El País
Madrid, España.- ¿Una película de adolescentes y para adolescentes en blanco y negro? Pues sí, y no sólo eso. Temporada de Patos, ópera prima del mexicano Fernando Eimbcke, es además una comedia austera de ritmo pausado, largos silencios y pocas palabras. ¿Que no suena divertido? A ver qué tal esto.
Es una comedia de bajo presupuesto, unos 800.000 dólares (600.000 euros), cuya historia gira en torno a un domingo sin luz, un cuadro de patos horrible y un pastel de marihuana. Dos muchachos preadolescentes, una jovencita y un repartidor de pizzas comparten unas horas de su vida en un piso de México DF. Y lo que en principio parecía una reunión de lo más aburrida acabará por convertirse en toda una revelación que sacudirá sus anodinas vidas. Su autor ya empieza a ser considerado en su país un nuevo talento.
El tópico dice que México DF es una ciudad violenta, contaminada y caótica. Y no le falta razón. Este gigante superpoblado, con más de 22 millones de habitantes, cuya cara más oscura tan bien ha sabido retratar el escritor y guionista de Amores perros Guillermo Fadanelli en sus novelas y relatos, graba su huella a sangre en las pantallas de los cines.
Ahí están las recientes Matando cabos o Cero y van cuatro, ambas sin distribución en nuestro país, para dar fe de ello. Y sin embargo no todo su celuloide está lleno de secuestros, corrupción y tiroteos. Alfonso Cuarón firmaba en 2001 Y tu mamá también, una comedia entrañable y descocada, con Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna como protagonistas.
La mención viene a cuento porque, a pesar de lo que pueda parecer a simple vista, Temporada de patos no está tan lejos de la propuesta de Cuarón, quien sólo tiene buenas palabras para ella: ?Es la película mexicana de este año?, dice el director, ?espero que la gente la vea, es una joya?. Y es que ambas hablan de conceptos universales como la amistad, la libertad o el sexo, si bien en el filme de Eimbcke los protagonistas son más jóvenes, y la historia transcurre entre las cuatro paredes de un piso del barrio de Tlatelolco. ?Siempre es un halago que un director como Cuarón alabe tu trabajo?, dice Fernando con una sonrisa en la cara que da gusto. No es para menos. A sus 34 años, que para nada aparenta, acaricia las mieles del éxito. La película ya lleva varios festivales, Cannes entre ellos, y en el de Guadalajara se llevó siete premios, incluidos los de mejor película, dirección y guión, que firma él mismo. No está nada mal.
?No, está muy bien. La verdad es que teníamos mucho miedo, no sabíamos cómo iba a funcionar, en blanco y negro, tan lenta? Pero está claro que no todos los jóvenes quieren ver productos como American pie o Colega, ¿dónde está mi coche? Y estoy seguro que al final los chavitos acaban identificándose más con películas como Temporada de patos que con los productos de Hollywood?.
Eimbcke ya era conocido en México por sus cortos y videoclips. Suyos son algunos trabajos para Plastilina Mosh, Julieta Venegas, Molotov, Natalia Lafourcade (que interpreta el tema central del filme) o los madrileños Dover. ?La idea de la película parte de una pregunta muy concreta: cómo sobrevivir al tedio de un domingo. Y es que mi adolescencia fue una etapa de mucho tedio, parece que pasan muchas cosas, pero en realidad no pasan tantas. Los chavitos van a ver películas de acción y chicas, pero luego sus vidas no son así, son mucho más aburridas?.
Así que ahí están Moko (Diego Cataño) y Flama (Daniel Miranda), dos chavales de 14 años dispuestos a pasar un domingo cualquiera solos en casa de Flama, entre videojuegos, patatas fritas y coca-colas. Pero irrumpe en escena Rita (Danny Perea), su vecina, que quiere cocinar un pastel porque es su cumpleaños, y Ulises (Enrique Miranda), un repartidor de pizzas treintañero que decide quedarse un rato en el piso porque los chicos se niegan a pagarle las pizzas que han pedido. Cuando se va la luz, surge la magia.
?Es que con tanta tele y tantos videojuegos hemos perdido la capacidad de comunicarnos, nos hemos vuelto muy individuales?, dice Fernando. La atención se desvía de la tele a un cuadro horrendo que preside el salón, en el que unos patos chapotean en un estanque. ¿El mismo que estaba en el piso de tus padres? ?No, no, en mi casa había otro peor de leones y caballos?, se ríe.
El cuadro en cuestión acabará por revelarse como metáfora de la vida misma, símbolo de la libertad del individuo frente a la opresión que ejerce la sociedad. Pero hasta el desenlace final numerosas historias y situaciones, divertidas y graciosas a veces, dolorosamente tristes otras, se entrecruzan en los casi 90 minutos que dura la película: la confusión sexual, la frustración de la vida adulta (?las oportunidades en la vida son como los tiros que tiene una escopeta?, explica Ulises, ?y yo ya gasté los míos?), el divorcio de los padres de Flama, los sueños de juventud?
?No hay muchas películas para adolescentes que sean inteligentes. Muchas les subestiman de una forma tremenda, sólo se preocupan de venderles un estilo de vida, que sean cool y ese tipo de cosas; pero luego sales a la calle y ves que no es así, que sus mamás les tienen subyugados y que les planchan la raya del pantalón. Yo quise hacer una película sobre adolescentes por respeto a su constante necesidad de búsqueda, por su rechazo a las fórmulas y a lo establecido, por su desengaño y energía?.