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Plaza pública/Tribulaciones panistas

Miguel Ángel Granados Chapa

El Partido Acción Nacional, que había sido el primero en tener candidato a la gubernatura del Estado de México, dejó de tenerlo ayer. Por una decisión de la justicia electoral, ahora deberá reponer el procedimiento por el cual había sido elegido el diputado Rubén Mendoza Ayala. Aunque no está excluido que también se le reponga en la candidatura, el episodio complica y demora la campaña panista con miras a la elección de julio próximo.

El caso pone una vez más en relieve las atribuciones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, tanto más vastas cuanto menos se cumplen las regulaciones internas de los partidos. La injerencia de un órgano del Estado en la vida de los partidos es indeseable, porque afecta la libertad de organización política de los ciudadanos. Pero es inevitable cuando los partidos no se atienen tan rigurosamente como debieran a su propia normatividad. Así ocurrió que el PRD tuvo en Tlaxcala una candidata a fuerza, a despecho de decisiones de algunos de sus centros de dirección. Ahora ha tocado el turno a Acción Nacional, que no tiene en este momento candidato a reemplazar al priísta Arturo Montiel, siendo que sus antagonistas designaron ya, el PRD a Yeidkol Polevnsky y el PRI a Enrique Peña Nieto.

Había sido laborioso el empeño de Mendoza Ayala por llegar a la postulación. Primero, el PAN se apresuró el año pasado a iniciar su contienda interna, pues se proponía realizar una precampaña prolija y amplia, en las diversas regiones del estado. Se aprestaron a participar en ella el propio legislador, que había sido presidente municipal de Tlalnepantla; el ex alcalde de Naucalpan y candidato en el proceso de 1999, José Luis Durán Reveles, que para este propósito renunció a la subsecretaría de normatividad de medios en Gobernación y el senador Carlos Madrazo. La autoridad electoral obligó a suspender la prematura disputa y cuando meses después se reinició, quedaron en la liza sólo Mendoza Ayala y Durán Reveles.

El 14 de noviembre se efectuó la jornada electoral, de que salió triunfante el primero. Pero el segundo rehusó admitir los resultados, alegando irregularidades que hizo valer ante los órganos internos del partido, la comisión de elecciones internas y el comité estatal.

Inconforme con sus resoluciones, Durán Reveles elevó su queja ante el comité nacional, que se reunió el tres de diciembre y decidió anular los comicios, al admitir que se había probado la compra y coacción del voto.

Pero se otorgó a sí mismo, el comité, un plazo de reflexión y el seis de diciembre examinó de nuevo la cuestión. En sólo tres días mudó de parecer y ratificó la candidatura de Mendoza Ayala. La votación fue muy apretada: 18 votos en favor, 17 en contra y una abstención, de suerte que lo mismo hubiera podido arribarse a la resolución contraria.

Durán Reveles persistió en su inconformidad y acudió ante el Tribunal Electoral Federal, alegando que el comité nacional adoptó esa segunda resolución, a pesar de que no está facultado para revocar sus propias decisiones. El magistrado José de Jesús Orozco Henríquez fue de este mismo parecer y en su ponencia aprobada por unanimidad, dejó firme la resolución del tres de diciembre y ordenó al comité nacional reponer el procedimiento.

Será difícil que se reedite la consulta pública, la votación en urnas de los militantes del PAN, pero no hay que descartarla por completo. Cualquiera que sea el método empleado, sin embargo, no eludirá la profundización de los enconos del panismo mexiquense, que ha pasado por varias crisis, una de las cuales tocó a su grupo parlamentario durante la anterior legislatura local, de que desertó casi la mitad de sus 25 integrantes y otra a la integración de su comité estatal: Francisco Chapa Gárate fue depuesto y devuelto a su posición de presidente del mismo.

La querella entre Durán Reveles y Mendoza Ayala es reflejo de la batalla de personalidades en el PAN (Durán es extremadamente cercano a Diego Fernández de Cevallos) y también evidencia los orígenes de la militancia, distinta hoy de la que durante medio siglo padeció el avasallamiento priista.

Este segmento panista, encarnado por ejemplo en Astolfo Vicencio Tovar, fue desplazado por dos nuevas corrientes. Una, a la que pertenece Durán Reveles, sólo ha militado en el PAN y tardó poco en arribar a posiciones de Gobierno, en los municipios del norponiente del DF.

Otra se configuró con antiguos militantes de otros partidos, señaladamente el PRI. Ese es el caso de Mendoza Ayala, que desde su ingreso al panismo procedente del tricolor tuvo acceso a posiciones eminentes, debido a su experiencia, no toda favorecedora de su plena aceptación en las filas blanquiazules.

En aras de la convivencia de esos segmentos, lo mejor sería disuadir a los precandidatos de noviembre de retornar a la pelea y sustituirlos por nuevos aspirantes. Pero no se ve cómo Mendoza Ayala renunciara sin luchar ante tribunales para al menos prevalecer en la disputa por la candidatura.

El mismo día en que se generó esta nueva fase del conflicto del PAN mexiquense, Germán Martínez anunció su retiro de la competencia por la dirección nacional panista.

Había sido el primero en hacer saber su propósito de reemplazar a Luis Felipe Bravo Mena, por lo que causas graves deben haberlo llevado a la decisión contraria. Ante el ingreso de Alejandro Zapata Perogordo a la contienda, quizá Martínez no quiso dividir a la corriente partidaria de Felipe Calderón. O algo más, que ya sabremos.

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