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Posiciones extremas/Diálogo

Yamil Darwich

La presencia del hombre sobre la faz de la Tierra es un fenómeno maravilloso que aún no acabamos de explicar; ¿por qué estamos aquí?, ¿para qué? y ¿cuál es el fin último?, son preguntas sin responder a satisfacción, de ahí las posturas radicales y extremadamente opuestas.

En estos días de “paz y buena voluntad”, valdría la pena analizarlas desde ese punto de vista; lo invito a un repaso de lo que “sabemos”, gracias a los estudios de los científicos investigadores:

Se afirma que “la chispa de la vida” se dio hace unos tres mil millones de años, apareciendo los primeros vertebrados con mandíbulas hace 450 millones. El origen del hombre es África, entre diez a seis millones de años atrás y hace tres millones se separan los parántropos (gorilas y chimpancés) de la rama Australopithecus. Han pasado 2.7 millones de años, desde que un bípedo rompió con la naturaleza primate y hacia 1.8 millones de años en el pasado, el Homo Ergaster sale de África hacia Europa.

Hace 1.5 millones de años los homínidos fabricaban hachas y cuchillos y alrededor de 800 mil años en el pasado aparece el Homo Antecesor, descubre el uso del fuego hace 450 mil años, favoreciendo así su alimentación y desarrollo, además de la socialización. 300 mil años, en el pasado, aparecen las primeras muestras de arte simbólico y tan sólo 150 mil años atrás, en África, aparece el Homo Sapiens, pasando 30 mil de la desaparición del Neandertal.

El evolucionismo materialista -“Planeta humano, península, Barcelona 2002”-, y “Aún no somos humanos, Anagrama, Barcelona 2002”– desde su punto de vista extremo, habla de las necesidad de “una ética emancipada de cualquier tutela; materialista, basada en el conocimiento crítico de la historia de la evolución y no en consideraciones idealistas”.

Se refieren a las consecuencias de estos planteamientos éticos y describen “relaciones humanas desde criterios técnicos y científicos; ética sobre bases materialistas; libertad sexual para poder experimentar el placer e intensificar las relaciones personales sin necesidad de restringirlas a la reproducción; conseguir la modernización y la humanización, desarrollar técnicas de reproducción totalmente artificiales e, incluso, la clonación; hallar técnicas de gestación extrasomáticas que liberarían de forma total y definitiva a la mujer del embarazo y gestación; deshacerse de sistemas jerárquicos, de fronteras, de propiedades; abandonar idealismos simbólicos y morales; arrinconar en el baúl de los recuerdos las imposiciones imperialistas de la moral judeo-cristiana; los experimentos genéticos deben seguir adelante, pero en manos de todos, no de unos pocos; la desaparición del diformismo sexual será una característica de la civilización plenamente humana; aparecerán seres nuevos (ciborgs) que no serán estrictamente humanos, como no lo serán los gestados en úteros artificiales; finalmente, hay que romper con el sentido de la globalización actual, que es colonial y de pensamiento único, en aras de una integración de la diversidad cultural y de unos principios mundiales que surjan de la fusión de las culturas”. ¿Qué le parece?

En contraposición, los evolucionistas-teístas defienden la idea de la creación a partir del “Big Bang”. Un grupo de estos científicos se reunió en Madrid en el año 2001 y discutió, apoyado en el uso de altas matemáticas y principios de astrofísica, concluyendo que hay seis números que describen la intencionalidad en la creación del universo: el primero denominado “N”, cuyo valor uno seguido de 36 ceros, que da cuenta de la fuerza que mantiene unidos a los átomos y la de gravedad que hay entre ellos; el segundo se denomina “E”, cuyo valor es 0.007 y define la firmeza de la unión del núcleo atómico y del modo en que se formaron todos los átomos de la Tierra, controla la energía del Sol y la manera como las estrellas trasmutan el hidrógeno en la tabla periódica.

Afirman que si fuera diferente, nosotros no podríamos existir.

El número cósmico “Omega” mide la cantidad de material de nuestro universo e indica la importancia relativa de la gravedad y la energía de expansión; si la proporción fuera elevada, se hubiera colapsado; si llegara a haber sido más baja, las estrellas y las galaxias no se habrían formado. El cuarto es “ÿ” (lambda), controla la expansión e igual a los anteriores, si hubiera sido distinto, el mundo no podría existir.

El quinto demuestra que la estructura del Universo depende de un número llamado “Q”, representa las relaciones entre dos formas de energía fundamentales. Con un número más pequeño, el cosmos sería inerte y carecería de estructura; mayor, estaría dominado por los agujeros negros y los sistemas solares no podrían sobrevivir. El sexto “D”, igual a tres, asegura que a vida no podría existir si fuera dos o cuatro. El tiempo es una cuarta dimensión, pero notablemente diferente a las demás, pose una flecha, dirección intrínseca, nos mueve hacia el futuro”.

Con estos argumentos derriban la Teoría del Caos y de la casualidad en el origen del universo.

Sobre la visión materialista de la creación, la evolucionista–teísta, acepta principios descritos en ¿Existe Dios?, de H. Kung y dice que del Big Bang nacieron los Quarks, electrones y fotones; de ellos los protones y neutrones. Al juntarse formaron núcleos de deuterio y al unirse estos dieron los de helio y el acoplamiento de los electrones a los núcleos produjo los primeros átomos. La contracción de hidrógeno encendió las estrellas y de una nube enriquecida con los elementos químicos naturales nacieron el Sol y los planetas. Finalmente, en la Tierra apareció la vida y el hombre. ¡Qué exacto y complicadamente maravilloso!; ¿le parece posible que no haya voluntad inteligente?

Esos científicos evolucionistas-teístas están convencidos y defienden que, a través de la creación, –incluidos todos sus conceptos– se dieron las condiciones para la aparición del Homo Sapiens y éste dominara el planeta.

Los teólogos católicos, ahora discuten la idea de que todo lo anterior fue creado por Dios con un solo propósito: preparar la venida de Jesús a la Tierra para sentar las bases de un nuevo acuerdo, nos enseñara y con esa nueva alianza podamos alcanzar la vida eterna. Sin duda es un hermoso pensamiento.

Ahora sí, en este ambiente de lo racional, lo invito a que consultemos lo escrito en el evangelio de Lucas sobre la natalidad: “y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2: 4-7). Más adelante el mismo evangelista escribe: “pero el ángel les dijo: No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”.

¿No le parece maravillosa la idea de que la ciencia y la teología se encuentren?; algo considerado imposible en el pasado, tanto como unir el agua y al aceite –filosofía contra fe–. Sin embargo, ahora la posibilidad existe gracias a las nuevas tecnologías aplicadas a estudio de la biología, genética y paleontología, entre otras; a esta visión se suman nuevos adeptos cada día, entre ellos, integrantes de los mundos de la ciencia y religión, ambos con argumentaciones muy sólidas. Vale la pena reflexionar sobre el tema. Ojalá que estos días sean de enriquecedor reencuentro con Él, a partir de la convivencia en paz con la familia y amistades. Le deseo una muy feliz Navidad.

ydarwich@ual.mx

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