Pekín, (EFE).- El Gobierno chino está estudiando una propuesta de ley que permitiría castigos de hasta siete años de cárcel para quienes hagan trampas en los exámenes, en un intento por poner fin a numerosos escándalos de este tipo.
Hasta ahora, los tramposos que fueran descubiertos no recibían ningún castigo, sino que simplemente quedaban imposibilitados para participar en otros exámenes posteriores, explicó la agencia estatal Xinhua.
Pero una serie de escándalos ocurridos en los últimos años desataron las críticas de numerosos estudiantes, que casi desde la guardería sueñan con poder pasar el examen de selectividad y acceder a las selectas universidades del país, ya que China tiene muy pocos centros de enseñanza superior con respecto a su gran población.
Según la propuesta de ley, se castigaría a los tramposos en relación con "el impacto" que sus actos tengan "en la sociedad", agregó Xinhua.
Los castigos van desde una simple multa hasta tres o incluso siete años en prisión, según el borrador actualmente en poder del Comité Legal y Político del Consejo de Estado chino.
De aprobarse, la norma se aplicaría a los exámenes de admisión a la universidad, los exámenes de reválida y los test nacionales de inglés, tres de las pruebas más competitivas.
No tendrán validez, sin embargo, para los exámenes organizados por escuelas individuales, pruebas específicas de ciertas profesiones ni los exámenes de organismos educativos extranjeros.
El año pasado se destapó en Henan un montaje de alumnos y profesores para pasarse las respuestas a través de mensajes de móvil y cámaras digitales, un caso por el que fueron detenidos al menos cinco estudiantes y siete maestros.
Otras trampas conocidas incluyen las llamadas "pistolas de alquiler", que significa que un estudiante muy aventajado se presenta al examen en nombre de otro, o el intercambio de papeles en el examen.
Cada año en junio, millones de alumnos de secundaria de todo el país se juegan en tres días el acceso a la universidad, la mayor esperanza de cualquier familia china para su único descendiente, quien debe asumir así el peso de sus expectativas sociales y económicas.
No son extraños los casos de adolescentes que se suicidan o incluso asesinan a sus padres por la presión excesiva a la que les someten.