Tras haber corrido en 2002 inútilmente tras la liebre, Carlos Medina Plascencia sin querer la alcanzará en 2005. Aspiró a presidir el PAN hace tres años, y fue derrotado por Luis Felipe Bravo Mena a quien ahora, en cambio, reemplazará cuando culmine la magna maniobra con que Felipe Calderón tomó en sus manos el proceso para elegir al presidente panista y, también, al candidato presidencial.
Mucho antes de publicarse la convocatoria para elegir al líder panista, Germán Martínez manifestó su propósito de ganar esa responsabilidad. Y sin embargo, cuando fenecía el plazo para su registro, el coordinador adjunto de la fracción blanquiazul en San Lázaro renunció a su aspiración. No explicó la causa de su decisión (salvo una extraña alerta sobre la derechización de su partido). Pero no transcurrió mucho tiempo para conocerla. Declinó para apoyar la inesperada candidatura de Medina Plascencia, que desde el año pasado procuraba hacerse un espacio en pos de la candidatura presidencial.
No había prosperado en ese empeño y por eso no debió ser difícil hacerlo mudar de meta: en vez de una distante, remotísima postulación a la Presidencia, se le ha asegurado prácticamente la Presidencia partidaria. Puesto que Alejandro Zapata Perogordo, ex alcalde potosino que como diputado federal reemplazó en la legislatura pasada a Calderón al frente de la bancada panista, también se apartó del certamen al que apenas se incorporaba, no se requiere demasiada imaginación para saber que la operación que llevará a Medina Plascencia al frente del PAN fue concertada por Calderón, único capaz de disuadir a sus dos amigos de perseverar en su propósito y de obtener ventaja de su apoyo al ex gobernador de Guanajuato.
La ventaja consiste en neutralizar al presidente Fox o en forzarlo a demostrar que si bien apoya a su secretario de Gobernación Santiago Creel en su propia sucesión, no propiciará que la dirección del partido se someta a ese designio. Medina Plascencia es prenda de esa posición del presidente. Por eso colaboradores tan allegados a Fox como el coordinador Eduardo Sojo, único sobreviviente del original Gabinete personal del Ejecutivo; la secretaria de Desarrollo Social Josefina Vázquez Mota y el de Agricultura Javier Usabiaga, convinieron en apadrinar la candidatura del guanajuatense. No es imaginable que hubieran acudido sin el conocimiento y la anuencia de su jefe, por lo que su presencia fue un mensaje desde Los Pinos. Lo recibieron el resto de los precandidatos presidenciales: Francisco Barrio, Alberto Cárdenas Jiménez, que se aproxima a apersonarse en la contienda, y el propio Calderón.
Sólo hasta que los 384 miembros del consejo nacional panista hayan votado el cinco de marzo próximo se sabrá de fijo si Medina Plascencia encabezará el PAN durante los próximos tres años. Pero su propia personalidad y el apoyo de los dirigentes mencionados parece asegurarle el triunfo. Hace tres años, en un órgano formado entonces por 277 consejeros, el ex gobernador de Guanajuato obtuvo 124, veintiocho menos que los 152 emitidos en favor de su paisano (ambos son leoneses) Bravo Mena. Es difícil que quienes por el momento aparecen como sus contendientes, Manuel Espino y Juan José Rodríguez Pratts pudieran ahora superarlo.
Espino fue hasta hace poco secretario general del PAN. Se le atribuye pertenecer al Yunque, la organización secreta de ultraderecha a la que se imputa dominar hoy el partido y el Gobierno. Él niega esa filiación, aunque no la de su pertenencia en un tiempo al DHIAC, Desarrollo Humano Integral, organización abierta claramente situada a la derecha del panismo tradicional. Rodríguez Pratts, por su parte, ingresó a Acción Nacional hace ya, o apenas, once años, procedente del PRI. Había hecho carrera en ese partido, y en gobiernos locales surgidos de él, pero llegó a su tope (no alcanzó la candidatura a senador en 1994) e ingresó al PAN, que muy rápidamente lo hizo candidato a gobernador de Tabasco. Aunque la polarización entre Roberto Madrazo y Andrés Manuel López Obrador lo redujo casi a la condición de testigo, a sus empeños posteriores se debe el crecimiento panista en esa entidad, donde prácticamente no existía. Como legislador (en San Lázaro y en Xicoténcatl) y como historiador y doctrinario de su nuevo partido, Rodríguez Pratts ha conseguido una presencia que no hizo extravagante su postulación, sobre todo porque fue apoyada por Diego Fernández de Cevallos. Si bien ambos candidatos ya registrados han reiterado su convicción de que es sano dar al consejo nacional opciones, y por lo tanto reafirmaron su aspiración propia, no deberá sorprendernos el que uno de los dos, o ambos, se retiren de la liza antes del cinco de marzo.
Medina Plascencia, dedicado a los negocios y al deporte (era corredor de automóviles de carrera), es un neopanista abajeño típico, que ingresó a la vida partidaria tras la nacionalización de la banca e hizo sus primeras armas en la política municipal. Era alcalde de León en 1991 cuando el Gobierno de Carlos Salinas despojó a Fox de su triunfo en la contienda por la gubernatura, y fue convertido en gobernador interino, al que se encomendó entre otras tareas impedir que en la siguiente elección se repitiera el fraude. Su religiosidad personal se convirtió en parte de su conducta pública, no obstante lo cual, o por ello mismo, no regresó a su empresa tras concluir la gubernatura, sino que fue diputado, líder de sus compañeros, meta que no pudo lograr en el Senado.