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Plaza pública/Periodismo civil

Miguel Ángel Granados Chapa

El jueves 27 murió Francisco, Paco Huerta, un singular hombre de la radio. Fue quizá el primero que abrió los micrófonos a la gente, para que dijera su palabra, como elemento principal de una emisión. De seguro fue quien por mayor tiempo sostuvo ese estilo de programa y quien lo organizó conceptualmente, llamándolo periodismo civil, el que se hace con las voces de los ciudadanos. Causa de su éxito en los medios, esa manera de hacer radio también lo puso a menudo en aprietos, más de una vez silenciado por la censura.

Como muchos, llegó por azar al oficio periodístico. Como pocos, abrazó su inesperado oficio con pasión. Profesó el periodismo como se profesa un credo, no porque sostuviera necesariamente ideas políticas, sino porque confió en el poder de la palabra de la gente. Ignoro si será posible determinar con alguna aproximación sus contribuciones a la apertura de la radiodifusión, pero sin duda contó de modo primordial en ese fenómeno, parte de la modernización de la sociedad mexicana, empeño no satisfecho a plenitud como lo muestra su vicisitud más reciente, la que lo dejó por última vez fuera de la radio, en noviembre del año pasado. Bueno, fue excluido de las emisiones comerciales, pero hasta la hora de su muerte tuvo qué hacer, transmitiendo desde su casa con destino a emisoras norteamericanas de habla española.

Comenzó a trabajar en la radio en 1970. Escribía un editorial, breve, sin complicaciones. El primero que salió al aire denotó el lugar social que Huerta quería ocupar, el lugar del ciudadano: “Señor Presidente: hoy dio usted un discurso cuyo tema me parece importante, pero la verdad no le entendimos nada porque de la manera como usted explica las cosas el ciudadano no le entiende, sería usted tan amable de explicarnos qué es lo que quiso decir?”.

En septiembre de 1976 inició su programa propio, en Radio ABC, entonces propiedad de Carlos Ferráez Matos. La emisión se llamó Opinión pública y estuvo a punto de naufragar al partir porque se requería una autorización sindical para utilizar los micrófonos. A regañadientes la expidió Nezahualcóyotl de la Vega. No sin formularle una advertencia:

“Le quiero decir que si se habla mal de don Fidel Velázquez le retiro a usted la carta de inmediato; lo mismo si habla mal del Gobierno; porque estos micrófonos son de nosotros y no vamos a permitir que cualquiera hable en ellos. ¿Cómo que la gente va a estar hablando? ¿Qué va a decir? Lo único que van a decir son ataques al Gobierno”.

No demoró mucho tiempo De la Vega en manifestarse como censor. Consiguió que la emisora diera fin a su convenio con Huerta y éste se fue a la calle por primera vez. El líder sindical actuó en realidad como verdugo pero la sentencia se dictó en Los Pinos. Ya en el tobogán que lo condujo a la debacle, el presidente López Portillo despidió en febrero de 1982 a su tercer comunicador, Luis Javier Solana, que había emprendido un vigoroso proyecto de modernización de la comunicación gubernamental.

Reemplazado por Francisco Galindo Ochoa (que había tenido esa responsabilidad bajo el presidente Díaz Ordaz y exudaba autoritarismo por todos los poros), el Gobierno dio varios golpes de censura y en agosto de aquel año Opinión Pública dejó de figurar en las ondas capitalinas.

Huerta ya había creado una presencia, sin embargo y andando el tiempo hallaría espacio en XEX, una de las emisoras del sistema Radiópolis, de Televisa. También fue echado de ahí, en 1990. La gente de Tejupilco, un municipio norteño del Estado de México, reveló la verdad de un episodio violento que el Gobierno imputaba al PRD y a Heberto Castillo. Y cuando la maniobra quedó al descubierto se planteó a Huerta un cambio de giro: más tiempo en la estación, pero sin voces ciudadanas. Dijo que no y se marchó.

El mismo Gobierno que conminó a Televisa para sacudirse a Huerta le propició reiniciar su programa en Radio Educación el dos de marzo de 1992. El espacio era libre, pero limitado, sólo una hora a la semana. De manera que Huerta buscó reingresar en la radio comercial. Lo consiguió en Radio Fórmula, en donde de pronto el ambiente se le enrareció. Huerta lo atribuyó a lo que tal vez se juzgó una falta de respeto en Los Pinos. Una vez, en una reunión con colaboradores de ese grupo radiofónico, fiel a su estilo Huerta no habló por sí, sino que hizo oír una grabación en que una ama de casa pedía al presidente Fox que se quitara las botas y se pusiera en los zapatos de la gente. La señora Marta salió enseguida de la reunión. Y si bien no se produjo una reacción adversa enseguida, el radioperiodista supo que no tardaría en repetirse la historia. Su programa llegó a su fin en noviembre pasado.

Al publicar en 1997 su libro Crónica del periodismo civil. La voz del ciudadano, Huerta hizo un reconocimiento a la gente, su auditorio, que lo acompañó aun cuando improvisaba emisiones en la calle, en las varias etapas en que careció de espacio radial:

“Con esta publicación quedan, por fin, significados en la historia del periodismo mexicano, el pensamiento, el testimonio y la realidad del hombre y mujer infinitesimales como respuesta a las decisiones inconsultas de los gobernantes. Tu integración al periodismo civil culminó cuando determinaste darle congruencia a tus expresiones puramente radiales, lo cual sucedió al adquirir la personalidad de actor político. Fue entonces cuando te hiciste presente en la plaza pública, en la organización política y lo más trascendente, en la casilla electoral”.

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