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Políticos millonarios

Miguel Ángel Granados Chapa

No le ha ido mal a Fidel Herrera, gobernador de Veracruz. No sólo ha hecho una notable carrera política, sino que también ha amasado una fortuna. En bienes y cuentas bancarias su capital llega a casi 22 millones de pesos. Para quien de niño recogía la caña caída de los carros que ingresaban al ingenio cercano a Nopaltepec, donde nació en 1949, salir de ese modo de la pobreza es un magnífico resultado. Por añadidura, como él mismo ha dicho, “la Revolución le hizo justicia” en 1973, cuando casó con Rosa Borunda, cuyo capital propio suma seis veces más que el de su marido, pues asciende a 127 millones de pesos.

Desde los veinte años, poco antes de graduarse de abogado en la UNAM, Herrera ha vivido de y para la política. Ocupó cargos menores en la administración, local y federal, hasta ser oficial mayor de la Sedue, su máximo cargo burocrático. Lo suyo ha sido, sin embargo, el Congreso. Cuatro veces ocupó curules en la Cámara de Diputados y una en el Senado, lo que significa que casi 18 años de su trayectoria (pues en 2004 pidió licencia para ir en pos de la gubernatura) los vivió en el Congreso. Debe tener negocios privados (se le atribuyen gasolinerías en Alvarado, Tres Valles y Tuxtepec), pues de lo contrario no se explica el monto de su riqueza con sólo los ingresos derivados de la función pública a que se ha dedicado. Su auge financiero es reciente, si se considera que como senador en 2003 presentó una declaración de bienes que llegaba a poco más de seis millones, cifra que casi se cuadruplicó para llegar a los veintidós que acaba de declarar formalmente.

A diferencia de su esposo, la señora Rosa Borunda recibió su fortuna por herencia. Pero los bienes correspondientes se acumularon asimismo en el ejercicio de la política. El padre de la señora Herrera fue Teófilo Borunda, muy significado en la vida pública de Chihuahua, aunque también fue conocido en el espacio federal. Alcalde de Ciudad Juárez en 1941, fue dos veces diputado federal, en 1943 y 1949. En el entretanto fundó la Federación Chihuahuense de Organizaciones Populares, al nacer la CNOP, y fue oficial mayor y secretario general del comité nacional del PRI encabezado por su amigo el general Rodolfo Sánchez Taboada.

Cuando el presidente Ruiz Cortines se disponía a nombrar gobernador de esa entidad conforme a los usos de la época, preguntó a Óscar Flores Sánchez, a la sazón subsecretario de Ganadería, quién sería mejor candidato, si Borunda o él mismo. Queriendo pasarse de listo, Flores Sánchez respondió que Teófilo sería mejor candidato, pero él sería mejor gobernador. Tú lo has dicho, lo desilusionó el presidente: para ser gobernador hay que ser primero candidato. Y en 1956 lo fue Borunda, que ganó la elección a un joven industrial juarense apenas en ese momento ingresado a la política, Luis H. Álvarez, candidato del PAN.

La fortuna de la familia Herrera se divide en los siguientes rubros: treinta y tres millones en bienes inmuebles (seis casas, dos en Querétaro, dos en Veracruz, una en el Distrito Federal y una en Texas), cinco departamentos (tres en el DF, uno en Veracruz y uno en Texas), tres terrenos (en Veracruz, Morelos y Quintana Roo). Es probable que falte un rancho, pues el inventario incluye 11 millones en ganado y seis en implementos agrícolas. El menaje de las casas que habitan importa veinte millones. Cincuenta millones valen sus joyas y obras de arte. En doce cuentas bancarias disponen de 24 millones, y cuestan casi un millón sus cuatro vehículos (Honda, GM, Ford y Toyota).

La difusión del monto de esos bienes fue aprovechada para criticar al gobernador por el líder de la diputación panista local quien, sin autoridad en el tema por su propia riqueza, labrada en breve tiempo, pues no cumple todavía 30 años de edad, hizo cuentas alegres sobre aquellos caudales. Pero, toda proporción guardada, los suyos no son modestos, teniendo en cuenta que Herrera ya era diputado federal cuando él nació. Se trata de Miguel Ángel Yunes Márquez, primogénito y tocayo de Miguel Ángel Yunes Linares, que se incorporó al PAN cuando su padre perdió la ocasión de ser gobernador y salió de su partido de toda la vida.

Para contrastarla con la de Herrera, Yunes Márquez presentó su propia declaración de bienes e ingresos. Aparte su dieta de diputado (leo en el diario jalapeño AZ) recibe cuarenta mil pesos al mes por su participación de 50 por ciento en la Compañía Veracruzana de Bienes Inmuebles; también cuarenta mil pesos cada mes, fruto de su 15 por ciento en la sociedad rancho Santa Gertrudis, SPR de RL; treinta mil de una gasolinera operada por el Corporativo Yunes Márquez, del que posee 20 por ciento; veinticinco mil de Yunes Consultores, de cuyo capital posee el 25 por ciento; y de la Compañía Veracruzana de Casas y Departamentos apenas recibe diez mil pesos, no obstante ser titular de la mitad de las acciones de esa empresa. Su fortuna asciende a cuatro millones de pesos (e incluye relojes Piaget, Technomarine, Momo, Corum, Bulgari, Audemars Piguet, Omega y Cartier, así como una lancha de 19 pies de largo, poco más de seis metros en el sistema de medición oficial). Cuando fue funcionario del Royal Bank of Canadá, Yunes Márquez adquirió un departamento de 200 mil dólares en Miami.

De cualquier generación que sean, pertenezcan a un partido u otro, la vocación de ciertos políticos por los bienes inmuebles y las joyas costosas se manifiesta en esta danza de los millones, que coexiste con la miseria de muchos veracruzanos.

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