Querida Secretaria:
Son nuestros medios de transportación. Sobre ellos descansa nuestro peso, pero muchas veces los maltratamos con zapatos insufribles o con falta de cuidados.
Con la llegada del verano, nuestros pies nos delatan y descubren quiénes les hemos prestado atención.
Caminar descalza es el mejor ejercicio que podemos hacer. Al caminar descalzas fortalecemos los importantes y descuidados músculos estabilizadores; los que evitan lesiones y mejoran la fuerza y la velocidad. Además sus beneficios se extienden al resto del cuerpo. Fortalecen las piernas, los músculos que rodean las rodillas y desde ahí, todos los músculos de la espalda.
Con las aportaciones de médicos, de entrenadores y deportistas, la marca Nike acaba de perfeccionar la llamada Tecnología de Pies Descalzos y la han aplicado a sus nuevos tenis llamados Nike Free, que imita los beneficios de andar descalza.
Todas daríamos cualquier cosa por encontrar los zapatos deseados, que no nos causen molestias. Sobre todo ahora en los días tan calurosos de verano que es cuando se usan las sandalias. La comodidad se acaba al sentir que las tiras de las sandalias se clavan en diferentes partes del pie. Otro enemigo potencial del confort es el sudor veraniego.
El primer paso para evitar estas incomodidades, será necesario adquirir algunos productos para usarse en casa al menos dos veces por semana: una lima que elimine todo tipo de asperezas, una crema hidratante para mantener la piel elástica y un spray refrescante-desodorante para los días de más calor.
Nosotras aún tenemos mucho qué aprender del pedicure. Las mujeres francesas consideran de igual importancia al cuidarse los pies que el hacerlo con las manos y la cara.
Podríamos reducir los problemas de los pies con una hidratación e higiene diaria con productos adecuados. Esto evitaría la aparición de callosidades, infecciones por hongos, grietas y cansancio. No podemos olvidar que nuestros pies, además de caminar, soportan el peso del cuerpo y nos ayudan a mantener la espalda recta. Unos pies cuidados mejoran nuestra calidad de vida.
Hay que tomar en cuenta que cuando nos ponemos unos zapatos nuevos, especialmente si son de tacón alto o de punta estrecha, que los pies experimentan una mayor fricción, ya que el zapato no se adaptan perfectamente al modo de caminar o a la anchura del pie. Además el sudor produce una humedad que reduce la elasticidad y resistencia de la piel. La combinación de estos dos factores da lugar a rozaduras y si no se hace nada para prevenirlas, resultan esas dolorosas e incómodas ampollas que tarden días en desaparecer. Lo ideal es evitar su aparición con productos específicos, y por supuesto, con los zapatos adecuados.
Envíanos tus comentarios a:
institutomariacristina@prodigy.net.mx
