Desde la sabiduría y generosidad de sus 83 años, y la autoridad de su larga experiencia de militante por la democracia, el doctor Pablo Sandoval sintetiza una de las causas de la victoria de Zeferino Torreblanca en la elección de gobernador de Guerrero: “se juntaron la auténtica izquierda y ex priistas que han demostrado que quieren un cambio; pero lo más importante es que en este movimiento está la sociedad civil”.
(Reforma, siete de febrero).
En acción desde hace más de medio siglo, el doctor Sandoval fue candidato a la gubernatura guerrerense en 1987, frente a José Francisco Ruiz Massieu. Eran los tiempos en que la oposición actuaba más para dejar testimonio de anhelos y necesidades, que para alcanzar posiciones de poder o representación, meta imposible en una Entidad como Guerrero, cuya postración social y económica nacía del autoritarismo político. No es casual que en esa Entidad hayan surgido, en los años setenta, y en los noventa, movimientos de insurgencia armada. Los primeros, encabezados por Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas, ejercieron violencia de respuesta frente a la represión del Gobierno Estatal y de la Federación.
En la elección del domingo la civilidad se impuso a la violencia. Alguien se acogió en la víspera a la acción homicida, con claro propósito intimidatorio: tres policías municipales y un muchacho de quince años fueron asesinados en Acapulco. Todos cayeron víctimas de un azar letal. Víctor Manuel Morales Borja, de 15 años de edad, esperaba a su padre, obrero de la construcción, para ir a trabajar a Punta Diamante, cuando quedó expuesto a la balacera lanzada por unos agresores anónimos contra un módulo de seguridad donde abatieron a Ignacio Blanco Gutiérrez, un agente municipal todavía muchacho a sus 32 años. Eran también muy jóvenes los policías Ricardo Rentería Bibiano y Arturo Pimentel Valdovinos, de 26 y 35 años, ultimados poco antes en otro ataque, éste lanzado directamente a los uniformados cuando se disponían a abordar el autopatrulla en que realizaban sus funciones. Un tercer atentado, a la comandancia de la Policía Estatal en una carretera, cerca del puerto, no causó víctimas. Pero fue parte del intento de poner pavor en el ánimo de la gente, para que se abstuviera de salir a votar horas después.
Se puede conjeturar que tal era el objetivo de los ataques porque no aparece otro. Los agresores no se apoderaron de armamento alguno, no protegieron una evasión, ni cubrieron la comisión de otro delito. Ninguna agrupación reivindicó los atentados, con explicación así sea elemental de su causa, como suele ocurrir con las acciones guerrilleras. El agresor anónimo se propuso sólo aterrorizar, obligar a la gente a resguardarse en su casa. El objetivo no se cumplió como, esperamos, tampoco se cumpla el propósito obvio de arrojar sospechas sobre quien menos que nadie obtendría provecho de algún género de lance violento: el vehículo desde el cual se practicó el primer asalto portaba en el medallón una calcomanía con el emblema Z005, un juego visual que une a la inicial del nombre del candidato triunfador el año en que se ha inaugurado una nueva etapa en la vida pública guerrerense.
Ese resultado deriva de varios factores, en una lección que deben recoger el PRD y el resto de los partidos. Esencial fue la unificación de los agrupamientos y corrientes que pululan en el partido que ahora emerge victorioso no sólo en esa elección sino también en Baja California Sur, en una de las mejores jornadas electorales de su existencia, comparable sólo con la de julio de 1997, cuando conquistó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y centenar y medio de curules. Nadie desacató el desenlace de la consulta interna, ni nadie objetó la personalidad del triunfador.
Ese fue otro factor determinante del resultado de la elección. El PRD no ha vacilado, hace ya varias elecciones, en sostener la candidatura de Torreblanca, que no es miembro del partido pero ejerce en su talante personal y gubernativo los propósitos perredistas. Así describe su método y sus fines el estudioso Raúl Fernández Gómez, en su recientísimo libro Elecciones y Alternancia Guerrero:
“Desde un inicio, los indicadores señalaron a Zeferino Torreblanca como el candidato con mayor atractivo ciudadano. Aunque sus adversarios de dentro y fuera lo acusan de soberbio, su prestigio como exitoso presidente Municipal, así como su discurso abierto, respetuoso, conciliador y siempre incluyente con los diversos actores sociales y políticos del Estado, le habían creado un carisma y la imagen de un dirigente con la capacidad y la sensibilidad para conducir el necesario cambio político en Guerrero. En su camino a la contienda interna por la candidatura, y consciente de su imposibilidad para intervenir a fin de ganar posiciones de dirigencia de un partido del cual era externo, fue construyendo una red ciudadana de simpatizantes en la Entidad, paralela y complementaria de la estructura municipal del PRD”.
Esta participación de los ciudadanos, de la sociedad civil a que se refiere el doctor Sandoval es clave en los procesos electorales de hoy. Los partidos disponen de una base social más o menos firme, el voto duro le llaman algunos politólogos. Pero no basta esa plataforma a ningún partido, que debe abrirse a la gente con una oferta creíble, presentada sustantivamente, sin someterse a la mercadotecnia pero sin negarse a la difusión de una identidad simbólica como en este caso: la zeta de Zeferino era la del Zorro justiciero.