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Proceso panista/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Ayer comenzó el proceso para la selección del candidato presidencial panista. Es el primero en comenzar y podría ser el último en terminar, ya que de haber segunda vuelta se extendería hasta el seis de noviembre.

Conforme a la convocatoria expedida el primero de junio, la primera vuelta se compone de tres momentos y tres regiones. La votación inicial se realizará el 11 de septiembre en el centro-noreste, que comprende los estados de Durango, Guanajuato, Hidalgo, México, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Tlaxcala y Zacatecas. La segunda fecha será el dos de octubre, en el sureste: Campeche, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Quintana Roo, Veracruz y Yucatán. Y la tercera etapa concluye el 23 de octubre en el resto del país: Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Sinaloa y Sonora. En esta misma fecha votarán los panistas radicados en el extranjero, previamente anotados en un padrón especial; lo harán a través de la página electrónica de su partido.

Al concluir cada jornada electoral, la Comisión de elecciones realizará el cómputo respectivo. Y al día siguiente de hecho el último conteo, el comité ejecutivo nacional sumará los tres resultados, declarará su validez “y dará a conocer si uno de los precandidatos registrados obtuvo la mayoría absoluta de los votos válidos emitidos. En caso contrario, se realizará, en una sola etapa y de forma simultánea en todo el país, una segunda vuelta el domingo seis de noviembre de 2005”. No lo estipula la convocatoria pero se ha entendido que como es usual en estos casos, sólo contenderán en ella quienes en la primera vuelta hayan alcanzado las dos mayores votaciones.

Tengo para mí que la segunda vuelta fue pensada para evitar el avasallamiento que de atender las encuestas podría producirse a favor de Santiago Creel. En los sondeos el entonces secretario de Gobernación figuraba siempre a la cabeza, con un máximo de cuarenta y tantos por ciento de preferencias. Es posible que en una proporción semejante sufraguen efectivamente sus partidarios. Por lo tanto, al tener que participar en el segundo turno, quedará expuesto al riesgo de que sus contendientes se alíen y uno de ellos y no Creel, resulte vencedor. Tal vez al prever ese escenario el ex secretario de Gobernación dio, a enorme costo, el golpe publicitario que le permitiera acrecentar su ventaja y triunfar en la primera vuelta.

Creel contó para su despliegue mercadológico con la lenidad de la regulación electoral. Sólo a partir del comienzo de los procesos internos en cada partido es posible fiscalizar ingresos y egresos. El dinero que Creel en gran magnitud y Francisco Barrio en menor medida, erogaron en spots de televisión y radio no puede ser escrutado. Su origen queda en la conciencia de cada quien.

Creel, atenazado por la sospecha de que parte del tiempo en que se difunden sus mensajes es un pago de las emisoras de radio y televisión favorecidas por su gestión -no sólo las autorizaciones para el juego cibernético a Televisa, sino la reglamentación del diez de octubre de 2002 a los medios electrónicos-, ha anunciado que hará conocer sus finanzas publicitarias. Puede no hacerlo. O puede hacerlo del modo que le plazca, sin posibilidad de examen y comprobación.

Alberto Cárdenas Jiménez fue el primero en inscribir su precandidatura, el jueves siete, apenas abierto el registro. Se ufana de haber ganado todas sus elecciones (entre internas y constitucionales). Es el único de los tres con experiencia ejecutiva, pues fue alcalde de Ciudad Guzmán, su tierra natal y gobernador de Jalisco, antes de ingresar al Gobierno Federal como director de la Comisión Nacional Forestal y secretario del Medio Ambiente. Lo presentó la legendaria Ana Rosa Payán, ex alcaldesa de Mérida. Y el más notorio y activo de sus patrocinadores, Lorenzo Servitje, acudió por medio de un mensaje escrito.

Santiago Creel se registró el sábado nueve, en medio de una fiesta de gran boato que contrastó con la austera mesura cardenista. Comenzó su vida pública como consejero ciudadano en el IFE y fue después diputado federal y secretario de Gobernación. Contendió por el Gobierno del Distrito Federal frente a Andrés Manuel López Obrador. Hizo su presentación Ernesto Ruffo Appel, pionero de las victorias panistas en elecciones estatales.

Felipe Calderón fue el último en anotarse para la competencia. Lo hizo el domingo diez, igualmente en un escenario jolgorioso. Es, si caben las gradaciones, el más panista de los tres, no sólo por su estirpe, sino porque fue secretario general y presidente del partido y líder de su bancada en San Lázaro. Dejó esa responsabilidad para una breve presencia en la administración federal, como director de Banobras y secretario de Energía. Perdió la elección para gobernador de Michoacán en 1995. Lo rodearon conspicuos miembros de varias generaciones de panistas, especialmente de las familias tradicionales.

Francisco Barrio se retiró de la contienda el jueves siete. No escondió que abandonaba la carrera por su desventaja en el proselitismo. Además de sesgos que le eran adversos señaló que en el PAN “la lucha por valores y principios ha pasado a un segundo término frente a la lucha encarnizada por las posiciones de poder”, en una práctica en que “el voto se decide, e incluso se negocia, en función de intereses personales o de grupo”. A “ese tipo de política, dijo, decidí no entrarle”.

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