Las encuestas recientes sobre preferencias electorales muestran con rotunda evidencia el tamaño del error de pretender inhabilitar a Andrés Manuel López Obrador. Con la torcida intención de no dejarlo llegar a las urnas, sus enemigos sólo consiguieron reforzar su posición y la de su partido.
Hasta antes de que se iniciara la resistencia civil organizada en su defensa por el propio jefe de Gobierno del Distrito Federal era notable el contraste entre las intenciones de votar por él, abundantes y crecientes, y las de hacerlo por su partido, escasas y fijas, cuando no a la baja.
Por lo pronto en mayo eso ha dejado de ocurrir. Hace una semana presentó Reforma los resultados de su periódica encuesta electoral, realizada esta vez por teléfono en todo el país entre el siete y el nueve de mayo, es decir poco después que la PGR anunciara, en acatamiento a lo dicho por el presidente Fox el 27 de abril, que no ejercería acción penal contra López Obrador.
Como ha ocurrido invariablemente, éste apareció a la cabeza de todos los precandidatos. Pero hubo novedosos resultados que permiten medir el tamaño del fracaso de la conspiración en su contra.
Se preguntó a simpatizantes de los partidos y a quienes no lo son de ninguno, por quién votarían si los candidatos fueran Roberto Madrazo, Santiago Creel y López Obrador. Como es obvio, los simpatizantes de cada partido dieron mayoría al precandidato correspondiente, pero no de modo abrumador salvo en el tercer caso. Así, el 62 por ciento de los simpatizantes del Tricolor votaría por Madrazo, pero un veinte por ciento lo haría por el otro tabasqueño en la contienda (y cinco por ciento se inclinaría por Creel). Entre los favorecedores del blanquiazul, el 72 por ciento votaría por el todavía secretario de Gobernación, sólo el dos por ciento lo haría por Madrazo y el 16 por ciento por López Obrador. Éste arrasa entre los simpatizantes de su partido, con 92 por ciento. Sólo dos por ciento votaría por Madrazo y cero por ciento por Creel.
Es muy relevante que una quinta parte (o poco menos) de quienes simpatizan con otros partidos pudiera votar por López Obrador. Pero lo es en mayor cuantía el resultado de medir la inclinación de los independientes: treinta y nueve por ciento, cuatro de cada diez, votaría por el todavía jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que en este campo domina por completo a sus presuntos adversarios, ya que sólo 14 por ciento lo haría por Creel y ocho por ciento por Madrazo. Es significativo también que Jorge G. Castañeda, quien virtualmente aun se halla en campaña y apostaba a convertir a los sin partido en su base de apoyo, sólo recibiera de este sector el seis por ciento de las menciones, dos puntos abajo de las de Madrazo.
Pero todavía más sobresalientes que los anteriores son los datos que muestran la nueva posición que el efecto López Obrador consiguió para su partido. Todavía en marzo la intención del voto en favor del PRD era de 14 por ciento, un nivel frecuente. Pero en abril pasó a 18 por ciento y en mayo a 19 por ciento. Ese crecimiento fue obtenido a costillas de los oponentes, pues el PAN perdió seis puntos: de marzo a mayo pasó de 14 a nueve por ciento, mientras que la desvaída posición del PRI, nueve por ciento en marzo se abatió un punto en mayo. Es la primera vez que el PRD queda delante de sus antagonistas.
Quedó también a la cabeza al medir la percepción sobre lo que ocurrirá el año que entra. Quizá por inercia el PRI suele ser mencionado más que otros partidos cuando los encuestados contestan a la pregunta: ¿qué es lo más probable que pase en las próximas elecciones? Respecto de las de 2006 esta vez una mayoría creciente considera que lo más probable es que el PRD gane la Presidencia: lo creía el 31 por ciento en marzo y en mayo lo cree el 38 por ciento. En aquel mes el 30 por ciento consideraba probable que el PRI recuperara la Presidencia y en mayo esa posición era menor en tres puntos. También cayó la creencia de que en Los Pinos seguiría gobernando el PAN, al pasar de 20 por ciento en marzo a 14 por ciento en este mes,
También en el interior del PRD la intentona de desafuero consolidó a López Obrador. Siempre ancha, la brecha entre sus posibilidades y las del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas se acrecentó hasta una relación de 92 por ciento contra ocho por ciento en mayo. Esa evidencia condujo a Cárdenas a pretender salir de las comparaciones numéricas demandando la evaluación de las propuestas programáticas suya y de López Obrador.
El viernes publicó un mensaje a ese respecto en que, con razón, establece que habiendo cesado el riesgo de la inhabilitación de López Obrador es el momento de “reiniciar, o mejor dicho abrir el debate sobre los proyectos de país que se plantean desde diferentes visiones políticas”. Cárdenas considera que “lo verdaderamente importante en este momento”, más que seleccionar al candidato, “es definir el proyecto que buscará instrumentarse en el país para mejor resolver sus problemas”. Y estima también, dada su posición dentro de su partido, “que el esfuerzo político de las fuerzas progresistas y democráticas no debiera reducirse o desgastarse, como está sucediendo, sólo en determinar quién es candidato presidencial..., sino orientarse a dar prioridad efectiva al debate de las ideas y a la construcción de la nueva mayoría plural y participativa...”.
Al tener a su propio proyecto como mejor que otros, Cárdenas haría posible que el de López Obrador se enriquezca con el suyo.