareas en Pemex, y en el Combinado Industrial Sahagún al tomar posesión de la presidencia del PRI en 1972: “Vengo de la empresa pública. He puesto todo lo que he podido a su servicio. En ella he creído encontrar un factor transformador de la realidad nacional para el bien, que sólo los ciegos pueden negar. Toca a la empresa de Estado... ser modelo en sus relaciones con los trabajadores, crear conciencia en éstos de su trabajo, de lo que con él se produce para la nación. En nuestra acción transformadora, la empresa de Estado desempeña un papel decisivo”.
En ese mismo discurso Reyes Heroles estableció la necesidad de invertir el excedente económico, concentrado en las clases de altos ingresos. Y diagnosticó: “Mucho del excedente se va a la desinversión, al gasto suntuario y superfluo. Con que se redujera un 50 por ciento de ese gasto superfluo, absurdo, ramplón, y se invirtiera productivamente, el país crecería anualmente un tres por ciento más, por lo bajo”.
No reproduzco las palabras de Reyes Heroles porque tengan valor de dogma o por añoranza, siquiera sea de una retórica diversa de la que hoy se estila. Las cito porque revelan su clarividencia, la pertinencia de sus juicios, aplicables a su México y al de hoy. Esa capacidad de trascender se hizo manifiesta en la reforma política de 1977, echada a andar unos cuantos meses después de su nombramiento como secretario de Gobernación. Somos legatarios de su aptitud para diagnosticar y para prescribir soluciones. Estableció las bases para desmontar el avasallamiento del PRI en el Congreso, para la representación de las minorías sin condenarlas a serlo perennemente, para la rendición de cuentas a través del derecho a la información.
Entre las muchas vetas que abrió, allí hay una requerida de acción urgente: así como se atrevió a aminorar el monopolio del poder priista en bien de la democracia, hoy su partido tiene que enfrentar el monopolio político del duopolio financiero de la televisión. Si no avanza hacia ese rumbo será pura simulación el homenaje de su partido.