El 28 de abril el rector de la Universidad de Hidalgo, Juan Manuel Camacho Bertrán, recibió la instrucción de renunciar a su cargo. Sin dilación acató la orden. Aún quedaban por transcurrir once meses de su segundo periodo, pues regía esa institución desde que su antecesor le cedió el cargo formalmente, pues Gerardo Sosa -que es dicho antecesor y el mismo que puso y quitó a Camacho Bertrán- fue en 1998 precandidato al Gobierno de Hidalgo, si bien mantuvo el control de la UAEH. También fue aspirante el año pasado y en el proceso interno del PRI, cuyo comité estatal encabeza ahora, se incubó el lance por el cual la universidad hidalguense tiene nuevo rector.
Sosa fracasó una vez más en su persistente intento de gobernar a Hidalgo. Se avino a la decisión del gobernador saliente -y a su vez iluso suspirante presidencial- Manuel Ángel Núñez en favor de Miguel Osorio Chong, que hoy es el gobernador. Como señal de que, subordinado políticamente al Ejecutivo estatal como líder del PRI Sosa mantendría su propio poder, envió a Osorio un mensaje. Permitió que de los archivos universitarios saliera documentación que reveló la precaria e insuficiente formación académica del actual gobernador. Mas, para fingirse ajeno a la maniobra, encontró en el rector al que había puesto en el cargo el chivo expiatorio necesario y lo depuso. Por si alguien dudara sobre el origen de la destitución, el reemplazante fue Luis Gil Borja, hasta ese momento secretario del sindicato universitario, que pasó de dirigir a los empleados de la Universidad a ser su jefe. Y todo el mundo sabe que el control integral de la UAEH, practicado por Sosa desde hace décadas, incluye el de la organización sindical y de la federación estudiantil.
Para guardar las apariencias, se dijo que el ex rector abandonó su cargo porque se le requería para encabezar la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior (ANUIES), una poderosa organización que agrupa a 139 establecimientos de ese carácter, tanto públicos como privados. Era una patraña. Cuando unos cuantos días después se inició el proceso de designación del secretario general de dicha asociación, Camacho Bertrán no figuró siquiera como candidato y quedó clara la naturaleza política, no académica, de su despido y sucesión.
Hubo dos candidatos al cargo que dejó vacante, al concluir su periodo, el ex rector de la Universidad de Sonora Jorge Luis Ibarra Mendívil: el doctor Luis Llorens, que lo fue de la universidad de Baja California y más tarde se desempeñó como subsecretario de enseñanza superior en la SEP y el entonces todavía rector de la Universidad del Estado de México, doctor Rafael López Castañares. Aunque hace una semana, el tres de junio éste fue elegido por unanimidad como secretario general de la ANUIES en su asamblea general, el paso previo le fue más dificultoso.
El consejo nacional de esa asociación se reunió para tomar la decisión inicial, que la asamblea suele hacer suya. Compuesto por 13 miembros, ese consejo quedó dividido casi por mitades entre Llorens y López Castañares. Éste obtuvo siete votos contra seis en favor del bajacaliforniano. Y es que, si bien la mayor parte de los rectores de las universidades públicas, que toman las decisiones en la ANUIES, mantienen por decir lo menos una adecuada relación con sus gobernadores, si no es que francamente son dependientes suyos, había cundido en la asociación nacional una duda sobre la pertinencia de elegir a un funcionario estrechamente ligado a un precandidato presidencial priista, el gobernador Arturo Montiel, en un momento en que los teóricos de la guerra de posiciones suponen clave la presencia en diversos ámbitos de decisión política.
No es que nadie crea que la ANUIES aparecerá firmando un desplegado en favor de Montiel, ya sea en el proceso interno del PRI y ni siquiera en el caso de que fuera candidato en la elección constitucional. Pero que la designación de López Castañares había sido buscada de antemano y para ello contó con el apoyo de Montiel, no hay duda: el Gobierno mexiquense donó a la ANUIES un predio de dos mil metros cuadrados por gestiones del entonces rector López Castañares.
Nadie pone en duda, tampoco, los méritos académicos del nuevo secretario general ejecutivo, doctor en química por la Universidad Nacional, con estudios de posgrado en Estados Unidos, Japón y Alemania, miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1986. Pero su designación como rector de la universidad mexiquense y el estilo de su relación con Montiel hizo que los partidarios de Llorens recelaran de aquél. Aunque Llorens era o es amigo del ex presidente Zedillo, parecía menos dificultosa su relación con un funcionario del pasado que la de López Castañares con alguien que busca serlo en el futuro.
Por lo demás, suficiente trabajo habrá en la ANUIES como para que alguien suponga que es un espacio para el activismo político partidario. Lo es sí, para la promoción de los intereses de sus miembros, que además de las universidades públicas federales y estatales, lo son las más importantes instituciones privadas de ese nivel, así como otras entidades de enseñanza superior (como el Colegio de México y el CIDE) y las universidades e institutos tecnológicos. Este mismo mes, por citar un ejemplo, se sabrá si las integrantes de la ANUIES cuentan con los cerca de cinco mil millones de pesos que asignaron los diputados y forman parte de la querella entre la Cámara y la Presidencia.