Mi corazón de niña se identificó contigo;
somos dos almitas con una sed de amor,
tú con tus niñadas, yo con mis ideales
siempre congeniamos, ¡fuera las edades!
Como un caballero tú me enamorabas,
y con tu mirada fija, siempre me escuchabas,
y de esa mente niña brotaba un piropo
y como podías, siempre lo soltabas.
Los misterios abstractos sí tienen un nombre,
yo era aquí tu madre, abuela y amante;
y con algo que posee un atributo radiante
mi panorama siempre pintabas de color.
Y así amortiguando el peso en la balanza
y con tu mirada, llena de candor
somos amalgama que emana música y destila amor,
tú eres el único dueño de mi esperanza.
Del libro:
En el Alarido de lo Inmarcesible.