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MÉXICO, DF.- La escritora y periodista Elena Poniatowska recuerda y aún se duele por la matanza de estudiantes del dos de octubre de 1968; a su mente llega Tlatelolco como un estado de sitio, con zapatos regados por doquier pero, sobre todo, el llanto y el dolor de las madres de jóvenes que nunca regresaron a su hogar.
En entrevista, recuerda que ella conocía de cerca los acontecimientos gracias a que su esposo Guillermo Haro, era profesor en Ciudad Universitaria; por eso, hasta ella llegaban los gritos de los discursos y las protestas que ampliaba el altavoz.
?Yo escuchaba que gritaban por un altavoz ?Ciudad Universitaria, territorio libre de América?; me acuerdo que cuando el Ejército la tocó, Guillermo estaba muy enojado, participó en la marcha del rector, fue importante para mí y era un tema del que se hablaba en muchos lados?, destacó Poniatowska.
El mismo dos de octubre llegaron a su casa María Luisa Martínez Medrano y Mercedes Olivera y le contaron lo que habían visto en Tlatelolco: paredes ensangrentadas, zapatos tirados por todos lados, que las puertas de los elevadores tenían perforaciones de ametralladora, que era un estado de sitio Tlatelolco.
Al día siguiente, dijo, no obstante su reciente embarazo y de que amamantaba a su segundo hijo, Felipe, salió a Tlatelolco a las 6:00 de la mañana y sí, era un estado de sitio.
?La gente hacía cola en las llaves del agua; un soldado hablaba por teléfono, había tanques de guerra, miles de vidrios rotos y lo más impresionante, que entre los restos prehispánicos había zapatos de mujer y de hombre; era un espectáculo estrujante y desolador, uno decía ?por qué pasa esto en el país??.
Los recuerdos que se le vienen a la mente son muchos; los testimonios que fue recogiendo a lo largo de los días siguientes, las mentiras de las autoridades, el dolor y la tristeza de los hogares a los que nunca regresaron hijos que sólo fueron a manifestarse y a exigir libertad.
La autora de Hasta no Verte Jesús Mío y Tinísima agrega que sobre todo recuerda a las madres, porque eran las más valientes, las que decían: ?si me han quitado a mi hijo, qué más me pueden quitar?.
Denunciaban con mucha vehemencia, con mucha rabia y con una enorme valentía; las madres son muy importantes, ahí están las madres de la Plaza de Mayo, Üue han mantenido su movimiento a lo largo de los años y han sido tan significativas con su pañuelo blanco en la cabeza, aseveró.
A 37 años de distancia, aún le conmueve que la gente sale a la Plaza de las Tres Culturas y enciende veladoras o deja ramitos de flores, sumada a la manifestación a la que regularmente asisten chavos que ni siquiera habían nacido, pero ella cree que tienen un interés por recordar esos acontecimientos.
Para la autora de La Noche de Tlatelolco, libro que recoge reportajes, crónicas y testimonios del dos de octubre y los días que siguieron a la represión contra el movimiento estudiantil, el 68 trajo cambios interesantes en la gente, como el sismo del 85 donde la gente ayudó, denunció y protestó.
Sin embargo, ya no es un tema tabú, ?se habla incluso con mucho más libertad, no hay muchas aclaraciones, no sabemos mucho más que antes; claro que se han publicado libros muy importantes como el de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, no se sabe mucho, no conocemos el número de muertos, las cosas todavía se esconden?.
En su opinión, hace falta conocer más cosas en torno al 68, que se castigue a los culpables, aunque reconoció que se ha avanzado mucho, pues los periódicos están llenos de denuncias: ?se denuncia y se denuncia, se acusa y se acusa a tal o cual funcionario, y no sucede nada, eso es muy desesperante?, manifestó.
?Lo que me ocurrió en el 68 me ocurrió también en los sismos del 85, después de días enteros de estar en la calle entrevistando y escuchando historias era muy difícil sobrellevarlo, después de escuchar tantos relatos, tanta tristeza, abandono y pérdidas, si uno se carga del sufrimiento de la gente, de su dolor, empieza a pesar mucho y es difícil levantarse?, destacó.
Ella fue escuchando relatos de tristeza, de desesperación, de dolor, aún ahora escucha Tlatelolco, la Plaza de las Tres Culturas y dos de octubre y los ve como algo íntimamente ligado, no sólo por el movimiento estudiantil que ha dejado una lápida conmemorativa, sino también por la caída con los sismos del edificio Nuevo León.
Pero el 68, dijo, fue resultado de otros movimientos como el de los ferrocarrileros en 1959, con Demetrio Vallejo a la cabeza; el de los maestros dirigidos por Othón Salazar, hubo el movimiento de los médicos que fue tan criticado, pero también otros que surgieron después, como la solidaridad durante los sismos del 85 y el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Para la escritora, hay una literatura del 68 y una llamada Tlatelolca, que menciona a parejas de amantes que se distanciaron esa noche, o un muchacho que murió el dos de octubre, que es un movimiento que ha ejercido un impacto definitivo en la literatura mexicana.
?El dos de octubre sigue siendo un día de duelo, si hay un afán de recordar las fechas claves dentro de la vida social del país, lo demostró también la conmemoración de los 20 años de los sismos del 85, y para no olvidar están los universitarios, que son siempre los que generan todas las brigadas, acopios de comida, la mayoría se han hecho en CU, es el termómetro de la vida social y política del país?, concluyó.
Para Poniatowska, es importante que se recuerden estas fechas fundamentales en la historia reciente de México, de la que ella ha contribuido a dar testimonio, como lo ha hecho con su novela El Tren Pasa Primero, que tiene que ver con Demetrio Vallejo pero, sobretodo, con el movimiento ferrocarrilero de 1959.