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Pornografía/Diálogo

Yamil Darwich

Diariamente aparece información sobre la pornografía, como las recientes sobre los pederastas que fueron detenidos en España, pequeña muestra de los muchos enquistados en el mundo, incluido México. En el año 2003, se publicó una nota periodística, escondida entre muchas: se refería a la edición y distribución de un catálogo de fotos y textos sobre sexo en grupo y masturbación, dedicada a la promoción de una marca de ropa elaborada en San Francisco, California, EUA, orientada al consumo de los jóvenes universitarios.

En 2004, llamó la atención pública un paidofílico de Cancún, Quintana Roo, cuya historia aún domina las páginas rojas, más tratándose de un empresario poderoso económica y políticamente; también en La Laguna tenemos nuestros propios casos.

Las noticias se multiplican, bástenos revisar notas de los periódicos nacionales y regionales y sin duda encontraremos el tema del abuso sexual: trata de blancas, prostitución, pederastría, detención de travestis o muerte de homosexuales en situaciones de pasión extrema, todos desencadenando la exclamación pública.

No olvide otros hechos deprimentes como el suicidio o la agresión a las mujeres que denuncian la crisis de valores y la inestabilidad social, y enlistemos entre sus causas, las relacionadas con la morbosa explotación de la sexualidad humana.

Sin duda que la pornografía tiene efectos en quienes la consumen y se satisfacen con ella; algunos defensores aseguran que no es así, que inclusive en los países en que se permite la libre distribución de ese material, la delincuencia sexual ha descendido –casos de Japón y Alemania, por ejemplo–; sin embargo, otros afirman que son imágenes y sonidos altamente estimulantes hacia el erotismo, que en los casos de inmadurez psicoafectiva son factores importantes para motivar a los sujetos a cometer agresiones distintas.

Lo cierto es que el sentido común debe hacernos moldear nuestro criterio, escuchando a uno y otro bando. Ni qué decirle que para algunos autores, como Naief Yehya, especialista del tema, los Estados Unidos de Norteamérica están considerados como la principal industria y el mayor mercado de tales productos.

También es evidente que todo aquello que “es pecado, hace daño o engorda” resulta especialmente atrayente para la raza humana, quizá por el simple hecho de poder transgredir leyes y normas. Hay quienes afirman que el primer acto de morbo sexual se dio luego de la desobediencia de Adán y Eva, quienes al sentirse desnudos, después de comer el fruto prohibido, cubrieron su desnudez en un acto de pudor.

De ahí en adelante, el erotismo -lo más remoto de la pornografía- acompaña al ser humano. Tan sólo recuerde a los pueblos Sumerio, Asirio y Babilonio con sus bellas historias épicas salpicadas de erotismo, el nacimiento de la cultura occidental con Grecia y Roma, incluidas las Fiestas Fálicas y la expresividad artística en Pompeya.

La pornografía no inició para despertar la líbido entre los practicantes, fue la forma que encontraron los seres humanos del período inmediato anterior al renacimiento para agredir a los nobles y poderosos, comúnmente por medio de estampas en que los ridiculizaban sosteniendo actividades sexuales en posturas bochornosas, siempre caricaturizados con propósitos de mofa. Recuerde “El Decamerón”, de Giovanni Bocaccio.

Con la aparición de la imprenta, inicia la circulación de distinto material pornográfico y erótico, novelas que de fondo tenían mucho de rebeldía y crítica contra las normas sociales impuestas por las clases poderosas; de ahí nacen los ahora considerados clásicos de la literatura libertina, como Fanny Hill, de John Cleland y la obra del provocador Marqués de Sade, que obligó a la sociedad de su tiempo a autocensurarse y encarcelarlo, intentando hacerle callar.

La Revolución Francesa da lugar a conceptos de igualdad y libertad, que favorecen el cambio de orientación de esos escritos e imágenes hacia la pornografía en sí, que al llegar a los mil ochocientos, designan el uso de la palabra para referirse a esas obras que contravienen la moral y las costumbres.

El gusto por ese género de expresión se mantuvo más o menos oculto a las mayorías y a los menores, aunque empezó a proliferar el material en forma de escritos, novelas, dibujos y otros textos que pretendían ser aleccionadores; las imágenes incluían distintos niveles de expresividad, desde lo erótico hasta lo vulgarmente pornográfico.

La aparición de la fotografía y luego las imágenes cinematográficas, dieron fuerte impulso al género y se empezaron a ofrecer funciones privadas para los gustosos de la pornografía.

Los adelantos tecnológicos permitieron la manufactura de películas a menor costo y la construcción de máquinas de cine fácilmente transportables, con ello se favoreció su difusión, la aparición de coleccionistas y la presencia de una industria semioculta que genera hasta la fecha ingresos por miles de millones de dólares.

La llegada de la videocasetera y las cámaras para uso doméstico originaron la explosión mercadotécnica. Le comparto algunos datos: en los setenta, en EUA, existían 150 mil videocaseteras y para mediados de los ochenta llegaban a más de 36 millones; en los noventa, fueron alrededor de 73 millones y en el año dos mil casi cien millones.

En el año 2002, produjeron ganancias por más de cuatro mil millones de dólares y ocuparon casi el 30 por ciento del mercado de video, permitiendo circular 12 mil millones de dólares, ganancias solamente menores a las del narcotráfico.

Sin embargo, con la llegada de la Internet, el mercado continúa en expansión y se ha vuelto un producto común que se puede adquirir desde la casa.

El ingeniero Carlos Rojas Muñoz, uno de los más preparados catedráticos universitarios laguneros en el tema de redes y telecomunicación, advierte que los profesionales de la pornografía cuentan con información y capacidades suficientes para evitar su detección: “pueden, por ejemplo, utilizar una técnica llamada esteganografía, cuyo objetivo es esconder un mensaje dentro de otro, de manera que la persona que no deseamos que lea, no pueda hacerlo, ni siquiera detectar la existencia de la información oculta. Mientras que la criptografía está pensada para esconder el contenido enmascarando su existencia. Usted puede estar visitando una página que muestre imágenes de personajes de dibujos animados y desconocer que con un programa especial y con una llave o clave conocida puedan convertirse en las más crudas de pedofilia. Esta es la razón principal por la que las páginas con contenido gráfico ilícito son difíciles de detectar”.

La pornografía se multiplica vertiginosamente y empieza a trastocar los valores sociales; con la posibilidad del consumo en forma privada, ha llegado a grupos antes no considerados como clientes –mujeres y adolescentes– hasta desarrollar fuertes adicciones.

¿Acaso usted no se ha dado cuenta del número, cada vez más elevado, de mujeres y menores que intercambian pornografía por la Internet? Los controles son muy difíciles, transformándose en un problema tan grave que requirió la organización de grupos policíacos especializados para combatirla. México cuenta con uno de ellos, que forma parte de la PGR.

Aunque la solución desde el exterior del hogar es difícil, sí es posible atacarla desde el interior, con base a la comunicación y la atención de los menores, la supervisión de su tiempo libre, la relación constante con ellos y sobre todo vigilando y regulando el uso de esa nueva “niñera” que hemos llevado a casa: la computadora. ¿No le parece?

ydarwich@ual.mx

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