“Un presupuesto equilibrado es una
exigencia de una economía bien
administrada”. Ricardo Lagos,
La Secretaría de Hacienda ha ofrecido un presupuesto conservador para 2006. Rebasó, de hecho, la expectativa de que propondría un déficit cero y ha proyectado un superávit pequeño, de 0.2 por ciento del PIB, pero superávit al fin. La estimación del precio de la mezcla mexicana de petróleo de exportación es también conservadora: de 31.50 dólares por barril contra los más de 50 de las últimas semanas y 39 de promedio en lo que va del año.
Es bastante inusitado que un Gobierno impulse un presupuesto conservador en el último año de un sexenio. Muchos presidentes en un año electoral prefieren aumentar el gasto público para promover un crecimiento artificial que haga que los ciudadanos se sientan mejor al sufragar y elijan a los candidatos del partido en el poder. Más adelante, sin embargo, la sociedad pagará las consecuencias. El principal beneficiario político de un gasto equilibrado en el último año de un sexenio es el siguiente presidente, que no tendrá que pagar la deuda o las consecuencias del déficit de su predecesor.
Pero ¿hay que llegar a un superávit fiscal? A primera vista parece innecesario. Por eso puede pensarse que el superávit está ahí simplemente para dar a los legisladores algo que hacer. Es mejor dejarlos que eliminen un excedente para tener un déficit cero a que tomen un presupuesto equilibrado y lo conviertan en deficitario para demostrar que no aceptan simplemente lo que les manda Hacienda.
Quizá haya otra razón para un superávit y es que hay un déficit oculto en el presupuesto gubernamental. Una parte del pasivo de Fobaproa está todavía fuera del presupuesto, como lo está buena parte del pasivo contable de las pensiones del ISSSTE y de los trabajadores del IMSS. El superávit formal de 0.2 por ciento del PIB se transformaría realmente en un déficit de más de dos por ciento si se contabilizan todos los pasivos del Estado. Por eso, si se quiere realmente evitar una crisis de fin de sexenio, y dejar fondos para el crédito productivo, es necesario tener un excedente formal en las finanzas públicas.
La propuesta de un precio del petróleo de 31.50 dólares por barril está siendo también controvertida. Ya Pablo Gómez, el coordinador de los diputados del PRD, ha señalado que su bancada buscará elevar este monto a 35 dólares. Pero la verdad es que calcular un precio u otro en este momento es pura adivinación. El mercado petrolero se encuentra en un momento de gran inestabilidad.
Es cierto que ahora parecería razonable proyectar una cotización de 50 dólares por barril. Pero no olvidemos que este pasado enero el precio de la mezcla mexicana cayó abajo de los 27 dólares que el Congreso estimó para este año. Es poco probable que en los próximos meses el precio descienda por debajo de los 35 dólares, especialmente después de la destrucción generada por el huracán Katrina en la zona petrolera de Louisiana, pero si la economía estadounidense se desacelera, aunque sea un poco, los precios podrían caer con rapidez.
Aumentar de un plumazo el precio estimado del barril del petróleo no resuelve el problema presupuestario fundamental de nuestro país. La exportación de crudo puede darnos un respiro en el presupuesto este año y el siguiente, pero en el largo plazo es insensato que sigamos recurriendo a un recurso natural no renovable para financiar el gasto corriente del Gobierno. Tarde o temprano el precio del petróleo caerá y tendremos que hacer una reforma fiscal que permita financiar el funcionamiento del Estado mexicano en el largo plazo. Subir el precio estimado del petróleo no hace sino postergar lo inevitable.
Más importante sería replantear el gasto. Somos un país que eroga demasiado en lo prescindible: especialmente en burocracia y en pensiones de servidores públicos que se retiran a los 45 o 50 años, mucho antes que los contribuyentes. Tenemos que concentrar el gasto gubernamental en lo realmente necesario: la inversión en infraestructura que no pueda o no quiera construir la iniciativa privada y el combate a la pobreza.
Actualmente el Gobierno absorbe y gasta el 21 por ciento de los recursos que genera la economía mexicana. Hay quien dice que esto es poco, si lo comparamos con lo que erogan otros Gobiernos del mundo. Pero yo pienso que es demasiado, sobre todo si tomamos en cuenta que los gobernados realmente recibimos muy poco beneficio de ese gasto gubernamental.
CADENA PERPETUA
La Suprema Corte de Justicia ha avalado la constitucionalidad de la cadena perpetua. La decisión debe ser bienvenida para las víctimas y sus familias. No hay nada más triste que perder definitivamente a un ser querido sólo para que el victimario salga libre en diez años.
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