El año de 2006 podría ser un gran año político para las mujeres en México y son muchas las razones que dan sustento a esta predicción. Por un lado, el creciente desencanto de la sociedad y el electorado respecto a los gobernantes, a causa de su incapacidad para ponerse de acuerdo y conformar pactos en bien del país. Los pleitos en los medios de comunicación abundan, se multiplican, son cotidianos y el discurso de los principales actores políticos oscila entre el humor involuntario y la irresponsabilidad más notoria que se haya visto en los años recientes.
Así también, el registro de la participación de las mujeres es cada vez más amplio y destacado en todos los campos, incluida la política. La mujer ha dado en las últimas décadas numerosas muestras de su actividad, sensibilidad, talento y capacidad conciliatoria en los grandes asuntos y decisiones públicas. Hay diputadas, senadoras, funcionarias que han realizado una excelente labor y en general en los diversos niveles de la administración pública hay testimonios de buen gobierno y brillantes resultados en las responsabilidades que la sociedad les ha conferido.
Pero no se trata de una rivalidad con los hombres ni mucho menos de actitudes excluyentes. Lo importante es destacar que la mujer no sólo es capaz de emprender y conseguir lo que políticos y administradores públicos han logrado en nuestra historia contemporánea -por cierto con muchos altibajos y yerros- sino en muchos casos de superarlos y dar mejores resultados a la nación. Y en este contexto las mujeres están dispuestas a participar activa y decididamente en los comicios electorales para acceder a los más altos cargos de representación popular, dentro de los partidos existentes.
Tan sólo, por mencionar el caso del Distrito Federal, la priísta Beatriz Paredes ya anunció su intención de competir y si se consolida su candidatura será una aspirante brillante y muy competitiva. En el caso del PAN, todo parece perfilarse en apoyo de Marta Sahagún, cuyos resultados en las encuestas de preferencias electorales y popularidad han sido muy altos, a veces casi empatando con López Obrador.
En cuanto al PRD, si bien tiene una destacada gobernadora en Zacatecas, no aparece en su escenario una candidata con la fuerza y presencia de las ya mencionadas, de tal forma que si el candidato de ese partido a la jefatura de Gobierno es un hombre, sabemos de antemano que estará en posición muy desfavorable y tendrá que ir en contracorriente en la lucha por los votos.
Además, mientras que en los dos primeros partidos todo hace pensar que las candidaturas serán “de unidad”, en el PRD los augurios son de conflictos graves entre las “tribus” y por el exceso de precandidatos que en este momento ya se menciona, junto a otros que engrosarían la lista. Tan sólo en los últimos meses han manifestado tal intención casi diez militantes perredistas, y ninguna mujer entre ellos. Es evidente que la presencia de esa fuerza política en el Distrito Federal es contundente, pero no hay nada escrito ni definitivo, ya que independientemente de los graves casos de corrupción que se han registrado, el Gobierno de “El Peje” (al igual que el de muchos delegados políticos) ha sido autoritario, ineficiente y enemigo de la transparencia.
Hay que tomar en cuenta también que la ciudadanía está fastidiada de tanto conflicto y desavenencia, lo cual redunda en una descalificación en general de la política y los políticos, por lo que podría volcarse hacia un cambio radical que probablemente se reflejaría en el género. Es decir, que más que votar por partidos votaría por las mujeres, dándoles ahora sí, todo el poder, y si es el caso, la “gloria”.
Pronto sabremos quiénes estarán al frente de todas esas candidaturas, y anticipo que la mayoría de las mujeres en edad de votar, lo hará por una de sus congéneres. Así que en sus marcas, listas…
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