Aunque faltan todavía trece largos meses para las elecciones en México, todo indica que Andrés Manuel López Obrador será el próximo presidente de los mexicanos.
Las encuestas así lo señalan y una vez superado el escollo del desafuero y su posible aprehensión, el político tabasqueño avanza inexorablemente rumbo a la disputada silla de Palacio Nacional.
Les guste o no a muchos mexicanos y también extranjeros, el perfil populista, campechano y luchador del actual gobernador del Distrito Federal, logró penetrar en el electorado.
Hoy los mexicanos parecen dispuestos a darle la oportunidad a la izquierda mexicana, luego del fracaso del PRI y del incumplimiento de las promesas de Acción Nacional.
Vicente Fox está muy lejos de alcanzar el cambio que los mexicanos esperaban en materia de seguridad, corrupción, empleos y educación. La impresión general es que le quedó grande el saco en buena parte por su inexperiencia y la de sus colaboradores. En 1988 la izquierda estuvo a punto de llegar a la Presidencia de la República en la persona de Cuauhtémoc Cárdenas, pero un fraude electoral orquestado desde la Secretaría de Gobernación impidió tal cometido.
Ahora esta izquierda regresa por sus fueros de ahí las campañas de ataques y desprestigio en contra de López Obrador. Sin embargo el tabasqueño ha salido airoso una y otra vez lo que ha fortalecido su imagen, especialmente en el sector popular de México.
La clase empresarial le dio calor y aliento a Andrés Manuel en los primeros tres años de gobernador, pero luego de los videoescándalos y del proceso de desafuero optó por deslindarse.
Lo cierto es que López Obrador ha mostrado una capacidad política extraordinaria para sobrevivir a los embates de sus enemigos y de los medios de comunicación.
Algo similar sucedió en su momento con Vicente Fox, quien durante su pre-campaña presidencial recibió infinidad de ataques y críticas a los que resistió en forma admirable.
Incluso en la recta final de la campaña presidencial, convirtió el famoso martes negro en un desesperado grito de “hoy, hoy, hoy” que le atrajo muchos votos.
Una reciente encuesta de un periódico del Distrito Federal reveló información sobresaliente a favor de López Obrador.
Además de lograr el 36 por ciento de las intenciones de voto, seguido de Roberto Madrazo (25 por ciento) y Santiago Creel (24 por ciento), el aspirante perredista arrasó en materia de valores como la familia, amistad, nacionalismo, libertad, trabajo y verdad. A la pregunta de ¿quién de ellos es capaz de lograr lo que se propone?, el 48 por ciento respondió a favor de López Obrador contra el 18 por ciento de Madrazo y el 13 por ciento de Creel.
A estas alturas del partido existen por lo menos tres escenarios que se perfilan para México en caso de que Andrés Manuel llegue a ser el huésped principal de Los Pinos.
El primero y optimista es que López Obrador sea el líder liberal capaz de convencer a la izquierda de los cambios que propone la derecha y de consolidar el cambio democrático que México inició en el año 2000.
En otras palabras, repetir en México el fenómeno económico y social de Francia y España de los años 80 que encabezaron Francois Mitterand y Felipe González, respectivamente. El segundo escenario y pesimista sería que López Obrador imite el populismo de Hugo Chávez en Venezuela y de los peronistas en Argentina que nada bueno han traído.
El tercer escenario y desgraciadamente el más posible será un modelo intermedio, muy al estilo mexicano, en donde habrá sorpresa tras sorpresa como ocurre en el Distrito Federal. Y como los electores a veces prefieren pan y circo a los resultados, el cambio que México necesita y merece habrá de demorarse al menos otro sexenio, así que amigos lectores les pedimos paciencia, mucha paciencia.
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