El regionalismo es una rasquiña que aparece en la ciudad de Torreón cada vez que hay elecciones de gobernador del Estado. Una vez que éstas se realizan la endemia baja de intensidad y la comezón desaparece poco a poco. Tener en Coahuila un gobernador de La Laguna se torna obsesión compulsiva en algunos torreonenses, quienes luego encuentran alivio en sus negocios. Siempre lo han hecho...
Como algunos lectores sabrán, el columnista es nativo de Parras de la Fuente, ubicada más o menos equidistante entre Saltillo y Torreón. En mis relaciones familiares existía una ubicación parecida: los parientes de mi padre radicaban en La Perla de La Laguna, pero los de mi madre vivían en Saltillo y General Cepeda, por lo que generalmente disfrutaba mis vacaciones alternadamente en las tres poblaciones. No recuerdo haber escuchado decir a mis padres y hermanos que Torreón era más importante que Saltillo, aunque entonces lo fuera. Tampoco lo asertaban mis tíos laguneros, ni lo negaban mis tías saltilleras.
Quiero decir que esta novedosa rivalidad entre los saltillenses y los torreonenses es algo inventado por los políticos de la extrema derecha para sustentar, a falta de otras cualidades, a sus candidatos a gobernador. Torreón y a Saltillo se unieron, desde fines del siglo XIX hasta los años setenta del siglo XX, gracias a una línea ferroviaria y un tren mixto, de pasajeros y de carga, denominado “Coahuila y Pacífico” más conocido como “Coahuila y paciencia” por lo pachorrudo; también se vinculan por la carretera Interoceánica Matamoros-Mazatlán, uno de cuyos tramos más largos e importantes comunica a Saltillo con Torreón y viceversa.
Fue por eso, quizá, que la suspensión de los servicios ferroviarios entre las dos ciudades casi ni se sintió. Parras ha mantenido estables sus relaciones humanas, bancarias y comerciales con Saltillo y Torreón, aunque en las dos últimas actividades económicas exista un mayor énfasis con Torreón, dada la dinámica de su comercio y su movimiento financiero; por obvias razones Parras teje sus mejores lazos políticos con las gentes de la capital del Estado, sin que a nadie le pegue rasquiña alguna.
Saltillo y Torreón corrieron parejas en materia cultural durante el siglo pasado, sobre todo entre 1949 y 1960, época en que registró el auge de los grupos históricos, literarios y de bellas artes en las dos ciudades.
Torreón había hecho acto de presencia en Saltillo en 1942, durante la celebración de 75 aniversario de la fundación del Ateneo Fuente y poco después, en 1949, año en que se conmemoró el centenario del nacimiento del poeta Manuel Acuña y la reunión nacional del Seminario de Cultura Mexicana; por su parte una embajada cultural de la ciudad de Saltillo estuvo con los torreonenses, con motivo del jubileo 50 de Torreón en la categoría de ciudad, festejado en el mes de septiembre de 1957.
Gobernadores: los hubo en Coahuila de diversas procedencias regionales. En el siglo XX, para no ir más atrás, tuvimos varios de Saltillo: Miguel Cárdenas, de 1897 a 1909 y licenciado Jesús de Valle de la Peña de 1909 a 1911. Venustiano Carranza, ya fue nativo de Cuatrociénegas, de 1909 a 1915.
Y después una larga lista de interinos, provisionales y constitucionales hasta llegar a la elección constitucional del licenciado Gustavo Espinoza Mireles, originario de Estación Anhelo en el municipio de Ramos Arizpe. Luego siguieron Luis Gutiérrez, también de Ramos Arizpe; Arnulfo González Medina, de Villa de Juárez; Carlos Garza Castro, de San Buenventura; Manuel Pérez Treviño, de Villa Guerrero; Nazario Ortiz Garza, de Saltillo; Jesús Valdés Sánchez, de la Villa de Arteaga; Pedro de Verona Rodríguez Triana, de San Pedro de las Colonias; Benecio López Padilla, de Zaragoza; Ignacio Cepeda Dávila, de Arteaga; Raúl López Sánchez, de Torreón; Román Cepeda Flores, de Arteaga; Raúl Madero González, de Parras; Braulio Fernández Aguirre, de San Pedro de las Colonias; Eulalio Gutiérrez Treviño, de Saltillo; Óscar Flores Tapia, de Saltillo; José de las Fuentes, de General Cepeda; Eliseo Mendoza Berrueto, de San Pedro de las Colonias; Rogelio Montemayor Seguy, de la Ciudad de México y Enrique Martinez y Martinez, de Saltillo.
El origen es variado, pero eso del nacimiento de cada uno ¿a qué viene? ¿En qué forma influyó en el Gobierno de cada cual haber nacido donde nació? ¿Los que nacieron en la Comarca Lagunera resultaron mejores que los que vieron la primera luz en Saltillo o Estación Anhelo y viceversa?
Lo trascendente de un candidato a gobernador es que sea coahuilense por una de las dos vías legales posibles: por nacimiento o por vecindad; que ame al estado y le sirva incansablemente; que dedique todo su tiempo a resolver los problemas de los habitantes de Coahuila; que haga más seguras y habitables las poblaciones; que promueva la creación de empleos; que fortalezca la educación de la niñez y de la juventud; que sea llano, demócrata y sensible a las necesidades populares; que evidencie su conocimiento de la administración pública estatal y sepa cómo atraer a Coahuila la inversión pública federal, de suyo tan negada y huidiza; que inspire la confianza de los coahuilenses y pruebe ser digno de ella.
Y que, por sobre todas las cosas, se dedique a gobernar a Coahuila con pasión, vehemencia y firmeza. Bordar sobre separatismo, quejarse de discriminación, hacer del origen de cada candidato un requisito para aspirar a la gubernatura de Coahuila son trucos de los grupos de extrema derecha en Torreón en pos de unos cuantos electores ingenuos, aunque finjan ignorar que ya no hay de ésos.
Los ciudadanos de todo Coahuila saben cómo votar y por quién votar en las elecciones del domingo 25 de septiembre. Tienen raciocinio cívico y conocen para qué sirve su derecho de elegir. Que lo ejerzan en libertad y con pleno conocimiento de lo que implica esa elección es nuestro mejor deseo.